VICENÇ BATALLA. Mientras Naomi Kawase convertía el subsuelo del Centro Pompidou parisiense en un recorrido por las cuatro estaciones con sus imágenes y su pincel zen, Isaki Lacuesta con su compañera y colaboradora Isa Campo y la hija de ambos Luna se lo miraban con curiosidad junto al resto del público. Era el día de la inauguración de las correspondencias cinematográficas y videoinstalaciones de Kawase y Lacuesta. Este primer día la protagonista era la realizadora japonesa, de quien sí que se han estrenado todos sus largometrajes de ficción en Francia. Los focos de esta exposición y retrospectivas conjuntas van a parar de entrada a alguien que ya se ha instalado en el imaginario de los espectadores desde hace dos décadas, aunque efectúe ahora sus primeras piezas de videoarte.
Pero quien tuvo la idea de hacer este intercambio audiovisual hace diez años fue el gerundés Lacuesta cuando Jordi Balló, entonces responsable de exposiciones del Centre de Cultura Contemporània de Barcelona (CCCB), se dedicaba a inventar este tipo de correspondencias entre autores de casa y extranjeros. Una de las más celebradas fue entre el vasco Víctor Erice y el iraní desaparecido desgraciadamente hace dos años Abbas Kiarostami. Se vieron primero en Barcelona en 2005 y, tres años más tarde, en el Pompidou donde tuvimos la suerte de oírles intercambiar sus impresiones.
Viaje a Nara
Si bien el encuentro entre Lacuesta (Girona, 1975) y Kawase (Nara, 1969) se hizo en 2011 en el CCCB bajo el título In between days como la canción de los The Cure, esta vez se ha tardado siete años en reproducirlo en la institución parisiense. En parte, porque se han sucedido otras retrospectivas de la japonesa en París y, después, porque se ha querido hacer coincidir con el año Japonismes que se celebra en Francia. Curiosamente, los dos directores presentan sus dos últimas películas que estuvieron en competición en el pasado Festival de San Sebastián: Entre dos aguas, de Lacuesta y que se llevó la Concha de Oro, y Viaje a Nara (Vision), de Kawase. Y que han servido para abrir en las salas de proyección esta doble exposición-retrospectiva enmarcada dentro del Festival de Otoño de la capital.
Entre las imágenes del gerundense y las instalaciones en forma de círculo y en media luna de la nativa de la región de Nara, hay otro espacio concéntrico donde se repasan las biografías de ambos artistas y, justo en medio, los siete vídeos que se intercambiaron entre los veranos de 2007 y 2008 y que ya se habían visto en Barcelona. Resulta curioso contemplarlos a los dos paseándose por el llago de Banyoles o tomando instantáneas de su entorno más inmediato hace diez años y haciéndose guiños experimentales y dedicatorias.
En París, esta vez, Kawase decidió ilustrar el vernissage con una intervención sobre papel washi (hecho de hojas de morera) y pincel y tinta originarios todos de Nara para caligrafiar en gran formato, y al estilo shodô, las cuatro estaciones: primavera, verano, otoño, invierno. Justo en la media luna de detrás, durante toda la exposición hasta el 6 de enero se reproduce un vídeo de la japonesa de dos minutos escasos donde el bosque de Yoshino cerca de Nara se va transformando en un bucle de las cuatro épocas del año.
El bosque de Yoshino
Su último largometraje, que en Francia se traduce precisamente por Voyage a Yoshino, cuenta por primera vez con una actriz protagonista extranjera como es Juliette Binoche. Presente en la inauguración en el Pompidou, Binoche interpreta a una europea que se halla en Yoshino a la búsqueda de una planta que únicamente crece una vez cada mil años. Su viaje está plagado de recuerdos de un incidente trágico del pasado y para superarlo entabla amistad con los raros habitantes del bosque que conservan esta sabiduría milenaria.
