VICENÇ BATALLA. Confiesa que le resulta extraño que lo llamen Georges cuando su padre, Salvador, hermano pequeño de Josep Bartolí (1910-1995), y su madre casados en Perpiñán le decían Jordi. El sobrino de Josep, cuya figura se ha hecho famosa tras la película de animación de éxito de Aurel, culmina toda una gesta una vez conseguido traer el legado de su tío que conservaba hasta ahora su viuda Bernice Bromberg en Nueva York desde la muerte del dibujante y pintor. Y que gracias al film Josep (de quien en 2020 publicamos un reportaje con declaraciones de Aurel) ha recibido la atención necesaria que durante años había quedado enterrada como la historia del medio millón de republicanos exiliados en el sur de Francia acabada la Guerra Civil en 1939. Y es, precisamente, en el Memorial del Campo de Ribesaltes en la Cataluña Norte donde se abre esta semana la exposición Josep Bartolí. Los colores del exilio (hasta el 19 de septiembre de 2022), comisariada por su sobrino y uno de los lugares por donde pasó Josep en su convulso periplo antes de poder desembarcar en México cargado con sus dibujos sobre los campos de internamiento de los republicanos.
Después, se convirtió en un ilustrador y pintor de prestigio en México y Estados Unidos, pero nunca perdió su combatividad social mientras continuaba dando vueltas por el mundo. Jordi Bartolí ha hecho posible lo que, desde Cataluña, la familia tarrasense Canyameres había intentado desde hace años, junto con los dibujos de los campos cedidos en su momento a los Archivos Municipales de Barcelona, además de piezas de la Colección Nacional de Arte de la Generalitat, el Centro Cultural de Terrassa y los fondos privados de la familia Canyameres Sanahuja y Joëlle Lemmens.
Sus préstamos permiten ahora ofrecer una exposición panorámica e inédita de Josep Bartolí, haciendo una selección de las 270 piezas (y un millar de dibujos) entregados por la viuda que quedarán para siempre jamás en Ribesaltes, y que lo sitúan como un referente heterodoxo e imprescindible del reportaje gráfico que se confunde con las vanguardias del siglo XX. El sobrino de este personaje de vida novelesca nos explica la odisea de haber podido reunir la obra de su tío en un trabajo de décadas sobre su memoria. Tampoco es por casualidad que Jordi/Georges Bartolí nacido en 1957 se haya ganado la vida como fotoperiodista, local e internacional.
¿Qué crees que pensaría Josep de esta exposición?
“Es difícil saberlo, pero Josep era alguien que no tenía muy en cuenta la fama sino que siempre se alejaba de lo que eran exposiciones. Pese a que hizo muchas, porque no había más remedio para darse a conocer. Pero me gustaría pensar que estaría orgulloso, además viniendo de su sobrino, que se haga esta exposición en Ribesaltes. Tanto por el aspecto de reconocimiento de su estatus como artista, que ha sido despreciado, como por su legado político. Es un alegato de memoria. No una memoria de quejas y de pésame, sino ofensiva. De reivindicación de lo que somos y de donde venimos. Pienso que estaría orgulloso”.
Y es importante, en este sentido, el lugar donde se hace. Es muy simbólico que sea en Ribesaltes.
“Podría hacerse en un museo, y podría ser muy bonito con todos los museos que hay Francia con condiciones de exposición muy favorables. Pero, aquí, además de tener un muy alto nivel museográfico por la disposición y conservación de las obras, se trata de un lugar de memoria. La obra de Josep Bartolí se basa en dos aspectos: este artístico, pero también el del legado político. Va con dos patas. En cualquier museo, tendría su interés ver la obra artística de mi tío. Pero la parte memorial, la parte histórica, la parte política, no podía ser en otro lugar. Yo no veo en la región de Occitania, incluso en el Rosellón de la que forma parte administrativamente, donde hubiera tenido más sentido esta obra, donde estuviera en un lugar más acertado”.
Los refugiados de ayer y hoy
¿Con Josep habíais venido a Ribesaltes?
“No, nunca. En la época en que Josep venía a Perpiñán, evidentemente el Memorial todavía no existía. El Memorial solo tiene siete años. Y antes, de los diferentes campos de concentración que se fueron sucediendo en la zona solo quedaban vestigios”.
¿Nunca habíais hecho un recorrido por ellos?
