VICENÇ BATALLA. Es algo que nunca le había ocurrido desde que empezó a pinchar en el Haçienda de Manchester a finales de los ochenta, cuando tenía 21 años. El dj más célebre de Francia, Laurent Garnier, ha pasado dieciocho meses, un año y medio, sin poder mezclar discos en público a causa de la pandemia. Su regreso a los escenarios se produjo en la edición especial de verano de Nuits Sonores en Lyon, el pasado 24 de julio. Ante casi 5.000 personas, dispuestas a bailar lo que no habían podido bailar en todo este tiempo.
Como preámbulo, se presentó el documental Laurent Garnier: Off the Record, sobre sus más de treinta años como dj y agitador del planeta techno-house. Ha sido realizado por Gabin Rivoire, y en la presentación del film no sólo estaba el protagonista sino también uno de los padres del techno de Detroit, Jeff Mills. Garnier -al igual que Rivoire y Mills- se confió en público y contó cómo ha vivido estos eternos meses de confinamiento de las platinas, además de adelantarnos sus nuevas composiciones, por ejemplo, con la banda psicodélica de Perpiñán The Limiñanas. Fue un encuentro bienvenido tras este largo vacío de la escena musical en vivo, y que ha servido para que los interesados imaginaran los nuevos sonidos del futuro.
A las once de la noche en punto, en una de las salas de las Antiguas Fábricas Fagor-Brandt lionesas, Laurent Garnier retomó lo que ha hecho regularmente desde 1987 como dj, cuando la escena techno-house estaba en plena ebullición. Ante los cerca de 5.000 afortunados que habían conseguido entrada para la noche del sábado de estas Nuits Sonores especiales con aforo reducido, les gritó: “¡joder, como os he echado de menos!». Comenzó con un tema nuevo propio, que empieza en inglés con una voz profunda y continúa bajo bases rítmicas groovy. El mismo tema, si no nos equivocamos, con el que terminó la sesión dos horas más tarde y que, en esta ocasión, dejó sonar durante los doce minutos de duración a modo de un hasta pronto.
Así nos lo había anunciado cinco días antes en el cine Comœdia de Lyon en la presentación del documental Laurent Garnier: Off the Record, febril por estos dieciocho meses de abstinencia de djing y que le devolvía a sus orígenes cuando era un jovencísimo sommelier que aspiraba a mezclar música y no platos culinarios. De hecho, el documental de Gabin Rivoire se abre con su estancia con dieciocho años en la cocina de la embajada francesa en Londres, antes de que aterrizara en el Manchester pre-acid house.
De la fatiga del primer confinamiento a la gran febrilidad
Este espacio-tiempo suspendido de la pandemia le provocó a Garnier, como a la mayoría de los artistas, toda una serie de estados de ánimo confusos y contradictorios. «Los primeros seis o siete meses, desde el primer confinamiento, no pude escuchar nada de techno», confesó en el Comœdia tras la proyección a las primeras preguntas de la periodista Dalya Daoud, de la web Rue89Lyon. «Era la primera vez en mi vida en la que no había luz delante mío, en la que no podía ver adónde iba. Ya no tenía visión. Y ya no podía escuchar esta música porque no era apropiada para la época que estábamos viviendo. ¡Fue una especie de rechazo realmente hiper violento!”.
Fue entonces cuando el asimismo productor empezó a trabajar con el dúo The Limiñanas, Lionel y Marie, para hacer un disco de rock conjunto en la línea de las guitarras psicodélicas de los perpiñaneses. Ya han sacado los destornillantes singles Saul y ¡Qué calor!, este último con la participación del chileno Edu Pistolas de Nova Materia. El álbum De película se publica el 10 de septiembre, editado por Berreto Music y distribuido por Because.
Tras este periodo más introspectivo, Garnier comenzó a volver a la música electrónica y a subir de revoluciones. «Y, durante los últimos seis meses, he estado tan frustrado de público, de momentos fuertes, que ya he compuesto catorce temas techno, más bien hiper techno. Y voy a pinchar mucho material nuevo mío a partir de ahora”. En medio, se ha producido un cuestionamiento y un reinicio de las cosas desde cero. «De hecho, quería saber dónde encajaba yo después de todo eso. ¿Iba a ser capaz de transmitir, de compartir con la gente? Y pensé que, en lugar de volver a pinchar temas míos que ya había hecho sonar, lo mejor era inventar cosas nuevas que la gente no conociera”.
