Éric Bouvet: «La foto es una prueba; permanece, denuncia, demuestra”

ÉRIC BOUVET | Imagen de un Kabul en ruinas durante la intervención de Estados Unidos en octubre de 2001, una de las fotos de la exposición <em>Éric Bouvet 1981-2021: 40 años de fotografía sin clasificar</em> en el Visa pour l'Image 2021
ÉRIC BOUVET | Imagen de un Kabul en ruinas durante la intervención de Estados Unidos en octubre de 2001, una de las fotos de la exposición Éric Bouvet 1981-2021: 40 años de fotografía sin clasificar en el Visa pour l’Image 2021

VICENÇ BATALLA. Nos servimos de las palabras del fotoperiodista Éric Bouvet (París, 1961) recogidas en su exposición para terminar el artículo general sobre el Visa pour l’Image 2021 de Perpiñán (28 de agosto-26 de septiembre). Y dado que presentó su impresionante trabajo sobre algunos de los mayores conflictos que han sacudido el mundo en las últimas cuatro décadas en Éric Bouvet 1981-2021: 40 años de fotografía sin clasificar, era oportuno poder dialogar con él durante la primera semana del festival basándose en sus fotografías en las paredes que se hacen eco de la actualidad más inmediata. Evidentemente, el regreso de los talibanes al poder en Afganistán. Un tema obligado a abordar porque el fotógrafo lleva tomando imágenes del país desde la época de la ocupación soviética.

Sin tiempo para montar una exposición sobre los recientes acontecimientos en el país, Afganistán ocupó sin embargo un lugar destacado en los debates y proyecciones de la cita perpiñanesa. Pero la trayectoria de Bouvet es muy amplia y abarca casi todos los rincones del planeta y los momentos clave de los conflictos. Así lo demuestran la sesentena de fotos de la exposición de una carrera que comenzó en 1981 en la histórica agencia Gamma, pero que a partir de 1990 tomó el camino del corresponsal freelance.

De hecho, el fotoperiodista ya había participado en el primer Visa pour l’Image de 1989 con su reportaje exclusivo sobre el funeral de Jomeiní en Irán (por el que fue premiado con el World Press Photo News al año siguiente; además de recibir una paliza de la Guardia Revolucionaria por haber fotografiado los restos del ayatolá supremo desnudo). Su trabajo en Chechenia, por otro lado, le valió el Visa de Oro News y el Premio Bayeux Calvados para corresponsales de guerra el año 2000. En 2012, volvió a recibir el Visa de Oro News por su reportaje sobre la caída de Gadafi en Libia. Y en 2014, ganó el premio británico Frontline Club por sus imágenes de la batalla de Kiev, en la plaza Maidán. Además, la revista francesa Polka Magazine le coronó en 2020 como fotógrafo del año. Desde hace veinte años, finalmente, anima talleres en los Rencontres de Arles, así como en otros países europeos como España. Así que la conversación con él podía ser inagotable, y al final nos deparó una sorpresa sobre las dificultades de la profesión.

VICENÇ BATALLA | Éric Bouvet, delante de una de las fotografías de su exposición en el Visa pour l'Image de Perpiñán, a principios de septiembre
VICENÇ BATALLA | Éric Bouvet, delante de una de las fotografías de su exposición en el Visa pour l’Image de Perpiñán, a principios de septiembre

¿Qué impresión tiene usted mismo de esta impactante retrospectiva, que además se encadena con la actualidad más candente? Parece que esta es una historia interminable y cíclica.

«Suelen decir que la historia se repite, pero esto es a menudo cierto. Da la impresión de que lo aceptamos por fatalidad. Francamente, esta nueva generación que lucha contra el cambio climático, que toma nota de todo lo que mi generación, la de mis padres, la de ‘los treinta gloriosos’ (1945-1975), de todo lo que hemos contaminado, de todo el daño que ha hecho la epopeya industrial, ¡afortunadamente esta generación está aquí! Tengo confianza en el hombre y en la humanidad. Sé que hay muchos abusos. El mal está ahí, en todas partes. Pero estoy muy orgulloso de que mis hijos formen parte de esta nueva generación, de que sean conscientes de que hay que darle la vuelta a las cosas, de que hay que parar las tonterías porque la Tierra se está yendo al carajo”.

Además, las primeras víctimas son las personas que ya sufren. En Occidente, siempre puedes mudarte pero allí no y, cuando lo hacen, es un calvario para ellos…

«Es cierto. Siempre son los desafortunados los que pagan. En fin, es como en las guerras, excepto si los soldados están heridos o muertos. Los que mejor viven son los combatientes. Los que sufren las consecuencias por delegación son los civiles. Siempre son los desafortunados. Sí, hay una forma de injusticia casi permanente. Siempre funciona la ley del más fuerte. Ya sea económica o por la violencia”.