“Lo hicimos en la playa de Sant Cebrià y de El Barcarès. Sobre todo en la primera, donde vivía mi padre. Pero Josep tampoco era un hombre de nostalgias. Él miraba hacia adelante. Ya sabía de donde venía, y sabía sobre todo por donde había pasado. Pero tampoco vivía con esta visión ‘llorona’ que dicen los chilenos de la historia. Vivía con una visión política, actual, moderna”.
Intentando entender los problemas de su tiempo, a partir de su experiencia…
“Exacto. De esto sirve la memoria. Puede servir de muchas cosas, y para los historiadores tiene todo el sentido y está muy bien que hagan estudios precisos y dispongan de listas de nombres y fechas. Son muy útiles. Pero también hay otra visión que quizás es menos científica, pero que tiene más que ver con la sociedad y es más emocional. Y es qué hacemos de esta memoria. Si es para volver a pasar la frontera cada mes de febrero llorando porque el fascismo nos hizo sufrir mucho y perdimos nuestro país, un par de veces conviene porque también hay mucha emoción. Y la emoción es necesaria, y la comprensión. Pero cada año, no. Hoy, los que pasan la frontera en condiciones absolutamente escandalosas no somos nosotros, ni nuestro padres que la mayoría ya no están aquí. Son los migrantes, que son los refugiados de hoy. Los muertos de hambre de África y del Sahel, que no tienen más remedio que venir a ahogarse en el Mediterráneo para intentar vivir algo mejor. Si no lo miramos con esta óptica, esto no sirve. Una vez, en una manifestación de hijos de refugiados, había una pancarta que decía: ‘Ya no lloraremos más, cantaremos’. Y, hoy, me encuentro más en el supuesto de cantar que de llorar”.
¿Quizás, por eso, habéis subtitulado la exposición Los colores del exilio?
“Sí, hubiéramos podido subtitularlo ‘El dolor del exilio’. No, la hemos denominado ‘Los colores del exilio’, porque el ser humano siempre tiene unas capacidades de adaptación de supervivencia que son magníficas. Y mi tío es un ejemplo brutal. ¡Se hubiera tenido que morir veinte veces! Primero, en la Guerra Civil. Después, en el exilio. Más tarde, escapándose de los nazis, y atravesando el Atlántico. Y tuvo una necesidad vital porque lo importante es mirar hacia adelante y sublimar un poco lo que has pasado o lo que te han hecho pasar para hacer de ello una exigencia de vida y una exigencia de esperanza, y de lucha”.
El éxito de la película de Aurel
¿Sin la película Josep se hubiera podido hacer una exposición como esta?
“Yo creo que no”.
De hecho, el trabajo de mantener viva la obra y la figura de Josep lo has estado haciendo hasta ahora, con los libros y con el contacto con los detentores de las obras. ¿Pero en qué han cambiado las cosas que esta película exista?
“Pues, nos ha situado en un cohete estratosférico. Yo hice un libro en 2009, hace doce años, que se llamaba ‘La retirada: éxodo y exilio de los republicanos de España’ (Actes Sud; El Mono Libre, 2020). A pesar de que no era ninguna historia de ‘La retirada’, sino que era una historia de los hijos de ‘La retirada’ y como habíamos vivido en este país que no era el nuestro. Pero me basé, evidentemente, en los ejemplos familiares, y tuve la suerte de basarme en los dibujos de mi tío. Y el libro se convirtió más en un libro sobre mi tío, que no era la idea inicial. Depende de como la gente se lo mire. De este libro, en diez años, se han vendido doce o trece mil ejemplares. ¡Que es mucho, por un libro tan especializado! Pero no pasan de trece mil. Y, si calculas los préstamos en las bibliotecas y la gente que se los deja, podemos llegar como máximo a unas veinte mil personas que se enterarán de la historia. De las cuales la mitad ya lo sabían.
En todo caso, en sí mismo ya era un éxito y se hubiera podido quedar así. Pero, después, están las casualidades de la vida. Pasa Aurel por aquí, se cruza con el libro, se enamora de los dibujos y quiere hacer una película. Y hubiera podido ser una película muy mala, ‘llorona’ y sin ninguna ambición. No, ¡es una gran película! Y no solo a los profesionales les gusta, sino también al público. En Francia, estamos en más de 200.000 espectadores, que es enorme. Y en España no llega a tanto, pero no está mal. Es un cohete estratosférico. Ha llegado a una órbita cultural que yo no hubiera podido llegar nunca, porque no tenía medios. No sé qué hubiera pasado con la obra de Josep. Quizás sin Aurel, no se hubiera podido convencer a la viuda, Bernice Bromberg, que es quien guardaba las obras. Porque Bernice ya cuenta con una edad, con 91 años, pese a que se encuentre perfectamente bien. Pero no tiene descendencia, no tiene sobrinos. ¿Qué hubiera pasado con la obra?”.
