Mathieu David, una Barcelona que quema

VICENÇ BATALLA | El escritor quebequés Mathieu David, durante la conversación en la plaza de la Vila de Gràcia
VICENÇ BATALLA | El escritor quebequés Mathieu David, durante la conversación en la plaza de la Vila de Gràcia

VICENÇ BATALLA. El símil y la metáfora de una Barcelona en llamas puede resultar tópico en manos de periodistas, historiadores y escritores, por los acontecimientos del pasado y los acontecimientos de hoy, pero esto no quiere decir que deje de resultar una fuente inagotable. Alguien que se ha acercado lo suficiente es el quebequés Mathieu David con Barcelone brûle (Gallimard, 2018). Es decir Barcelona quema, una crónica personal entre literaria y vivida que navega entre el anarquismo de los años treinta y el movimiento okupa de la actualidad, entre literatos antes que él como Jean Genet, Georges Bataille, Simone Weil o Guy Debord y las experiencias comunitarias de Can Vies, Can Masdeu o La Carbonera.

De Montreal a París, de París a Barcelona, de Barcelona a Florencia, y vuelta a empezar y llegado prácticamente a la cuarentena, David vive ahora en el barrio de Gràcia cuando no se dedica a montar carpas de circo en la otra punta del mundo. Sentados en una terraza de la plaza de la Vila de este barrio, un año después de la publicación de su primer libro recibido más bien con hostilidad por la prensa local el autor nos evoca la génesis de esta narración entre política y subjetiva, su visión de una Barcelona que se mueve entre su espíritu libertario y el turismo de masas y su posición como pesimista ilustrado que no se resigna a abandonar los ideales. Una conversación en francés, llena de referentes catalanes y españoles.

ARCHIVO | Las crónicas de Mathieu David <em>Barcelone brûle</em>, publicadas en la colección <em>L'Infini</em> de Gallimard en 2018
ARCHIVO | Las crónicas de Mathieu David Barcelone brûle, publicadas en la colección L’Infini de Gallimard en 2018

Días antes de nuestro encuentro en Barcelona, aprovecho mi estancia en París para ir a buscar en las librerías de segunda mano en el bulevar Saint-Michel Barcelone brûle. Aparecidas en otoño de 2018, estas no muy largas crónicas de Mathieu David editadas en la prestigiosa colección L’Infini de Gallimard (donde se pueden hallar escritos de Martin Heidegger, Jack Kerouak o incluso Frédéric Beigbeder) no son fáciles de localizar un año después de su publicación. En Gibert Joseph, hace falta buscarlas en la sección de literatura canadiense aunque el texto sea en francés.

Mientras tanto, David está en Ryad, la capital de Arabia Saudita, donde trabaja en el montaje de las carpas de uno de los espectáculos de Le Cirque du Soleil. A mediados de noviembre, coincidimos en una de las plazas de Gràcia en que el quebequés se ha instalado desde 2018 tras haber pasado siete años en Florencia con su compañera italo-argentina. Ahora, ambos han vuelto a la ciudad de Barcelona donde se conocieron en 2007 y donde transcurren estas crónicas entre 2003 y 2015 en un presente figurado del autor porque en 2011 ya se había ido a la Toscana. Es una licencia standhaliana, como confesa él mismo además de abrir el libro con una cita del escritor del siglo XIX: “todas les anécdotas contenidas en estos volúmenes son verdaderas, o al menos el autor lo cree así”.

El pasado anarquista y libertario

Los hechos y los diálogos, nos explica David, son reales y los nombres de los personajes contemporáneos que aparecen en las páginas también excepto el de dos amigas más íntimas y entre las cuales se encuentra su actual compañera. En las crónicas, se llama Flora. Jugando con el pasado y el presente, y los escenarios de una Barcelona que ejerce su influjo entre los barrios de Sant Antoni, el Raval y la Ribera la atmósfera es entre admirativa y triste de un Barrio Chino que cada vez se parece menos al descrito por los autores franceses y británicos en los años treinta. Por ejemplo, en un momento clave com el golpe de Estado del 18 de julio de 1936, y que en Barcelona fue parado en primera instancia por los anarcosindicalistas de la CNT-FAI. Es uno de los muchos episodios en que Barcelona quema.