En Francia y el Festival de Cannes, he tenido la oportunidad de asistir a sus últimas seis películas de ficción sobre las ocho que ha realizado (Suzaku, Hotaru, Sharasôju, El bosque de luto, Hanezu, Aguas tranquilas, Una pastelería en Tokio, Hacia la luz), y esta me temo que es la menos inspirada. Evidentemente, hay el misticismo y el panteísmo propios de su factura donde el paisaje es un personaje más e interactúa con todos los otros. Algunas escenas contienen aquella fuerza irracional característica de la autora y los dos actores más veteranos Masatoshi Nagase y Mari Natsuki transmiten el magnetismo de sus historias atemporales. Pero, en este caso, el relato es demasiado explícito y la intervención de personajes extra orientales no funciona y, en cambio, le desprende de la parte de misterio que nos gusta de las cintas de Kawase.
De la autobiografía a la ficción
En la clase magistral conducida por el responsable de cine de la televisión Arte Olivier Père y que fue quien la descubrió en la Quincena de Realizadores de Cannes cuando era consejero delegado en 1997, la realizadora se refirió a toda su carrera pero de forma acertada no se entró en temas más cercanos como su Viaje a Nara (Vision). Lo que sí fue emocionante fue escucharla explicar etapa por etapa su nacimiento y crecimiento como cineasta. Huérfana y criada por su tía abuela Uno Kawase, su deseo artístico proviene de la necesidad de entender de dónde venía y su relación con el mundo. “Durante mi adolescencia, mi relación con mi abuela era difícil”, confesó en largas intervenciones en japonés convenientemente traducidas. “Me hacía preguntas sobre mi origen y, cuando hablaba con mi abuela, era para discutir. Utilizando la cámara, intenté rehacer esta relación. En aquel momento, tenía miedo de la gente y me refugiaba en mi habitación”.
Esta relación filial con alguien mucho mayor que ella se refleja en sus primeros documentales hasta la muerte de Uno a los 97 años. En otro de estos documentales, aparece su padre que la abandonó y a quien fue a buscar de adulta. “Las muchas imágenes que tengo de mi abuela son, de hecho, una mirada subjetiva para descubrirme a mí misma de manera objetiva. En estas filmaciones, yo también me veía. Y me di cuenta de que estaba preparada para a su vez hacer películas de ficción”.
NARAtive
El compromiso de Kawase con el cine y con su tierra pasa, actualmente, por organizar un festival internacional cada dos años en Nara que, como premio, tiene la producción de una película en la misma región y con personal local bajo el epígrafe NARAtive. En la clase magistral, estaban por ejemplo los directores mejicano Pedro González Rubio e iraní Ida Panahandeh que han aprovechado la oportunidad de rodar en este rincón del centro sur de Japón que es donde se situó la primera capital del país en el siglo VIII.
“Yo misma he construido mi carrera a partir de los festivales”, añadió la anfitriona de la cita. “Y, por ello, pensé en dedicarlo a la producción de filmes”. El renombre de la realizadora le permite, ahora, recibir el encargo para hacer la película oficial de los Juegos Olímpicos de Tokio 2020.
Al encargo del Pompidou de cortometraje Où en êtes-vous, Naomi Kawase?, la japonesa respondió por otra reflexión sobre la capacidad de su cine para reflejar las luces diurna y nocturna en Nara y una pareja anónima al otro lado de la pantalla del móvil que representa un París imaginario a quien evoca su juventud antes de llegar con sus memorias hechas de imágenes a Francia.
Los puntos comunes con Lacuesta
Su reencuentro con Lacuesta se produce cuando este sobresale en su concepto de docuficción con Entre dos aguas, estrenada este mes de diciembre en el Estado español. San Fernando, en Cádiz, ya no es solo un territorio mítico donde se hace el duelo por la muerte de Camarón de la Isla de La leyenda del tiempo, sino que la llegada a la edad adulta de los hermanos gitanos Isra y Cheíto se acompaña de los trasiegos personales y de la situación en una región que encaja todos los movimientos tectónicos entre dos continentes que se aman y se pelean.
Ha desaparecido el personaje femenino japonés de la primera parte, pero la ambición de Entre dos aguas (referencia en este caso a Paco de Lucía y música de Refree y Kiko Veneno) para explicar la realidad utilizando todos los recursos que el cine permite e invitando al espectador a entrar en este juego sigue ganando en profundidad. Los cines de Kawase y Lacuesta pueden parecer en estos momentos muy diferentes, pero mantienen en su espíritu la intención de inspirarse de un paisaje para retratar brillantes figuras humanas. Lee la entrevista con Isaki Lacuesta a parisbcn…
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