La odisea de la donación de Bernice Bromberg
De hecho, la donación de Bernice Bromberg se ha producido después de la película.
“Más bien durante la producción de la película. Aurel hizo idas y venidas de Nueva York, yo también, para discutir con ella. Es verdad, ¡no era sencillo desde Manhattan explicarle a Bernice qué es el Memorial del Campo de Ribesaltes!”.
Cuando Josep vivió en Perpiñán hacia los años 1976, 1977, ¿Bernice no estaba?
“No, a pesar de que estaban juntos. Estaban juntos antes, y estuvieron juntos después. Eran muy independientes el uno del otro. Para ella, cosas como ‘La retirada’, el campo de Ribesaltes o las playas de aquí pinta poco, incluso la Guerra Civil española. Es una historia, para ella, lejana. Sí, sabe perfectamente de donde viene su marido, pero no es su historia y no estoy seguro de que le interese mucho”.
¿Cómo fue el proceso para poder traer todas estas obras aquí? No parece que haya sido muy fácil.
“La región de Occitania invierte en la película. ¿Por qué? Porque una gran parte de la inmigración de ‘La retirada’ en el sur de Francia, también en Aquitania, es importante demográficamente. Es una constatación sociológica, y también es gente que vota. Es lógico, hay una preocupación por el tema. Y puesto que la región de Occitania invierte mucho dinero en la película, se le dice que ponga algo más y que se pueda recuperar su obra. ¡Y aceptan! Designan al Memorial de Ribesaltes como operador para hacerlo y es el Memorial quien decide hacer la propuesta a la viuda. Y Bernice, muy rápidamente, está de acuerdo”.
Porque lo tenía guardado, pero sin que fuera público, en un almacén de Manhattan…
“Y que le costaba mucho dinero cada mes. Un almacén, en Manhattan, ¡vale más que un piso en la Via Laietana de Barcelona! Era un peso para ella. Es alguien que tiene dinero, pero tampoco es rica. Y un poco sí que le va bien poder deshacerse de la obra, pero con un objetivo: no porque sí, sino para darle una segunda vida. Ella hace creo que tres viajes a Barcelona para verse con Manel Canyameres. Y, en Barcelona, no les hacen ningún tipo de caso”.
La imposibilidad catalana
Manel me explicó que, cada vez que hacían una reunión con la Generalitat, habían cambiado de consejero de Cultura y se les tenía que volver a explicar todo de nuevo.
“De consejero, de directores de Cultura, de directores de museo y del Memorial Democrático… no les hacen caso. Y Bernice dice que no quiere dinero, quiere que se aproveche la obra de su marido. Lo único que pide es que hagan una buena exposición, que tenga espacio y calidad. Y, al cabo de un tiempo, cuando ya está un poco desesperada, llegamos nosotros. Le decimos que nos comprometemos a hacer una exposición importante. Y, por el hecho de que yo sea el sobrino, me zambullo y les aseguro que lo haré. ¡No sabía que me daría tanto trabajo! ¡Tantos líos! Pero lo hubiera hecho igualmente, porque no me podía escapar. Había una fatalidad histórica de hacerlo…
Entonces, Bernice me hace confianza. Ahora bien, ella desconoce completamente qué es el Memorial de Ribesaltes. Le enviamos fotos, documentación, el proyecto del Memorial, que es un lugar más frecuentado que otros museos franceses, con entre 50.000 y 100.000 personas el año. Y cuando acepta, empieza el follón: abogados, notarios, la región con su mirada jurídica pese a que para ellos todo es nuevo… un notario de Ribesaltes que se encuentra con la obligación de discutir con abogados de Nueva York, con unos derechos que no siempre son compatibles. ¡Un lío! Y dura, dura, dura… Llega, además, la Covid. Françoise Roux, administradora del Memorial, y yo teníamos que ir a Nueva York para firmar la convención de la donación, pero no pudimos ir. Lo tuvimos que hacer a través de abogados con una procuración, pero también nos encontramos con diferentes niveles de procuración para que Bernice no tuviera que desplazarse a Europa… ”.