El ‘reset’ de Jeff Mills
El contraste de opiniones de Garnier con Jeff Mills, presente tanto en el cine como en el documental, fue una buena oportunidad para saber lo que vivieron dos de los grandes protagonistas de la cultura tecno de las últimas cuatro décadas durante la pandemia. El menos impulsivo y reflexivo Mills, a menudo incluso filosófico, nos habló de su vida confinada entre lo divertido y lo metafísico. «Diré que hasta marzo del año pasado no había dormido por lo menos durante los últimos treinta años (risas en la sala). “Diré que me había olvidado de hacer cosas sencillas, cosas normales, como ver un programa en la televisión de principio a fin, como comer una caja entera de cereales desde el principio».
Pero quedarse quieto en casa también le impulsó a otras dimensiones. «Así que empecé a volver a lo que me atrajo de la música en primer lugar, desde una edad temprana, qué fue lo que me hizo entrar en ella, en qué la música tenía algo que decir. También me tomé el tiempo de escuchar, tranquilamente, a los artistas para escuchar lo que tenían que decir. Y llegué a un punto en el que sentí que estábamos en el final de una era. Qué tipo de época, no lo sé realmente. No sé si está relacionado con lo que hemos pasado, pero definitivamente estamos al final o más allá de algo”.
La reflexión de Mills se centra en el cambio radical de la industria musical en la era digital y en los retos que supone afrontar el enorme volumen de producción. «En un mundo en el que todo está al alcance de vuestros dedos, es realmente difícil. Así que hay que repensar y recalcular. Hay que dar un paso atrás para dar dos pasos adelante. De hecho, yo lo descompuse todo, lo simplifiqué de nuevo y solo me quedé con las cosas que realmente importaban”.
Los intereses de Mills ya habían evolucionado desde el año 2000, cuando empezó a imaginar bandas sonoras, se acercó al jazz con su alias Millsart y acabó tocando con una figura como el batería Tony Allen, inventor del afrobeat con Fela Kuti. Vimos a Mills y Allen, junto al teclista francés Jean-Phi Dary, en la anterior edición de Nuits Sonores de 2019. Pero, desgraciadamente, Allen murió antes de cumplir los ochenta años durante el primer confinamiento en París al no poder recibir un tratamiento médico debido al bloqueo de los hospitales a causa de la Covid.
El manual del ritmo de Tony Allen
En la primera noche de Nuits Sonores 2021, esta vez Mills se encargó personalmente de la percusión, acompañado de Dary y de un bajista. Junto a Dary y con el apelativo The Paradox, a principios de año publicaron el álbum Counter Active en el sello Axis del propio Mills. Y le preguntamos, en consecuencia, por la pérdida de uno de uno de los nombres claves musicalmente que atravesó los siglos XX y XXI. «Tony Allen es alguien que escribió el manual del ritmo. Me gustaría que cada uno de ustedes hubiera podido estar tan cerca de él como yo para verlo tocar. Era una llave USB de algo que no puedo describir con palabras. Y lo que era aún más interesante eran las conversaciones que teníamos, mientras grabábamos los temas (‘Tomorrow Comes the Harvest’, Blue Note-2018), durante los ensayos o cuando íbamos a tomar una copa o cuando él iba a fumar. Y esas conversaciones estaban aún más fuera de este mundo… Diré que tal vez no habrá otra persona como él. Fue como ver un fenómeno o un acontecimiento en el espacio, y nunca volverá a ocurrir”.
A Garnier también le preguntamos sobre cómo esperaba que fuera la reacción del público tras los confinamientos, en relación a lo que él había sentido durante una ausencia tan prolongada. «Cuando hago música, siempre hago música para mí», nos respondió inmediatamente, intentando expulsar la presión del día después. «Veré el momento en que lo puedo pinchar. Quizás sea la única cosa en la que me fije. Pero yo siempre pienso que, mientras te diviertas y seas sincero, llega un momento en que la gente lo entenderá y te seguirá”.