El bumerán de Afganistan

VICENÇ BATALLA | Imagen de la entrevista al fotoperiodista australiano Andrew Quilty, que sigue desde Kabul para la agencia VU/<em>Le Monde</em> la llegada al poder de los talibanes, y que se difundió en una de las noches de proyecciones del Visa pour l'Image 2021
VICENÇ BATALLA | Imagen de la entrevista al fotoperiodista australiano Andrew Quilty, que sigue desde Kabul para la agencia VU/Le Monde la llegada al poder de los talibanes, y que se difundió en una de las noches de proyecciones del Visa pour l’Image 2021

Ya había estado en Afganistán en los años ochenta, y ha vuelto una docena de veces. ¿Se imaginaba que esta historia regresaría como un bumerán en 2021?

«No. Me encanta la geopolítica, me encanta la historia, la geografía. Afganistán, por supuesto, también lo he ido siguiendo desde lejos. ¡Pero que los talibanes volvieran tan rápido! Hace unos años estaba convencido de que iban a desaparecer, que estaban acabados. Y, de hecho, ¡han vuelto y han tomado Kabul tan de prisa! ¡Qué sorpresa más mala!… Estoy muy incrédulo por este giro de los acontecimientos que no vi venir. Lo siento por los civiles. Una vez más, por toda esa pobre gente que ha tenido una sensación de libertad durante veinte años. Libertad a la manera afgana, ya que estamos en un país musulmán bastante duro. Me entristece que toda esa gente que ha podido tener trabajo, educación, cultura, como la que ha trabajado para la justicia, abogados o jueces, todas esas mujeres que se han convertido en cirujanas, médicas, bibliotecarias… Porque los occidentales estaban allí, y porque se inyectó mucho dinero. Y todo esto se derrumba. Todas estas personas se verán obligadas a esconderse. Para toda esa gente que tenía un trabajo administrativo o cultural, todo esto se ha acabado. Sabemos muy bien que la delación funciona mucho en estos casos, sea cual sea el país. ¡Qué horror! Anoche mismo estuve escuchando entrevistas con afganos que están allí. Es aterrador».

¿Es esto un fracaso de Occidente?

«Sí, pero no quiero ir por este camino demasiado. Porque no soy economista, no soy politólogo. Lo único que puedo decir es que hemos gastado mucho dinero para casi nada, entre comillas. ¡Pero eso no importa! Lo triste, una vez más, es toda esa gente que aspira a vivir normalmente y que va a volver a caer en el caos, en la Edad Media. No nos damos cuenta, ¡francamente!”.

Y en Occidente se habla mucho de los refugiados. Hay gente muy solidaria, pero también hay un discurso antiinmigración. Estamos en Perpiñán, con un alcalde (Louis Aliot) que viene de la Agrupación Nacional de extrema derecha, con un discurso en contra.

«Evito, en general, hablar de política porque tampoco es mi papel. Tengo mis ideas, por supuesto, pero no es mi papel hablar de estos temas. Lo que sí sé es que he trabajado mucho sobre los migrantes, mucho sobre todos estos países en conflicto con toda esta gente desafortunada. Y lo único que sé, y hablo de Francia porque es el país que mejor conozco, es que Francia siempre ha acogido a los exiliados. Este país tiene múltiples raíces. La gente viene de todas partes. Esto ya ocurría en la época de Hugo Capeto (rey de los francos, 939-941). Es cierto que ha habido invasiones, pero había gente que venía de todas partes. Hay una mezcla enorme en Francia, no nos damos cuenta. Es un país rico precisamente porque tenemos una mezcla extraordinaria… Y cuando se produjo la historia de los barcos (de la ONG Open Arms en el Mediterráneo) que socorrió a migrantes hace dos años, ¡y nadie los quería porque había doscientas personas a bordo! ¡Pero qué vergüenza para España, Italia, Francia, para todos estos países vecinos! ¡Doscientas personas! En Francia, ¡viven setenta millones! Y en Italia o España no andan lejos. ¡Es ridículo!”.

Son estrategias políticas…

«¡Solo son aspavientos por su parte! Es para ganar unos cuantos votos… Si llegaran millones de personas, podría entender que nos preguntáramos cómo lo vamos a encajar… ¡Pero mira el Líbano! Por lo que he leído, hace dos años un tercio de su población eran refugiados sirios, Y no es un país económicamente estable. Vale, la crisis puede deberse a eso, y también a que son incapaces de gestionar la situación por la corrupción. Aunque hay que barrer en tu propia casa antes de ir a hacerlo a los otros países…».