¿Cuántos viajes acabaste haciendo para esta operación?
“Yo hice dos, y antes de la Covid. Tampoco son tantos. Si hubiera podido hacer todo lo que se tenía que hacer, hubieran sido cuatro… Hasta el 21 de julio pasado, no nos llegaron las obras de Nueva York. Entonces, yo tomé deprisa y corriendo fotos de todas las obras para que los responsables de la región y del Memorial vieran de qué se trataba. A pesar de que con esto tampoco podíamos hacer un catálogo muy bien hecho. No fue hasta después que el fotógrafo designado (Jordi Canyameres; hermano de Manel) pudo venir a tomar las imágenes que hacían falta. Hemos sufrido hasta el último momento”.
Para los préstamos temporales de los Archivos Municipales de Barcelona, así como para la Colección Nacional de Arte de la Generalitat, el Centre Cultural de Terrassa y las colecciones privadas de la familia Canyameres y Joëlle Lemmens (viuda del pintor perpiñanés Floreal Radresa) ha sido más fácil, ¿imagino?
“Para Joëlle Lemmens, Canyameres, el Centre Cultural de Terrassa, ha sido más rápido. Pero el hecho de sacar obras del Estado español también comportó cierto papeleo porque se necesita el permiso del Estado al tratarse de obras de patrimonio nacional. Pero todo ello resultó mucho más sencillo que el tema de Nueva York, aunque también dio su trabajo”.
El interés del Reina Sofía
Y, en el momento en que estaban llegando todas estas obras, tú ya tenías en mente como estructurar la exposición. No es necesariamente cronológica, a pesar de que sí empieza con los campos de internamiento. ¿Cuál es el objetivo de los diferentes espacios temáticos?
“Yo quería que la exposición empezara con los dibujos en la prensa en los años treinta y de los campos de internamiento de los archivos del ayuntamiento de Barcelona. Porque es el punto de inflexión de la vida y de la obra de mi tío. Y, además, aquí estamos en un Memorial. El dispositivo en el primer pasillo de la arena, el vidrio, las huellas de las botas en el suelo y la zarza de madera, esto lo tenía claro. La parte de la obra pictórica con sus espacios temáticos fue más bien un trabajo colectivo con el Memorial. Yo quería empezar con los dibujos, pasar por la pintura y acabar otra vez con los dibujos. Sí, yo soy el comisario de la exposición, pero el itinerario se ha hecho de forma muy colectiva. Porque he encontrado gente que se han involucrado y apasionado por el tema. La implicación del equipo ha sido más alta de lo que yo podía esperar, una cosa que a mí también me ha obligado a correr detrás de ellos. Y es emocionante porque esta gente no son hijos de exiliados, no son catalanes en su mayoría, ni españoles, y se han volcado. Es un poco lo que ha pasado con la película. Las personalidades que vienen a la inauguración (el 23 de septiembre), como el actor Bruno Solo, o los que han enviado un vídeo, como Sergi López, ya aceptaron trabajar para la película con el mínimo sindical. También fue el caso de François Morel (todos ellos doblando la voz de los personajes animados, así como Valérie Lemercier o Sílvia Pérez Cruz)”.
Es algo más que una exposición…
“Sí, y que una película. Se rescata una historia que afecta a todo el mundo”.
Y también sirve para reivindicar a Josep Bartolí como artista. Esta exposición estará aquí un año, después puede viajar, pero siempre habrá un espacio permanente en Ribesaltes. Es una manera para que se se le reconozca, precisamente, su carácter de artista.
“Y la definición como artista no la hago yo, la hace la directora de colecciones del Museo Reina Sofía de Madrid, Rosario Peiró, que explica que están ampliando la época que habla de las guerras en España. Y cita a tres artistas mayores: Goya, Picasso y Bartolí”.
Por lo tanto, el Reina Sofía quizás compre obra…
“Las están buscando cómo locos. Se les escapó todo esto, y están comprando a precio de oro obras en México, las pocas que quedan. Aunque ellos están muy centrados en el dibujo de guerra. La pintura norteamericana de Bartolí, de momento, no es lo que los moviliza más”.
Pero, hablando de pintura, Josep estuvo en el momento clave de la vanguardia en Nueva York del expresionismo abstracto a finales de los años cincuenta. Y se habla mucho de sus autores más conocidos, pero él también los pudo influir. ¿Hasta qué punto Josep, con su experiencia y su forma de trabajar, tuvo un papel importante?