Y, luego, continuó: «lo interesante de lo que decía Jeff es que estos temas son los más representativos de lo que siempre he querido hacer. He desechado muchos de los defectos que tenía, o cosas que podía haber escuchado: ¡eh, tenía que escuchar sonido de Chicago! ¡Tenía que escuchar sonido de Detroit! No escuché nada, tanto me da. Hago mi propia música». Para concluir: «sé que no son temas muy fáciles de pinchar, pero encontraré un momento para hacerlo”.
Un documental con diferentes caras
El documental de Gabin Rivoire no se limita a mostrar el lado feliz de Garnier, cuando hay una multitud que le aclama a los pies de la cabina. De hecho, comienza con el dj, nacido en los suburbios de París, encima de un tractor en el pueblo de Lourmarin, a treinta kilómetros al norte de Aix-en-Provence, donde está exiliado con su familia desde 2006 para tomar un poco de distancia con su profesión. Allí creó en 2013 el Festival YEAH de conciertos a talla humana. Un lugar de operaciones desde entonces donde ha seguido programando su webradio PBB (tomando prestado su primer seudónimo en Manchester dj Pedro) y donde mantiene una colaboración con otra webradio, la alpina Radio Meuh (el pasado mes de abril, contribuyó a su festival en línea con el mix We Want to Gey Together , el primero que hizo desde la pandemia).
Como ya había efectuado con el periodista David Brun-Lambert para su historia personal y colectiva del techno-house Electrochoc (primera edición en 2003, ampliada años después como L’intégrale 1987-2013, Flammarion/Electroshock. Edición integral, Barlin Libros-2018), buscó a alguien ajeno al circuito electrónico para el documental. Gracias a sus socios del Festival YEAH, conoció a Rivoire, que filmó una de las ediciones del festival de la Provenza. «Encontré que, en su forma de filmar la música, había mucha poesía», explica Garnier sobre su elección. «Por ejemplo, el hecho de que cambiara los temas, que pusiera música clásica cuando los grupos tocaban punk sobre la escena». Por su parte, Rivoire, un poco eclipsado en este encuentro de estrellas Garnier/Mills, no ocultó que viene de una formación más clásica de jazz y rock y que, además, este es su primer largometraje: «nunca había hecho una película de noventa minutos en mi vida. Garnier se arriesgó mucho, porque yo podría haber metido la pata por completo y hacer algo indigesto”.
Laurent Garnier: Off the Record (presentado a su vez a finales de julio en el Atlàntida Mallorca Film Fest) tiene la virtud de ofrecer diferentes caras del productor y dj. Y relatar acertadamente, como ya hacía el libro, la evolución de este mundo que estalló entre Chicago y Detroit, por un lado, y Manchester, Londres, Ibiza, Berlín, Ámsterdam, Bruselas o Barcelona, por otro. A partir de testimonios de lujo como DJ Pierre, Derrick May, Richie Hawtin, Kerri Chandler, el mismo Mills, Carl Cox, Lenny Dee, Manu Le Malin, Miss Kittin o Pedro Winter.
Rivoire empezó a acompañar a Garnier a partir de 2017 en sus viajes a Tokio o Nueva York y el guión coescrito fue llegando poco a poco después. Pero también hay esos momentos íntimos de Garnier, como cuando cuenta su necesidad de ordenar sus 55.000 discos en las estanterías de su casa rural: «cuatro metros lineales de discos de funk y un metro y medio de pop francés». Una muestra de su curiosidad más allá de la electrónica, como ya había demostrado en su etapa como programador en Radio Nova desde los años noventa.
El ‘off the record’ de los djs
No es casualidad que, a los pocos minutos, el documental enseñe el final de una de las sesiones de Garnier en el Sónar de Barcelona, cuando se deja caer desconsolado detrás del escenario en brazos de Georgia (Taglietti, jefa de comunicación) porque no le ha ido bien su set. «Ves, al principio de la película hay un momento en el que estoy en el Sónar y me lamento con Georgia y esto es terrible», comentó el protagonista.
El realizador reaccionó expresando su punto de vista actual: «terminamos el montaje en medio del primer confinamiento, en abril-mayo del año pasado. Y estábamos convencidos de que la pandemia no duraría mucho. Las secuencias en el Sónar en la que pinchas delante de quince mil personas (en la clausura de 2018) están al principio del montaje y, cuando las vuelvo a ver, tengo ganas de que haya más porque en estos momentos las echamos de menos”.