La huella de las víctimas y la necesidad de dar testimonio

ÉRIC BOUVET | Dos mujeres palestinas se saludan a través de la alambrada en Dhaira, en la frontera entre Líbano e Israel, en mayo de 2000, después de 22 años de ocupación de los israelíes del sur del Líbano
ÉRIC BOUVET | Dos mujeres palestinas se saludan a través de la alambrada en Dhaira, en la frontera entre Líbano e Israel, en mayo de 2000, después de 22 años de ocupación de los israelíes del sur del Líbano

Volviendo a la exposición y a su trayectoria, la primera foto de 1985 ya es muy dura por esta historia en Colombia de una niña, Omayra, que está siendo rescatada de los escombros del volcán Nevado del Ruiz y sobre la que leemos que finalmente no sobrevivió. Esa fue ya la primera prueba para usted de cómo sería su oficio. ¿Cómo ha conseguido superar todas estas pruebas personales con la que se ha ido encontrado?

«Es difícil, es difícil vivir con todo esto. Moralmente, no siempre es fácil. Hay una pregunta que me viene a menudo a la cabeza y es qué ha sido de toda esa gente, de todos esos desgraciados que dejé atrás. Es una pregunta que se me plantea regularmente. Y es un trabajo complicado. A veces la gente me dice que tenemos suerte porque vivimos de nuestra pasión. Y yo les digo que no estoy jugando a las cartas o a un deporte. No es una pasión, es un compromiso total. Es un compromiso de por vida. Pones tu corazón y tu alma en ello. Mentalmente, estás muy afectado. Psicológicamente, arrastras traumas. Físicamente, también están los que han sido heridos y los que han muerto. Los que han sufrido lesiones en su cuerpo o los que han vuelto con enfermedades. Es un trabajo rudo. Aunque no estamos obligados a ir a esos sitios. Y no hay que compadecerse. Nadie nos obliga a hacerlo. Y una vez más, este es un trabajo como cualquier otro. Lo importante no es el  ‘nosotros’. Lo importante es lo que traemos, lo que denunciamos, lo que vemos en el lugar. Son los hechos, los relatos, los que darán testimonio de lo que ocurre y que quedarán en la historia con una gran H mayúscula. Estas imágenes se graban en la historia”.

Ya no son suyas, pertenecen a las personas que las miran…

«Si son mías o no, no importa. Lo que quiero decir es que vivimos la historia contemporánea. Estas fotos de Chechenia o del Muro de Berlín, u otras, están en los libros de historia. Durante las épocas romana y griega, la gente contaba historias haciendo mosaicos en jarrones. Y luego hubo la pintura para ilustrar la historia. Hoy, es la fotografía. Y es algo serio. Ahora existe un programa informático que puede analizar las fotos para ver si han sido retocadas. Así que la foto es una prueba. Permanece, está ahí. Denuncia, demuestra. Y sobre todo, además del hecho de la historia en sí, está ahí para que la gente se cuestione, para perturbar a la gente. No estamos fotografiando una playa con una puesta de sol para que la gente la encuentre hermosa. Estamos ahí para hacer que la gente se detenga y piense: ¿Qué está pasando? ¿Por qué hemos llegado hasta aquí? ¿Cómo pudimos dejar que esto sucediera? ¿Qué podemos hacer ahora?. Por supuesto, la mayoría de la gente no hará nada al respecto, pero al menos lo saben. Y, para mí, el conocimiento es la base de la sociedad. La cultura y la educación es lo único que puede salvarnos. Es la antítesis de la violencia y los extremistas. Con esto, podemos construir los cimientos. Y no podemos decir que no lo sabíamos. En 1939, cuando llegó la guerra, los países occidentales (sobre los campos de concentración nazis) dijeron que no lo sabían. Aunque ya había habido la Noche de los Cristales Rotos, y las SS ya estaban haciendo su trabajo sucio. Pero, de hecho, no había los medios de comunicación como los de hoy. ¡Hoy sabemos lo que pasa!”.

Incluso hay gente que ahora hace fotos cruciales con sus teléfonos móviles…

«¡Por supuesto! Y, afortunadamente, toda esta tecnología existe hoy en día. Porque yo no puedo ir a Birmania ahora. No puedo ir a Bielorrusia. No puedo ir a Afganistán. Y son los locales los que hacen este trabajo. Afortunadamente, esta tecnología existe y todo el mundo puede dar testimonio de ello”.