“No puedo contestar”.
¿Pero hablabais de las vanguardias en Nueva York?
“Muy poco”.
Es verdad que parece que Josep no era alguien que quisiera ser protagonista…
“Todo lo que sé de su obra, no lo sé por él”.
La relación con los artistas contemporáneos
¿Y él era consciente de que había vivido un momento histórico del arte contemporáneo?
“No, creo que no. Opinaba sobre (Jackson) Pollock, de quien decía que era un borracho, pero que era un gran pintor. O también de Dalí, de quien decía que era un hijo de puta franquista asqueroso. Tenía su visión crítica de los contemporáneos. Pero nunca le oí decir algo como: ‘estos hijos de puta son famosos y yo no’. Porque tanto le daba… Él me decía que había crecido en la calle, con una madre muerta y un padre muy ausente. Fue criado por su hermana (Rosa) y empezó a trabajar con su hermano Joaquim, con quien casi eran gemelos y hacían decorados para los teatros del Paralelo de Barcelona y las ferias de la ciudad. Y eran terribles, porque cada semana se las tenían con la guardia urbana. Eran autodidactas y de un entorno social muy humilde. No se definían como intelectuales, aunque lo fueran. Y, en el caso de Josep, él tenía una ideología anarco-sindicalista, con una visión muy alejada del dinero y el poder. Nunca hizo ningún esfuerzo para ser conocido ni para ser famoso”.
Ya tenía unos ingresos importantes asegurados con la revista norteamericana Holiday y con otras publicaciones…
“Sí, y con decorados para el cine. También trabajó para editores franceses”.
No parece que tuviera prejuicios para según qué tipo de trabajo. Era capaz de hacer cosas comerciales y, a la vez, otras de más minoritarias que le interesaban a él. Nunca perdió la vena social. Y, por eso, se interesó en sus obras por las minorías, por los negros, por la condición de las mujeres. Pero no lo veía como una forma de ganar dinero…
“Nunca, y acabó pelado como una mona. No era suyo ni el piso donde vivían en Nueva York, era de alquiler”.
¿Las exposiciones y las obras no le daban dinero?
“Poco. Me parece que le costaba más que lo que le aportaban. La vida se la ganaba de forma diferente”.
Pero, además, estaban los libros que publicaba.
“E hizo muchos”.
¿Y dónde están?
“En bibliotecas. Compré bastantes a través de internet. Y ya empieza a ser un poco complicado comprar libros suyos porque suben de precio”.
Ahora sí que aumenta su cotización…
“Sí, y mucho. Por ejemplo, compré ‘Campos de concentración 1939-194…’, del cual en México en 1944 solo se hicieron mil ejemplares. Yo tengo uno, que era el suyo que me regaló. Y compré otro porque mis dos hijos, un chico y una chica, tuvieran uno cada uno. Para mí, es un libro fundamental en mi conciencia política e histórica. Con este libro, sé de donde vengo. Mis padres no me lo habían explicado. Mi abuelo materno es quien más cosas me dijo, como estibador en el puerto de Barcelona de la CNT. De la guerra, mi madre solo me explicaba los bombardeos cuando ella tenía catorce años en 1939. Pero del frente y de ‘La retirada’ no explicaban nada. Ni Josep, porque él dibujaba. Todo lo que no te decía, lo veías en sus dibujos. Es lo que me hizo el adulto que yo soy, concienciado políticamente y comprometido socialmente”.
La historia con Frida Kahlo
Y hay otro elemento del cual supongo que él tampoco hablaba. Me refiero a su relación sentimental con Frida Kahlo (1907-1954) quien, en aquel momento, quedaba en un segundo plano por su marido, Diego Rivera. Y, ahora, incluso se subastan las cartas que se enviaban entre ellos a escondidas. ¿Josep no debía ser consciente de la trascendencia que le damos ahora?
“Yo había sentido nombrar a Frida Kahlo toda mi vida, porque mi tío no hablaba nunca de ello con ningún hombre de la familia pero sí que lo hacía con las mujeres. Con mi hermana grande, con mi madre que se querían mucho. Ellas lo sabían todo del romance con Frida. Nosotros, nada. Yo, de pequeño, sabía que Josep había sido su amante. Pero como que no sabía mucho quién era Frida Kahlo, no le daba más importancia. Solo sabía que había sido una pintora mexicana. Hasta que yo mismo me di cuenta de quién era, realmente, Frida Kahlo. De qué quería decir, y no necesariamente por que fuera su amante”.