“Hoy se cumplen 73 años de la muerte de Durruti, lo he visto por casualidad”, me comenta David solo sentarnos en la terraza. “Esto me dice que escribí un libro que al menos comprendió un poco la esencia de esta ciudad, aunque yo no hable de independentismo”, reflexiona en otro momento cuando hacemos comparaciones entre diferentes épocas.“Toco una faceta de Barcelona que está aquí, que es contemporánea. Hablo de este fuego, por las veces que ha quemado Barcelona. Lo digo en algún lugar: Barcelona ha quemado y continuará quemando. Y este es el caso ahora”. Ahora bien, el interés del autor por estos incendios es antes que nada la injusticia social y es por ello que se interesa por los anarcosindicalistas ibéricos y alguien como José Buenaventura Durruti, el mito de las colectivizaciones en Cataluña y Aragón muerto en 1936 en Madrid.

Jean Genet, Georges Bataille y Simone Weil

AGUSTÍ CENTELLES | El cabaret La Criolla en 1934, en una imagen de uno de los fotógrafos referentes de la época
AGUSTÍ CENTELLES | El cabaret La Criolla en 1934, en una imagen de uno de los fotógrafos referentes de la época

Esta historia la resigue a partir de sus lecturas académicas y los textos de los mismos anarquistas protagonistas una vez ya se había instalado en Barcelona. David aterriza en 2002 en París para cursar estudios literarios en La Sorbona. Solo dura dos meses. Un poco por casualidad, acaba yendo a parar en marzo de 2003 a la capital catalana. Todavía no se quedará definitivamente. Y regresará en verano de 2007 para estar ya cuatro años. En ese momento, su punto de ancoraje es Journal du voleur (Diario del ladrón) de Jean Genet y Le bleu du ciel (El azul del cielo) de George Bataille. En su diario de los años treinta no publicado hasta 1949, Genet relata su sulfurosa vida barcelonesa a principios de la década haciendo de mendigo y travistiéndose en el mítico cabaret La Criolla cerca del Paralelo.

Por su parte, el surrealista heterodoxo Bataille finalizará en 1935 su novela en Tossa de Mar, en la Costa Brava, en casa del pintor André Masson aunque no la publicará hasta 1957. En su itinerario por Londres, París, Barcelona y Fráncfort, el narrador Henri Tropmann vive una de sus aventuras erotómanas con sus tres amantes y amigas en medio del levantamiento insurreccional de octubre de 1934 contra la involución del régimen republicano en manos de la derechas. El personaje de Louise Lazare no es otro que el de la escritora también francesa Simone Weil, en un presagio de los horrores de la Guerra Civil y la Segunda Guerra Mundial. Una de las escenas de la novela transcurre en La Criolla. Weil no estaba en realidad en Barcelona en aquella época, pero sí que irá luego y combatirá en el frente de Aragón en 1937 al lado de los republicanos con las Brigadas Internacionales.

De George Orwell a Guy Debord

WIKIMEDIA COMMONS | Barricadas en mayo de 1937 en Barcelona en los enfrentamientos entre anarquistas y trotskistas con comunistas
WIKIMEDIA COMMONS | Barricadas en mayo de 1937 en Barcelona en los enfrentamientos entre anarquistas y trotskistas con comunistas

Como también se encontraba allí el británico George Orwell, que vivió cómo los comunistas ejecutaban el plan de Stalin contra trotskistas y anarquistas para sabotear la revolución libertaria durante la guerra y que refleja en Homenaje a Cataluña (1938). Este libro sobre los Hechos de Mayo de 1937, evidentemente, también es material para David para hacer una inmersión en aquellos tiempos. “Explica la realidad tal como es”, destaca el quebequés. “Su análisis me influyó en no ser solo blanco o negro. En no dejar bien a los anarquistas porque sí, sino recordando las cosas que no funcionaron. Orwell es muy honesto porque, cuando llegó a la guerra, era comunista. Pero no es prisionero de una ideología. Y se ve como esta experiencia le lleva a escribir ‘1984’ (1949)”.

