VICENÇ BATALLA. Si la música moderna etíope se ha impuesto en el circuito de las músicas del mundo, y se ha diseminado desde el jazz, al punk y el pop, es gracias al promotor discográfico francés Francis Falceto. La serie Éthiopiques, iniciada en 1997, ha llegado al cabo de veinte años a los treinta volúmenes, además de las colecciones paralelas contemporáneas. En una charla en Les Nuits de Fourvière de Lyon en julio pasado, antes del concierto del veterano Girma Bèyènè acompañado del grupo francés Akalé Wubé y nuevas figuras de Addis Abeba, Falceto reconoció que ya no quedan tantos archivos para exhumar del periodo de oro de la música egipcia, entre finales de los sesenta y principios de los setenta. Y que la serie no llegará a los cuarenta capítulos. Lo que es cierto es que el Swinging Addis ya forma parte del vocabulario de los musicólogos y no para de proyectarse hacia el futuro.
Para llegar a la cifra redonda de los treinta volúmenes, Francis Falceto y el sello francés Buda Musique decidió, precisamente, poner de acuerdo al pianista, compositor y galante Girma Bèyène y el quinteto de jazz instrumental Akalé Wubé que se reconoce en la tradición etíope. El resultado fue en 2017 Mistakes on purpose, que si las listas de mejores discos del año no fueran tan etnocéntricas lo tendrían de haber situado entre los mejores de la temporada. Es verdad que las composiciones son casi todas de la época dorada de Bèyènè, pero reinterpretadas conjuntamente con los Akalé Wubé con el respeto y la libertad de los tiempos actuales. Por una parte, se pone de manifiesto la creatividad y sentido del ritmo y la melodía del septuagenario pianista que, en su momento, consiguió una perfecta simbiosis entre el soul norteamericano y las raíces de su país. En directo, sigue siendo un espectáculo y los Akalé Wubé añaden una pátina free-jazz que aun lo hace más excitante.
En el concierto solo faltó el cantante referente de esta época Mahmoud Ahmed, a quien una flebitis le obligó a quedarse en Addis Abeba. Ahmed, de hecho, está en el origen de la serie Éthiopiques porque Falceto descubrió esta música a través del casete Eré mèla mèla, de 1975, que un amigo de Poitiers donde programaba en la sala Le Confort Moderne se trajo de Addis Abeba en 1984. El impacto y la sorpresa fue tal por una música de la cual no había ninguna grabación en Europa que el hombre de Poitiers se decidió el resto de su vida a ponerla en el mapa para que ahora la reivindiquen artistas consagrados y haya servido para rehabilitar todos estos músicos durante décadas olvidados.
“Ahora, me calmaré y tengo la intención de parar las ediciones”, confesó Falceto en una conversación con el director musical de Les Nuits de Fourvière Richard Robert. “Como se trata de archivos, esencialmente, no se pueden inventar. No son infinitos. Es decir, espero acabar la colección en los próximos dos años. Ya sé que la gente se burla de mí porque hace unos cuantos años que lo digo. Pero empiezo a hacerme viejo, trabajo más lentamente, estoy muy cansado…”.
Una reflexión que, pese a todo, fue seguida del anuncio de proyectos pendientes: “Aun quedan algunas obras maestras por publicar. Espero sacar al menos dos antes de acabar el año. En particular, de un cantante que está muy poco representando en los títulos hasta ahora: Muluqèn Mèllèssè. Se trata de un disco editado en 1977. Para mí, es un ejemplo perfecto del nivel de sofisticación que había alcanzado la música moderna etíope en esta época, al principio de la revolución comunista y antes de que esta la destrozara completamente. La sofisticación es del mismo nivel que la de Fela Kuti o la música sudafricana. Una cosa truncada por el régimen revolucionario, que instituyó un toque de queda que duró dieciocho años seguidos… Ahora bien, creo que la colección no llegará a los cuarenta volúmenes”.