No hablaba con los hombres de ello quizás por un tema de pudor…
“Exactamente. Era una cuestión de no presumir. Porque en el círculo de la política hispano-mexicana, sí que la figura de Frida Kahlo había sido conocida… Es que estuvo muy de enamorado. Josep se enamoró pocas veces…”.
Y si Frida Kahlo no hubiera muerto, ¿la relación hubiera podido durar?
“Rivera lo quería matar, lo buscaba para matarlo”.
Ah, pero Rivera lo supo…
“Está claro, Frida se lo decía todo”.
Las cartas las firmaban con pseudónimo, pero la relación era pública…
“Sí, para que nadie las interceptara… Rivera era un pintor absolutamente genial, pero no dejaba ser de ser un mal nacido”.
En búsqueda de nuevos anfitriones
Volviendo a la exposición, habéis recibido 270 obras como donación de Bernice. ¿Pero habéis contado también los dibujos?
“Sí, hay un millar. Pero de dibujos hay muy acabados, pero también muchos esbozos que no están ni firmados. Son como fragmentos de obras”.
Y, después de la exposición, ¿qué haréis de todo esto?
“De momento, descansaremos (risas). Esta es la primera urgencia. Después, yo volveré con becarios o aficionados para hacer una reestructuración de la obra más a fondo. Están todos sus viajes, y es impresionante. Con lo que tenemos, podemos hacer diez exposiciones más, con temáticas diferentes”.
No es oficial, pero sí que hay intención de crear un espacio permanente Josep Bartolí en el Memorial…
“Sí, sí. Después, podemos desarrollar otras exposiciones temáticas sobre las mujeres, sobre la tauromaquia. Pueden haber exposiciones sobre la cuestión memorial y, otras, sobre la cuestión estrictamente artística. Y si un museo de Toulouse, de Montpellier o de Barcelona se enamora de las obras de la época de la crítica social, hay más exposiciones por hacer. Se puede ir adaptando en función del tamaño de las salas”.
Y esta actual en Ribesaltes, cuando se acabe en septiembre del año que viene, ¿puede ir a otro espacio en Cataluña?
“¡Ojalá!”.
¿Al Museo Nacional de Arte de Cataluña (MNAC), por ejemplo?
“Sería lo lógico, que la próxima exposición fuera en Barcelona. Pero, de momento, no vemos que alguien tenga un proyecto. Es verdad que estamos a comienzos de la mediatización de la exposición, las cosas pueden cambiar. Como no le hicieron caso a la viuda cuando les propuso la posibilidad, pienso que hoy tampoco. Ahora, si prefieren que esto vaya a Madrid, pues que vaya a Madrid. Te tengo que decir que me sabría mal, pero Madrid no solo es la capital de España sino una capital europea, importante y moderna. Donde esto tendría un sentido, como en París, como en Nueva York, como en México”.
En todo caso, a partir de ahora el Memorial de Ribesaltes se identificará por siempre más con Josep Bartolí. Y hay gente que vendrá expresamente por eso.
“Sí, será un lugar de referencia. Porque todavía no se ha escaneado todo, porque nos hemos dedicado a lo más urgente para la exposición. Pero, por ejemplo, con Manel Canyameres ya tenemos un contrato para volver a venir con unas obras que, en este momento, no necesitábamos. Seguiremos escaneando los dibujos, haciendo las reproducciones fotográficas de las obras para tener una base documental que se podrá ver por internet”.
Y, en tu caso, ya te puedes dar por satisfecho por haber cumplido con el trabajo que te tocaba hacer…
“Hay una anécdota. Cuando mi tío me regaló su ejemplar de ‘Campos de concentración’, que era el último que tenía, me puso una dedicatoria: ‘Para Jordi, este documento ‘fotográfico’ que quizás un día contribuirá a romper la eficaz conspiración del silencio’”.
* Catálogo Josep Bartolí. Les couleurs de l’exil (TohuBohu Éditions/Mémorial du Camp de Rivesaltes; en francés), 252 páginas, 35 euros. Textos del periodista y editor Joël Mettay, con una cronología y entrevistas al dibujante y realizador Aurel, la historiadora del arte Pilar Parcerisas y Jordi Bartolí. Reproducción de las obras expuestas con los diferentes apartados: Galería de los campos; Las mujeres; Retratos; Tauromaquia. La danza de muerte; Calibán; Guerra y hambre.
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