Para conocer mejor estos hechos vertiginosos, David acudió a la autobiografía El eco de los pasos (1978) de Joan Garcia i Oliver, que estuvo al lado de Durruti. Y otros testimonios de líderes anarquistas como el de Diego Abad de Santillán. O el trabajo del historiador galés Burnett Bollotten. “Tenía ganas de hacerme una idea de cómo aun hoy, si se tuviera necesidad, ¡se podría tomar una ciudad!”, fantasea el escritor de unos acontecimientos que él mismo reconoce difícil de repetirse.

“Hay mucho potencial en este deseo revolucionario, tanto en la teoría como en la práctica, como consiguieron desplegarlo. Pero de la misma manera, no se volverá a producir nunca más: ya no hay una masa de obreros con tanta fuerza. Puede llegar a reproducirse una cosa más o menos parecida en barrios o comunas, a pequeña escala”. Los peligros son otros actualmente. “Está en las enseñanzas de la historia que nos pueden ayudar ahora en la lucha contra el capitalismo financiero, salvaje, por la ecología”.

Un puente entre las dos épocas es el ideólogo francés situacionista Guy Debord, que se reconoce en esta herencia anarquista y se dedica a cuestionar la sociedad del espectáculo. Otra de las lecturas de David. Porque Debord vivió en los años ochenta en Sevilla y se interesó de cerca por unos movimientos libertarios que intentaban no ser aplastados por el pacto de la Transición después de la muerte de Franco. Una parte escondida de la historia que, cuarenta años más tarde, resurge en artistas como el iconoclasta Niño de Elche e ideólogos del nuevo flamenco como Pedro G. Romero. Como ejemplo, su versión del himno catalán de Els segadors en el proyecto Fuerza Nueva con Los Planetas transformado en Canción para los obreros de la Seat con letra de un anónimo encontrado por Debord y que incluimos con su videoclip al final de este artículo.

La ocupación de La Carbonera

MATHIEU DAVID | La casa Tarragó, en la calle del Comte Urgell con Floridablanca, cuando estaba ocupada como La Carbonera
MATHIEU DAVID | La casa Tarragó, en la calle del Comte Urgell con Floridablanca, cuando estaba ocupada como La Carbonera

Le comento todo esto a David, que lo descubre, en el momento en que abordamos las nuevas formas de lucha colectiva en la ciudad. Y que actúan como eco en sus crónicas a los años treinta. Cuando se instala en 2008 con su compañera Flora en un piso de la calle Comte d’Urgell, no lejos de la Gran Via, se encuentra que al cabo de poco tiempo delante suyo la casa Tarragó es ocupada. Se trata del edificio más antiguo todavía existente en el Eixample, construido en 1864. La entidad bancaria Barclays, sus nuevos propietarios, lo iban a derribar pero estos planes se vieron truncados por una ocupación que duró hasta el año 2014 y se bautizó como La Carbonera. “Me sorprendió que, al cabo de tres semanas, ya estuviera lleno de gente. Proyectaban películas, hacían de café… Yo iba al bar que sacaba mesas en la esquina de la calle. Y, en seguida, fueron aceptados por la gente del barrio. Me marcó mucho. Me dije que eran realmente eficaces”. A pesar de que acabarían siendo desalojados, el ayuntamiento finalizó reconociendo el edificio como patrimonio a proteger y Barclays no podrá derrumbar la fachada.

“Tuve suerte de conocer este ejemplo porque me acuerdo de otros lugares que no tenían nada que ver. Sobre todo, lo que se hacía allí eran fiestas”. De hecho, David halló así la conexión entre una época y otra. Y empezó a interesarse por este tipo de experiencias comunales. Lo hace gracias también a sus amigas Eva y Maribel, arquitectas y anticapitalistas y que aparecen con sus nombres reales en el libro.