Más tarde, Mills retornará al documental para referirse a otra de las cosas que no se ven tan a menudo en estas misas filmadas de multitudes. «Verlo me trajo muchos recuerdos», admite alguien que lleva detrás de los platos desde los dieciséis años. «Lo que ocurre antes y después del set del dj en los camerinos, detrás de estas pequeñas habitaciones, sería realmente muy interesante. Porque en realidad no nos vemos tanto, solo en estos momentos. Posiblemente durante cuatro o cinco minutos. Y es durante estos breves momentos cuando nos comunicamos, cuando preguntamos de dónde vienes. El otro dice que de España. Y tú preguntas cómo fue. El otro dice que viene de ese club, y le preguntas si estuvo bien. Y responde que genial, y tomas nota. Es una información realmente importante porque después le pedirás a tu agente ir a ese lugar de donde, por ejemplo, acaba de llegar Laurent. La cámara nunca podrá captar ese momento, pero es ahí donde se producen realmente los intercambios”.
El testigo lo recoge el mismo Garnier: «hicimos bastantes giras con Jeff, con Carl (Cox), con Richie (Hawtin)… Y, después, cada uno siguió su camino. Pero seguimos hablando, enviándonos mails. Nos decimos: ahí hay un nuevo club, tienes que ir. Hay mucha interacción entre nosotros. Y eso ha sido realmente importante en el desarrollo de esta música. Y creo que a Jeff le hubiera gustado ver ese pequeño momento entre bastidores. Oye, Gabin, ¿para la secuela?».
«Lo haremos en la próxima versión», responde Rivoire.
«Sí, haremos una película entre bastidores», asegura Garnier, medio en broma, medio en serio.
Una rabia que se mantiene
Este es el momento de recordar la rabia que se apoderó de Garnier durante este largo confinamiento de la cultura de la noche por el papel que adoptó la ministra de Cultura, Roselyne Bachelot. Y desde alguien como él que fue nombrado Caballero de la Legión de Honor en 2017 por un exministro del ramo, Jack Lang, en una simpática ceremonia en el pueblo que aparece en el documental. El pasado mes de octubre, en su blog y en un texto que ahora ya no está, Garnier criticó contundentemente la actitud de Bachelot para quien el ocio nocturno y las discotecas no eran competencia del Ministerio de Cultura, sino de Interior. Tal como explicábamos en otro artículo, el dj se dirigió a la ministra quejándose de que su colectivo ya no formaba parte del espectáculo en vivo, sino «del espectáculo muerto». «La flagrante falta de consideración, la ignorancia que emana de su ministerio hacia el sector del ocio nocturno y de las discotecas es claramente interpretada por muchos de nosotros como una forma de desprecio incomprensible», le tiraba en cara Garnier.
Por eso, en esta discusión nueve meses después, ante los aficionados del techno, el productor seguía mostrando su pesimismo. «Hasta el confinamiento tenía la impresión de que las cosas habían avanzado de verdad, pero me doy cuenta de que con lo que ha ocurrido en el último año y medio, en realidad no ha pasado nada», lamentó amargamente. «Antes del confinamiento, pensaba que en el mundo del techno estábamos bastante bien, que se nos entendía, que las cosas habían avanzado. Y, de hecho, nos damos cuenta de que las cosas no han progresado en absoluto porque, hoy en día, todavía no se nos considera como artistas”.
Como testigo, también estaba el director del festival Nuits Sonores, Vincent Carry, que en la primavera de 2020 lanzó La Llamada de los Independientes de la Cultura en Francia desde su estructura Arty Farty como grito de alarma por el cierre de la actividad por la Covid. La relación de Garnier con Nuits Sonores se remonta a 2005, y desde entonces no ha faltado a ninguna edición.
El retorno al futuro del techno
La nota optimista es que Garnier confía en el presente y el futuro de la producción francesa. «Lo realmente emocionante es que, en Francia, están ocurriendo muchas cosas. Es cierto desde hace un año, año y medio. También creo que, debido al confinamiento, se han endurecido los sonidos. Y por otro lado, en los últimos seis meses, nunca había escuchado cosas tan buenas, ‘deep’, techno, muy de Detroit, así como a chicos en la línea de la ‘bleep music’ inglesa de hace tiempo”.