El Corto Maltés de la música
Para entender las condiciones en que se produjo el Singning Addis hace falta ubicar el contexto histórico. Lo que hace diferente musicalmente Etiopía al resto de países africanos es que únicamente ha padecido una colonización corta y temporal, la de la Italia fascista de Mussolini entre 1936 y 1941. Incluso los etíopes se pueden vanagloriar de haber derrotado al ejército italiano en la batalla de Adua en 1896, cuarenta años antes. Por este motivo y su independencia personificada en el emperador Haile Selassie I, que también sirvió para crear la religión de la negritud de los rastafaris, los instrumentos occidentales llegaban por voluntad de la monarquía y no como efecto de la colonización cultural. El padre de la música moderna etíope es el armenio Nersès Nalbandian que dirigía el Teatro Haile Selassie, inaugurado en 1955. El paso de las bandas de swing estatales a los hoteles, con la incorporación de cantantes, acabó por crear las circunstancias apropiadas para que también se editaran discos independientes. Hasta que la revolución de 1974, la guerra civil y la junta militar Deng comandada por Mengistu Haile Mariam desembocara en un cierre del país durante una década y media hasta el golpe de Estado en 1991 que propició un régimen democrático.
“Durante un año, nos informamos e intentamos hallar contactos”, explicó Falceto en su narración digna de un Corto Maltés de épocas modernas. “Personalmente, yo no había ido nunca a África. En abril-mayo de 1985, mis amigos me delegaron para que fuera a Addis Abeba e invitase a Mahmoud Ahmed, Mulatu Astatqé y una orquesta para hacer una decena de actuaciones en Francia. Y me encuentro en medio de una dictadura miltar-estalinista, con un toque de queda permanente desde hacía diez años… Dado el control político en el país y la severidad de los controles, la misión fue un fiasco total”.
Pero este sería solo el primero de una serie de tres o cuatro viajes. “Era el principio de las radios libres, de los años Mitterrand, con circuitos nuevos de difusión de la música, e hicimos circular los casetes muy de prisa. Mucha gente se dio cuenta de que la historia era interesante. En 1986, el Festival de Saint-Denis y el de Aviñón me pidieron que hiciera venir a Ahmed. Y me volvieron a enviar a Addis Abeba… ¡Y tampoco sirvió esta segunda vez! Imaginaros que yo tenía que discutir con el ministro de Cultura etíope, con el responsable de Cultura del partido comunista etíope. Me recibían en un cuartel, con militares. Para mí, no era real. Es el lado de novela menos simpático. Estos responsables, lo que querían era que invitara a artistas protegidos por el régimen como propaganda”.
Escapada a Washington
En todo caso, esto no le desanimó para intentar reeditar todo este material fonográfico en Europa. En 1996, ya obtuvo que la discográfica belga Crammed Discs publicara Eré mèla mèla de Ahmed. Se llegaron a vender trece mil ejemplares. Y se convirtió en uno de los preferidos de música africana de los críticos ingleses y norteamericanos. Y aquí empezó otra aventura de Falceto yendo a Washington a hablar con el editor Ahma Eshèté, que entre 1969 y 1975 publicó en Ahma Records doce álbumes y 113 sencillos, inaugurado con Alèmayèhu Esthèté (el llamado Elvis Presley etíope) y que se convertiría en un estrecho colaborador de Bèyènè.
“Me fijé que, en los vinilos que encontraba tirados de precio en los trasteros polvorientos de las tiendas, se repetía un sello: Amha Records. Su patrón, Ahma Eshèté, estaba exiliado en Washington. Al cabo de un año de revolución en 1974, consiguió un visado. Lo obtuvo para ir a Grecia donde fabricaba los discos. El último de ellos era un 45 rpm ‘Tigrinya’ de un cantante del Tigre Tekele Tesfageize. Las autoridades pensaron que era un disco de propaganda para la independencia de Eritrea y prohibieron su difusión y metieron en la cárcel al compositor, al cantante y al ingeniero de sonido. Y la familia de Eshèté le dijo que no regresara. Para presionarle también encarcelaron a su padre. Como tenía una hermana en Londres, se marchó allí y acabó aterrando en Estados Unidos. Yo lo fui a ver diez años después para pedirle reeditar su catálogo. Aunque, desde su posición de exiliado, no podía negociar estos derechos porque se había ido al extranjero sin saber que no podría volver. No disponía de los registros ni de la lista de direcciones. Y sobre todo no quería que se publicasen reediciones sin la autorización de los artistas, que en su mayoría estaban en Etiopía”.