Visita, por ejemplo, la casa okupa de Can Masdeu, en el parque de Collserola. “Me interesa como un espacio donde se hacen cosas aparte de la sociedad, con el objetivo de reescribir una organización colectiva que funcione por sí sola. ¡Y que no acabe en fiasco! Porque, en general, siempre acaba mal. Tampoco quiere decir que sea idílico”. Reconoce, por ello, sus limitaciones: “yo sería incapaz de vivir en una comuna. Compartir las cosas, todo el tiempo, ¡no es mi estilo!”.

Can Vies como ejemplo de resistencia

WIKIMEDIA COMMONS/JEY86 | La oposición de los activistas al derribo de Can Vies en Sants, en mayo de 2014
WIKIMEDIA COMMONS/JEY86 | La oposición de los activistas al derribo de Can Vies en Sants, en mayo de 2014

El caso más emblemático en Barcelona es el de Can Vies, en Sants, porque se remonta a los años noventa y ha sido todo un icono de resistencia. En 2014, el ayuntamiento de Xavier Trias ordenó el desalojo para proceder al derribo del inmueble. Al cabo de una semana, renunció por esta oposición y el espacio ha continuado funcionando desde entonces con el mismo ideario. “Allí se levantó el barrio entero. Es un barrio históricamente obrero, que decide defender un lugar comunitario. Cuando tienes un barrio entero que lo hace, ves la fuerza de Barcelona. En la práctica. Han salvado manzanas de su destrucción. Y ellos mismos se hacen los planos de cómo tendrían que ser las calles. Son extremadamente serios y profesionales”.

David también destaca la manera cómo fue evolucionando el movimiento de los indignados, a partir del 15 de mayo de 2011. En Barcelona, se ocupó durante unas semanas la plaza de Catalunya. Pero, después, se produjo un cambio de estrategia. “Una vez más me pareció muy inteligente. Si te quedas en la plaza, el tema se pudre. No puedes mantener un movimiento como este de forma estable. Se transforma en un campamento, y en realidad no tiene ningún impacto en la vida de la gente. Porque la gente donde vive es en los barrios”. Cuando volvió de unos días en Montreal, se encontró con que sus amigas habían decidido trasladar el movimiento a espacios más pequeños y descentralizados.

Directa o indirectamente, esto llevó a la alcaldía a Ada Colau, que se dio a conocer con las acciones de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH) durante los desahucios de los bancos a familias que no podían pagar los recibos. Un doble castigo a los más afectados por la crisis financiera. Se convirtió en alcaldesa al encabezar la lista más votada en las elecciones municipales de 2015. Peso a ello, el carácter pesimista de David vuelve a surgir sobre la conversión de los indignados en políticos. “Colau, en cierta manera, forma parte de esta oxigenación. Lo que veo, con el caso de Podemos, es que cuando llegan al poder tienen tendencia a irse hacia el centro y de hecho se venden. ¡Los aspiran!”.

El momento de máxima tensión en sus crónicas se sitúa en la operación Pandora de los Mossos d’Esquadra en diciembre de 2014 cuando se detienen catorce okupas en la Kasa de la Muntanya, en el Parc Güell. La acusación era formar parte de unos supuestos Grupos Anarquistas Coordinados, que también dio lugar a más registros en toda el área metropolitana de Barcelona. Siete de los detenidos pasaron un mes y medio en la cárcel y, un año y medio después, la Audiencia Nacional decidió archivar el caso por falta de pruebas. Una vez más, la palabra anarquista se asociaba en los medios de comunicación con una facilidad desconcertante con terrorismo. Mientras, la familia Güell recuperaba esta casa de la montaña que había cedido en su momento a la Guardia Civil y había sido abandonada.