Lo absurdo y la pérdida de sentido

ÉRIC BOUVET | Una mujer atraviesa la destruida la plaza Minutka, en la entrada sur de Grozny, en febrero de 2000, llevando el retrato de su marido muerto en una nueva ofensiva de Rusia en Chechenia en que también ha perdido a sus dos hijos. Bouvet no consiguió publicar esta foto en su momento
ÉRIC BOUVET | Una mujer atraviesa la destruida la plaza Minutka, en la entrada sur de Grozny, en febrero de 2000, llevando el retrato de su marido muerto en una nueva ofensiva de Rusia en Chechenia en que también ha perdido a sus dos hijos. Bouvet no consiguió publicar esta foto en su momento

En las fotos de Grozny de 1996, explica que solo eran cinco los fotoperiodistas que estaban en el final de los combates entre los chechenos y Rusia. En Kurdistán, usted fue allí en 1992, cuatro años después del genocidio de Sadam Huseín, y nadie antes había tomado fotos de las aldeas arrasadas porque no había la tecnología actual.

«Así es. Hoy, todo se sabe. Y esto es genial, ¡mucho mejor! Me da menos trabajo (risas)… Y, una vez más, no se puede ir contra la tecnología. Hay que adaptarse. Lo bueno es que, actualmente, todo el mundo puede hacer fotos familiares. Todos tenemos recuerdos de nuestros padres y abuelos que van a desaparecer o han desaparecido. Antes, no teníamos todas estas posibilidades o sólo unas pocas imágenes. Hoy en día, tenemos una multitud, y las podemos compartir de todas las maneras imaginables”.

Y aunque había observado impotente la muerte de la niña en Colombia, en 1991 pudo salvar la vida de un bebé y de su madre en Somalia prestando un cuchillo para poder cortar el cordón umbilical tras el parto en medio del desierto. Eso no tiene precio, supongo.

«Fue horrible. Lo que vi en Somalia no pude fotografiarlo. Me negaba a aceptarlo. Me dije que no podía ser, y no lo fotografié. De hecho, me estaba volviendo loco. Mi cerebro se había ido. Y cuando salí de allí, la última foto que tomé en Somalia fue la de este nacimiento. Esta mujer dando a luz en el suelo, en la arena, con dos, tres mujeres ayudándola. Y, como no tenían nada, cortaban el cordón umbilical con piedras. ¡Así que les presté mi cuchillo! Y es increíble, salgo del país después de todos los horrores que he visto y termino con un nacimiento. Y la mujer se da la vuelta, me devuelve el cuchillo y me dice: «lo llamaremos Suerte». Me deshice. Lloré…».

¿Alguna vez dudó de por qué estaba allí, en todos esos conflictos, y si tenía sentido?

«Sí, cuando te enfrentas a menudo al absurdo, como en la primera guerra de Chechenia (1994-1996). A las seis de la mañana, los combatientes se estaban matando en el centro de la ciudad, no se podía transitar porque los combates eran muy intensos. Y allí vemos a los rusos recogiendo a sus muertos, pero a paladas porque los combates habían sido tan salvajes que los cuerpos estaban destrozados. Y, justo al lado, a cien metros, nos encontramos a rusos y chechenos fumando juntos. Hablando entre ellos, a pesar de que se estaban matando y de que todavía había cadáveres delante suyo. Y ese es el fin de la guerra. Os matáis unos a otros y, minutos después, ¡fumáis juntos cigarrillos entre combatientes y enemigos!”.

Como si fuera una película, pero sin ser ni mucho menos una película…

«No, es la realidad y, francamente, era totalmente absurda. Era totalmente ilógica”.

Europa y sus vergüenzas

ÉRIC BOUVET | Una de las fotos recientes de Bouvet, que no está en la exposición, con inmigrantes en Calais intentando colarse en el túnel bajo el Canal de la Mancha para llegar a Inglaterra
ÉRIC BOUVET | Una de las fotos recientes de Bouvet, que no está en la exposición, con inmigrantes en Calais intentando colarse en el túnel bajo el Canal de la Mancha para llegar a Inglaterra

Otro momento que cuenta como angustioso fue la toma por parte de los rebeldes del cuartel general de Gadafi, Bab al-Azizia, en Trípoli, en agosto de 2011. Y hay una foto de alguien del entorno de Gadafi a quien se ha detenido y que ya está siendo maltratado y que, según dice, probablemente fue ejecutado justo después, pero no se le permitió seguir fotografiando. Deben haber muchas personas que ha fotografiado y no sabe cómo han acabado…

«Lo que dije antes, a veces lo pienso. ¿Qué les ha pasado? A este prisionero no pude seguirlo, y no me cabe duda de que debieron matarlo justo detrás. Fue sin duda un día muy duro, ese ataque a los cuarteles de Gadafi. Tanto había pensado de nuevo en la muerte ese día que, cuando salí, no reconocí a los compañeros periodistas que venían hacia mí. Me había quedado completamente aturdido… Es algo que ha ocurrido a menudo, cuando he salido vivo de percances locos, mientras la gente que estaba a mi lado era asesinada. Pero, para mí, no es tan grave, no es importante. Lo importante es toda esa gente, todas esas historias que hemos traído. Es de esto de lo que hay que hablar cada vez que volvemos”.