Aun faltaban unos años para que el país se volviera a abrir al exterior. “Tuve que esperar el fin de la época revolucionaria, en 1991, para que Eshèté pudiera volver a Etiopía. Y, cuando supe que estaba en Addis Abeba, volví a verle. Y se sorprendió de ver a este extranjero tan obstinado volviendo a insistir sobre este material. Y continuamos la búsqueda de los másters. Representó, en total, un trabajo de una decena de años. Curiosamente, los primeros los encontré en Grecia, donde la filial de Columbia fabricaba vinilos para toda África y Asia. El día que regresé a Francia con una maleta llena de másters de Amha Records es uno de los días más felices de mi vida”.
El reconocimiento occidental
Para su colección, Falceto no compró únicamente los derechos de Ahma Records, sino también de Kaifa Records y Philips-Ethiopia que habían hecho la misma apuesta por los músicos locales. De forma un poco azarosa, el cuarto volumen de 1998 sobre ethio-jazz y música instrumental dedicado exclusivamente al vibrafonista Mulatu Astatqè llegó a las orejas del realizador estadounidense Jim Jarmush que en 2005 lo utilizó para su filme Broken flowers. Este fue el espaldarazo final para que la escondida música etíope entrara con todos los honores dentro de los circuitos artísticos independientes. Astatqè no ha parado desde entonces de dar la vuelta al mundo y, en julio pasado, también participó en una noche del festival de Jazz à Vienne, a treinta kilómetros de Lyon.
Mucho de ellos, sin embargo, tardaron todavía más tiempo en ser reconocidos. Es el caso de Bèyènè, que se exilió a Washington en 1981 aprovechando una gira de la Walias Band organizada por el mismo Eshèté. Aunque, una vez en la capital de Estados Unidos, estuvo haciendo todo tipo de trabajos durante más de dos décadas antes que el de músico. A la espera de su retorno a Addis Abeba, Eshèté creó en Washington los clubes Blue Nile e Ibex en que la importante diáspora etíope recreaba los sonidos de sus orígenes
Aunque fue en Boston donde surgió una primera banda occidental que se interesase por retomar la música etíope. Parece ser que el desaparecido bajista de Morphine, Mark Sadman, había traído de Francia los primeros ejemplares de Éthiopiques y puso de moda esta música en la ciudad. Como consecuencia de ello, la big band Either/Orchestra compuso en 2000 una Ethiopian suite a partir de tres temas de la colección y fue invitada a actuar en 2004 en el Festival Internacional de Músicas de Etiopía en Addis Abeba en su tercera edición.
Otra de las colaboraciones destacada, al otro lado del Atlántico, fue el del saxofonista Gétatchèw Mèkurya con el grupo de punk holandés The Ex. Heterodoxos y comprometidos com son los de Amsterdam, hallaron en este virtuoso de un instrumento que tocaba com si de free-jazz se tratara a pesar de no conocer este término un aliado natural para protagonizar una gira que generó en 2007 el álbum de estudio Moa Anbessa. Mèkurya, uno de los decanos de aquella generación de oro, murió en 2016 a los 81 años.
Las fotografías del ‘Swinging Addis’
“Mi pregunta era cómo este tipo de música había nacido en este país”, recordó Falceto en su relato en Fourvière. “Consulté la prensa de la época del emperador Haile Selassie, donde se comprueba a partir de las fotos y los artículos que pasaban cosas increíbles. No tenía nada que envidiar al ‘Swinging London’ y, por eso, lo bauticé como el ‘Swinging Addis’: había chicas con minifalda y toda la parafernalia de los años sesenta…”. El productor Eshèté, de hecho, también iba a Dire Dawa y Asmara, capital de la actual Eritrea, para conseguir importar tanto música occidental como de la región del Tigre o Sudán.
Algunas de estas historias están convenientemente documentadas en cada uno de los libretos que Falceto escribe para sus discos. A falta de un libro que recoja toda esta historia (si exceptuamos el álbum de fotos Abyssinie swing: a pictural history of modern Ethiopian music publicado en 2002 en Shama Books), es la mejor manera per reseguir esta odisea. “En los discos, me pareció indispensable proporcionar una documentación a la vez histórica, con textos, y fotográfica. Me parecía que cualquiera de las fotos aportaba mucho más que toda la cháchara. A menudo estas fotos proceden de colecciones privadas y están en muy mal estado, pero aportan mucho más que toda mi prosa”.