Fuego independentista

WIKIMEDIA COMMONS | Camión de agua de los Mossos d'Esquadra para dispersar a los manifestantes independentistas, en la plaza Uquinaona en octubre de 2019
WIKIMEDIA COMMONS | Camión de agua de los Mossos d’Esquadra para dispersar a los manifestantes independentistas, en la plaza Uquinaona en octubre de 2019

David decide cerrar la cronología de su libro con esta operación, que relaciona con el resto de movimientos okupas de la ciudad. Aunque él ya estaba en Florencia en aquella época. Pero, como decimos al principio, esto le sirve para crear un presente narrativo más fácil de seguir para el lector como si hubiera dejado la ciudad en ese preciso momento. “El presente de esta narración es como un juego de magia. No sé cómo explicarlo. Como la historia está un poco descosida, quería que el tiempo de la narración fuera claro, preciso, no demasiado largo. Por esto, empiezo en enero de 2013 que coincide exactamente diez años después de cuando llegué por primera vez aquí. Y acabo en 2015 porque es cuando se produce la actuación policial contra los anarquistas”. El blog L’intervalle, de Fabien Ribery, profundiza precisamente en esta trampa narrativa.

En una continuación de estas crónicas, se encontraría con la represión de la Policía Nacional y la Guardia Civil a los votantes del referéndum por la independencia del uno de octubre de 2017. Y con la represión de la Policía Nacional y los Mossos d’Esquadra a las manifestaciones contra la sentencia a los líderes independentistas del Tribunal Supremo español en octubre pasado. La Via Laietana y la plaza Urquinaona se transformaron en un nuevo escenario de fuego. “Al principio, más bien me gustó. ¡Está en mi carácter! ¡Me gusta el fuego!… No fue premonitorio porque la cuestión era saber, desde el referéndum de 2017, cuándo estallaría. Hay una tensión muy fuerte en Cataluña con el ‘procès’, y cómo se gestiona desde Madrid. Todo está para que prenda el fuego”.

En esta ocasión, David vivió los enfrentamientos con helicópteros de la policía sobrevolando su casa en Gràcia. Y comprende la reacción virulenta de los jóvenes. “A veces, hace falta prender fuego. Pero, para volver a ‘Barcelone brûle’, ¡Barcelona quema quiere decir que Barcelona es el fuego! No es solo como si fuera un objeto que quema, como una ciudad o un bosque. Barcelona quema porque le gusta el fuego y me puede quemar a mí mismo. ‘Barcelone brûle’ también quiere decir me quema”.

La Primavera de Arce en Quebec

WIKIMEDIA COMMONS | Una de las jornadas de manifestación en 2012 en Montreal, conocido como el Printemps Érable
WIKIMEDIA COMMONS | Una de las jornadas de manifestación en 2012 en Montreal, conocido como el Printemps Érable

Con una precisión, no obstante: “yo soy anarquista, en el sentido de antinacionalista. El nacionalismo no me dice nada, sea español o catalán… Incluso el quebequés”. Por su edad, él no ha podido votar en ninguno de los referéndums legales por la independencia celebrados en Quebec. Tampoco sabe lo que haría si ahora se organizara un tercero. Y lo continúa argumentando: “no es lo que me interesa desde el punto de vista de escritor. En lo que escribo, siempre hay una carga contra una sociedad que puede llegar a ser mortífera. Hay un trasfondo de muerte. Y esto es lo que me interesa desbaratar”.

De todas formas, valora positivamente la llamada Primavera de Arce que se produjo en Quebec en 2012 y que movilizó a los ciudadanos de Montreal durante un centenar de noches seguidas. “En vez de quedarse en una plaza, hacer una acampada, se pusieron a caminar por las calles. Cada atardecer, a las ocho, todo el mundo que quería participar salía y gracias a las redes sociales se agrupaban como si fueran ríos. Y, porque lo hacían cada día en un lugar diferente, no se les podía detener”. Como resultado, en las elecciones legislativas de septiembre el Partido Quebequés, independentista y de centro izquierda, accedió al gobierno con Pauline Marois como primera ministra.