¿Está Mills de acuerdo, pregunta Garnier? En sintonía con lo que ya había dicho instantes antes, el dj y productor de Detroit matiza su respuesta: «hay años y momentos en los que los músicos están pensando y aprendiendo sobre su oficio. Y luego hay años y momentos en los que empiezan a poner en práctica esas ideas y empiezan a hacer buena música. Y creo que estamos a punto de salir de esa fase de reflexión y pasar a la fase de acción. Todavía no hemos llegado a ese punto, pero hay muchos productores con grandes ideas”.
Una respuesta que, acto seguido, atenúa aún más. «En cuanto a la producción, es un proceso en el que es difícil traducir lo que uno piensa», advierte Mills. «El momento de convertir esas extrañas ideas en sonidos lleva su tiempo. Los productores tienen esas ideas, pero no tienen o no están convencidos de que sean capaces de llegar tan lejos y de hacer daño”.
«Me encanta, ¡nunca estamos de acuerdo!», exclama Garnier.
«Pero algo va a ocurrir», precisa Mills. «Porque hay demasiados productores, nombres que no conoces, lugares de los que nunca has oído hablar”.
«Creo que esto es saludable. Siempre estamos en desacuerdo en este sentido, ¡pero es bueno!», cierra Garnier en este yin y yang con Mills, algo que también explica qué ha pasado con un género como el techno que ya no es tan joven y se pregunta sobre su perennidad.
Unas Nuits Sonores más africanas que nunca
Además del proyecto The Paradox de Jeff Mills y la sesión de regreso de Laurent Garnier, esta edición especial de Nuits Sonores, tras la cancelación del año pasado y su traslado este año de mayo a julio, contó con un programación de seis días fuertemente marcada por la música africana. Es la temporada Africa2000 en Francia, y las Nuits Sonores aprovecharon para traer a una miríada de bandas, djs y productores del continente negro que aportaron un golpe de aire fresco a la electrónica occidental. La bofetada fue Fulu Miziki, la banda afro-punk-futurista de Kinshasa que se habían fabricado sus instrumentos con objetos de deshecho encontrados la semana anterior en Lyon. Sus miembros nos hicieron bailar con este bricolaje sónico con tanto o más entusiasmo que si hubieran estado equipados de máquinas digitales o analógicas.
Otras sorpresas procedentes de África fueron el multiinstrumentista Simon Winse, de Burkina Faso, que mezclaba el arco de boca y el n’goni con las bases de Praktika, de Nantes, o el ping-pong entre Asna y Chabela, de Abiyán. Estas últimas eran la alternativa a la sesión de Garnier en el mismo momento, y nos indican, por ejemplo, hacia dónde se dirigen ahora los sonidos de la electrónica menos eurocéntrica.
Otra característica de esta edición fue su acento ecológico, con los pájaros como imagen iconográfica. Uno de sus proyectos inéditos fue precisamente Bird Signals for Earthly Survival a cargo del productor suizo de origen turco Mehmet Aslan, el videoartista y antropólogo griego Stratis Vogiatzis, la músico y cantante marroquí Glitter y el artista visual afincado en Lyon Malo Lacroix sobre las aves migratorias como índice del estado del planeta, creado durante su residencia en el club Le Sucre.
El objetivo de favorecer los circuitos cortos en la programación, con artistas locales y emergentes (50% regionales; 80% franceses) o internacionales que permanecen más tiempo en el lugar marca la línea del festival tras la pandemia. También el horizonte de la paridad de género en los artistas programados.
Entre estos artistas, también apreciamos las actuaciones en directo de la lionesa Tryphème, la bretona Felicia Atkinson, la marsellesa TTristina o el videojuego de la parisina Oklu, modificado sonoramente por Krampf (Zone W/O People). Además, con su pop sintético y lujurioso Sébastien Tellier nos transportó a su mundo de fantasía. El alemán Hendrik Weber a.k.a. Phanta du Prince nos ofreció su ensoñadora versión en directo del proyecto Conference of Trees, inspirado en los bosques de Brandenburgo. Y el norirlandés Max Cooper trascendió su minimalismo rodeado de cuatro pantallas en el escenario 360º y dentro de la programación de la red We Are Europe hasta hacernos olvidar en la primera de las noches que durante año y medio no habíamos podido dejarnos ir al ritmo del sonido de la música.
Visitas: 312