El trabajo de Buda Musique no se limita a la búsqueda de las Éthiopiques, aunque se hagan versiones actuales, y se ha ampliado a nuevas composiciones dentro de la colección Ehtiosonic. Aquí se ha publicado por ejemplo la gira en DVD de The EX y Mèkurya o Noise & chill out. Ethiopian groove worlwide, un doble álbum en 2011 que reúne a todos los grupos occidentales que hasta ese momento se habían inspirado en este sonido o directamente habían colaborado con músicos locales.
Pros y contras de la escena actual
Los franceses Akalé Wubé son uno de ellos, como los uKanDanz de Lyon mismo. En Les Nuits de Fourvière, aparte de la maestría de Bèyènè que guiaba de forma majestuosa el concierto, los Akalé Wubé también contaban con los más jóvenes Eténèsh Wassié y Samuel Yirga. La primera es una dama de la canción de Addis Abeba que ha colaborado con Le Tigre (Des Platanes) de Toulouse y acaba de publicar en digital el álbum experimental Yene alem, con el bajista acústico Mathieu Sourisseau y la violoncelista Julie Läderach. El segundo, un fino pianista que entre otras formaciones integra el grupo británico-etíope Dub Colossus que aporta una dimensión de dub electrónico. Además, la actuación se completaba con el bailarín y coreógrafo Melaku Belay.
“En la escena actual de Addis Abeba, hay individuos magníficos y veremos bastantes esta noche”, repasó Falceto sobre la situación actual. “Quizás no hay muchos más, pero hay. El problema es que, el final de la revolución y de la censura en 1991, me hizo creer que habría una explosión musical. Y durante estos quince, veinte años, no la he visto. Me parece una generación perdida, lo que yo denomino generación post-Deng pese a que haya quien no esté de acuerdo”.
Y remató: “Hay muy buenos músicos, que lucharon para ser una especie de líderes más que artistas. No se ha generado un colectivo, un grupo para poner en pie un proyecto singular, personal, creativo, con nuevas composiciones, nuevos arreglos. Con una visión a medio y largo plazo… Lo diré de otra manera. A menudo explico que haría falta que hubiera un movimiento punk en Etiopía. En Etiopía hay un sentido demasiado fuerte de la jerarquía, del respeto. Haría falta artistas que sacudieran las cosas. Les digo a menudo que no espero que hagan versiones de los veteranos, del imperio. Desearía que fueran tan brillantes como ellos, pero con su creatividad e innovación. ¡Hoy en día, hay instrumentos que hace cincuenta años no existían! No sé si es una falta de esperanza, aunque en estos momentos están pasando muchas cosas a nivel político y muy positivas”.
En concreto, la llegada en abril pasado como primer ministro de Abiy Ahmed Ali que ha trastocado el inmovilismo de tres décadas del Frente Popular de Liberación del Tigre, con la puesta en libertad de los presos políticos y la firma de la paz con Eritrea. Algo que tendría que favorecer el clima para las nuevas propuestas artísticas, si no se reproduce otro cataclismo político.
Gili Yalo, un judío etíope en Israel
La sociedad etíope es un caso también singular, desde el punto de vista de creencias religiosas. La mayoría de la población es cristiana ortodoxa y está emparentada con los cristianos coptos de Egipto. Y una tercera parte es de obediencia musulmana, en las zonas más desérticas del este. Este pueblo antiguo de tres mil años, contaba asimismo con una significativa comunidad judía. Pero durante la hambruna de los años ochenta, casi todos fueron acogidos en Israel. Son los llamados Beta Israel, o más despectivamente falashas. Constituyen más de 130.000 y su piel oscura les ha causado problemas de integración con el resto de judíos israelíes que los considera como una clase social inferior. Por eso, en 2015 protagonizaron una revuelta en señal de protesta.
Uno de ellos, es el músico Gili Yalo que a finales del año pasado publicó un álbum homónimo donde mezcla canciones en inglés con otras en amárico y donde se reconcilia con su historia familiar de huida de la pobreza cuando él tenía cuatro años. Es uno de los ejemplos de artista judío mestizo, que se reivindica tanto en la tradición africana como en los nuevos ritmos urbanos y que tiene un común denominador en el reggae. Presentaba el disco en el festival Transmusicales de Rennes en diciembre pasado y tuvimos la oportunidad de hablar con él de música, sociedad y política.