David acabó viajando a su país antes de que se acabara el movimiento. “Digamos que, de cada piso, había alguien que bajaba a la calle a manifestarse. ¡Esto quiere decir mucha gente! Y toda esta gente se hablaban entre ellos, ¡gente que no se había hablado nunca!… Lo más jodido es el olvido. Seis meses después, las cosas volvían a ser com antes”. Y tampoco le fue muy bien al Partido Quebequés, que dos años más tarde cedió el poder al Partido Liberal del Quebec, federalista y de centro derecha.

El Barrio Chino, el turismo y la gentrificación

JOAN COLOM/FOTO COLECTANIA | Una imagen delante del Liceu del célebre fotógrafo del Barrio Chino hecha entre los años noventa y 2000
JOAN COLOM/FOTO COLECTANIA | Una imagen delante del Liceu del célebre fotógrafo del Barrio Chino hecha entre los años noventa y 2000

Las últimas páginas del libro se concentran en un Barrio Chino que ha sido escenario de estos últimos cien años, pero que pierde su alma progresivamente en un síntoma de los tiempos. Nuestro interlocutor es rotundo: “hay muchas calles que han desaparecido. Es la vergüenza de Barcelona. ¡El barrio había estado tan vivo! Desde la Rambla del Raval hasta Sant Pau, o bajando hacia el puerto, ha quedado completamente irreconocible. ¡No tienes ganas de caminar por la avenida de las Drassanes!”.

“Encuentro que el Raval está peor ahora que en 2007. Entonces, aun conservaba este lado misterioso y underground. Era dudoso, pero no había yonquis. Ahora, se ha perdido el lado dudoso pero se ha llenado de yonquis”. Los intereses inmobiliarios, para David, tienen buena parte de culpa. “Lo que he escuchado es que muchos bancos han aprovechado para especular. Compraron pisos, los dejaron vacíos, esto hizo subir los precios y, a la vez, estos pisos vacíos se convirtieron en squats. Y la gente que vive alrededor no lo puede arreglar, porque los propietarios son los bancos”.

Aunque el fenómeno de la especulación, recuerda, no es exclusivo. “En el siglo XXI hemos creado un monstruo que se dice capitalismo financiero, en el cual estamos todos metidos. ¡Porque ahora es planetario! Cuando se habla de inflación de precios, es porque hay gente por ejemplo en Dubai que compra un piso en Barcelona, lo divide en tres partes y lo revende. ¿Cómo se puede parar esto?”. Lo que añade presión a la capital catalana es su apuesta por el turismo. “Porque son veinte millones de personas que van a parar a la misma plaza. Es realmente una oleada de turismo de masa, querida por Barcelona. Ha sido una estrategia de la ciudad”.

En Gràcia, la presión por la gentrificación no es menor. Él ha hallado un cierto refugio. “De Gràcia, me gustan las plazas y que no haya demasiados coches. El Eixample, lo encuentro insoportable… Lo que es importante es que Barcelona vive en un momento en que se tiene que reinventar. Tiene que situarse en cierta manera en el siglo XXI. Tiene que conseguir gestionar sus problemas que ha creado ella misma, de contaminación, los coches, los cruceros, el turismo”. ¿Cambia algo que Colau se mantenga como alcaldesa después de las municipales de 2019? “Creo que está un poco atrapada, porque no dispone de una mayoría suficiente”.

La crítica de Joan de Sagarra en La Vanguardia

Alguien le podría criticar que la suya es una posición privilegiada, porque se puede permitir precisamente vivir en uno de los barrios más deseados de Barcelona. Y que se recrea en lugares comunes como es la huella dejada por Picasso y la herencia de Gaudí con la Sagrada Família, que ocupan dos capítulos de su libro. Y al lado de las referencias francófilas que le inspiran. El furibundo artículo que le hizo Joan de Sagarra en La Vanguardia va por allí. Otro francófilo como él le reprocha que hable de Jean Genet cuando, en su diario de los años treinta, no le dedica ninguna buena palabra a la ciudad. Y que se olvide de otro escritor como André Pieyre de Mandiargues que en 1967 ganó el Premio Goncourt con una novela La marge (Al margen), que elogia la Barcelona antifranquista.

Y, sobre el Barrio Chino, nadie se pone de acuerdo sobre si es un material literario que hace falta seguir explotando. Porque referencias bibliográficas, precisamente, no faltan. Uno de los elementos más delicados de las crónicas de David es cuando habla de los servicios que pagó a una chica de Benín que se dedicaba a la prostitución, los primeros años de estar en Barcelona. Más adelante, en otro capítulo, explica que ha mantenido el contacto y sabe que acabó alertando a la policía por el chantaje que le hacía la red de proxenetas que la introdujo en Europa.

Dejando por entendido que el libro puede pecar en algún momento de una cierta autoindulgencia en cuanto a las relaciones personales que se describen, parece que a Sagarra no le interesaron ni los detalles, ni las referencias ni las conexiones con el anarquismo. “Creo que le hice saltar algo. Es como si hubiera apretado un botón. No llegué a entender qué le pasó por la cabeza. Por ello, digo que la argumentación de Sagarra es mala, en todos los sentidos. Es mala sobre mí, pero también sobre él mismo. Tiene mala fe. Escupe, en cierta manera, sobre el libro. Y, como no se puede leer ni en catalán ni en castellano, en ‘La Vanguardia’ no me dejaron responder”. La alcurnia De Sagarra, por otra parte, impone. “Tenía la impresión de que mi libro molestaría a según quien, pero no sabía de dónde vendría esta crítica. Y me chocó”.

La Florencia de los banqueros

MATHIEU DAVID | Una vista aérea de Barcelona, a cargo del mismo autor del libro <em>Barcelone brûle</em>
MATHIEU DAVID | Una vista aérea de Barcelona, a cargo del mismo autor del libro Barcelone brûle

En Barcelona el libro se distribuye en Jaimes, el establecimiento especializado en publicaciones francesas de la calle València. Y el hecho de formar parte de una colección de Gallimard hace que sea una buena presentación. David envió seis manuscritos a seis editoriales diferentes, pero confiaba sobre todo en esta colección dirigida por el escritor y ensayista Philippe Sollers. “Creía que quizás era la única que podría dar apoyo. Dudé mucho, si esto se podía publicar. Es un libro extraño, un ovni dentro de la literatura. En general, la gente no sabe cómo cogérselo. Se les cae de las manos”.

El libro aparece cuando él ya ha regresado a Barcelona, desde Florencia. Dos ciudades diferentes, aunque se alimenten del carácter mediterráneo. “Para mí, Florencia es un lugar introspectivo increíble. Y me ha ido muy bien para escribir. Vivía en un apartamento silencioso, todo de madera y muy antiguo. Era com si estuviera en un barco. Porque en Florencia no para de llover, y prácticamente no sales”. Una reflexión que le sirve para hacer esta comparación: “es todo lo contrario de Barcelona, en cierta manera. Aquí es el fuego, y allí el agua”.

Durante esta larga conversación también hablamos de París. Solo un apunte: “una ciudad difícil. Hay una cierta violencia entre las personas, hay una agresividad que no siento en otro lugar de Europa o casi. Pero como decía Hemingway, haber vivido cuando eres joven en París te queda para siempre”. En todo caso, los nuevos textos de David provienen de su estancia en Florencia y, ahora sí, prepara una novela que se revela compleja. “Tengo un narrador que se interesa por el nacimiento del capitalismo. Me serviré de la historia de Florencia, con los banqueros para remontar el curso de los acontecimientos. Realmente, voy muy atrás. Hasta el siglo XIII”.

Y algunos de los personajes que han aparecido en este artículo, es posible que vuelvan a asomarse: “para enzarzarlo con ‘Barcelone brûle’, Debord también vivió en Florencia algunos años. Y lo aprovecharé… Tengo ganas de hacer libros que no sean inofensivos”.

 

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