“Cuando era pequeño, me decía que no quería volver a la jungla, ¡realmente me creía que Etiopía era una jungla!”, nos confesó un Yalo en la treintena y residente en Tel Aviv. “Con el tiempo, leí sobre la cultura etíope y entendí que era una historia antigua, bonita y mágica. Y que tenía que estar orgulloso de donde vengo. Me di cuenta de que me estaba perdiendo una fortuna. Empecé a escuchar la música y después a intentar escribir yo mismo en amárico”.
Recuerda que la primera canción etíope que escuchó fue de Muluqèn Mèllèssè, un vocalista de timbre muy agudo. Después, se interesó por Mahmoud Ahmed e hizo una versión de un tema suyo con su anterior banda de reggae Zvuloon Dub System. Y, más tarde, incorporó a su discoteca los cantantes también célebres Tlahoun Gèssèssè y Neway Debebe. Personalmente, ha conocido a Ahmed, Debebe, Mulatu Astaqè y la cantante más joven Aster Aweke en las visitas de estos para actuar ante su comunidad en Israel.
“Cuando me puse en ello, tenía realmente miedo de cantar en amárico. Pensaba que el público y la familia me criticarían… En Berlín hice unas sesiones que se filmaron y de golpe y porrazo explotaron en YouTube, con mas de 300.000 visitas. Lo que me sorprendió más es que muchas de estas visitas procedían de Etiopía. ¡Y les gustaba! Después de esto, me sentí mucho más cómodo cantando en la lengua de mis padres”.
Entre Bob Marley y Fela Kuti
El mejor tema del disco es Selam, en amárico y del cual fue a hacer un videoclip en Addis Abeba donde se le ve cantando y bailando con gente de la calle. El otro videoclip es por la canción en inglés Africa, y en la que interviene la israelí Keren Dun. En este otro, las imágenes aprovechan el baile afrofuturista de unas chicas y un grupo de jóvenes skaters que demuestra que así como en los años sesenta la juventud etíope bailaba al ritmo de James Brown ara lo hace al del hip hop.
Una juventud mestiza que, en Israel, era hasta ahora ignorada. “Ha habido muchos problemas. Pero, en este momento, en los medios de comunicación aparecen muchos actores, cantantes, gente de la comunidad etíope que sale en la televisión. Lo que sirve para que sean visibles en Israel. Esto no quiere decir que los problemas se hayan resuelto, pero es un buen comienzo”.
En directo, Yalo mezcla el estilo de los rastafaris jamaicanos con la actitud africana de un Fela Kuti. Funciona mejor cuando sus acompañantes, haciéndose servir de instrumentos de viento, se adentran en el característico sonido etíope de escala pentatónica. Cuando aparece precisamente el nombre del activista jamaicano Marcus Garvay que a principios del siglo pasado teorizó la ideología rastafari panafricana, Yalo me recuerda una de sus citas: “Garvay dijo que un árbol sin raíces, puede caer muy fácilmente. Pero un árbol con raíces puede ser muy fuerte. Es en lo que yo creo y me inspira. Desde que canto en amárico, me siento más cerca de mi casa, de mi cultura. Me siento mucho más orgulloso y mucho más fuerte”.
El trabajo documental
Para hacerse una idea de lo que significa la escena del Swinging Addis, lo que sí que hay es una serie de documentales donde se mezclan imágenes de época con la de sus protagonista ahora, incluido Francis Falceto. La británica Mango Films produjo un par de breves monográficos sobre el pianista Samuel Yirga y el bailarín Melaku Bely para la televisión Channel 4 y que estuvieron dirigidos por el brasileño Henrique Goldman que debía llevar a cabo una película más larga.
El saxofonista inglés Courtney Pine fue a entrevistar parte de los responsables de esta historia a Addis Abeba en 2014 para la BBC. Y el polaco Maciej Bochniak ha realizado recientemente el documental de setenta minutos Ethiopiques: revolt of the soul, con estos mismos protagonistas y la intervención de músicos como Elvis Costello o Brendan Canty de Fugazi y que forma parte de la programación del próximo In-Edit Festival barcelonés (25 de octubre-4 de noviembre).
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