Usted habla de la vergüenza de Europa cuando fotografiaba el asedio de Sarajevo en 1993. Y también habla de la vergüenza de Europa cuando, años después, está en la frontera entre Grecia y Macedonia, en 2018, siguiendo a los migrantes que intentan continuar su periplo.

«Es cierto. Y, como europeo, me siento preocupado… Ya tengo sesenta años, me pregunto qué hará la generación de mis hijos y la de sus hijos. Y, afortunadamente, esta Europa existe porque hoy, todos nosotros, italianos, españoles, franceses, si no no seríamos nada. Estaríamos anulados por Estados Unidos, China, Rusia, esos grandes monopolios. Tuvimos la oportunidad de construir esta Europa, pero no estamos tomando las decisiones correctas. Lamento que estemos atrapados entre lo económico y lo político. Y que estas decisiones no dejen mucho espacio para el lado humano, simplemente”.

Sin embargo, termina con una foto de París. No es una guerra, son chalecos amarillos en la estación de Saint-Lazare, en 2019, gaseados por la policía. Tal vez sea una comparación delicada de hacer con estos otros conflictos.

«Era una ‘news’, y esta crisis de los chalecos amarillos que tuvimos en Francia fue muy destacada. Pasará a la historia. Había algo que no funcionaba en Francia, ya que la gente se revelaba. Hicieron una revolución con más o menos vehemencia, más o menos justificada por supuesto, más o menos orientada políticamente… Lo que quiero decir es que nada es blanco o negro. Hay enormes zonas grises, ya sea sobre la historia de los chalecos amarillos, o sobre la política actual del Gobierno. En cualquier caso, Edgar Morin lo dijo muy bien en su último libro (‘Lecciones de un siglo de vida’, 2021), donde habla del capitalismo y del socialismo. Todos lo sabemos, solo que él lo expresa muy bien cuando habla o escribe: el socialismo es el bien de la sociedad, y el capitalismo es el bien de la libertad individual. Y lo necesitamos todo, necesitamos ambas cosas”.

Una profesión alterada

VICENÇ BATALLA | Una charla en el Visa pour l'Image 2021 sobre la situación en Afganistán, con Éric Bouvet a la izquierda y los también fotoperiodistas Pascal Maitre, Oriane Zerah (acabada de llegar de Kabul) y Gaël Turine, con la moderadora a la derecha
VICENÇ BATALLA | Una charla en el Visa pour l’Image 2021 sobre la situación en Afganistán, con Éric Bouvet a la izquierda y los también fotoperiodistas Pascal Maitre, Oriane Zerah (acabada de llegar de Kabul) y Gaël Turine, con la moderadora a la derecha

A nivel personal, ahora, ¿quiere seguir como fotoperiodista en zonas de riesgo? ¿Vuelve a marcharse?

«¡Por supuesto! ¿Qué cree? Prefiero ir a Afganistán que estar aquí en Perpiñán (risas) con estos cuarenta años de fotografía. No, no, no, me gustaría estar en Afganistán. Pero hace tres años que no puedo trabajar para la prensa. ¡Ya no hay dinero en la prensa para que nos vayamos!”.

De hecho, no ha trabajado para una sola agencia o medio de comunicación, sino para varios (y en las fotos de la exposición no se identifican los nombres). En un momento determinado, quiso ganar su libertad como freelance. ¿Pero ahora dice que no encuentra gente que le encargue reportajes?

«No, no tengo nada para la prensa desde hace tres años… Porque la prensa ha quebrado, porque ya no hay dinero. También hay el aspecto de las relaciones, con algunos fotógrafos que están vinculados a una redacción. Y también está lo digital, internet, porque hemos descubierto que hay muy buenos fotógrafos en Somalia, Indonesia, Argentina, en todo el mundo. Así que hay menos necesidad de enviarnos para obtener imágenes. Y hay muchas otras cosas, no es solo por eso. Hay muchas razones”.

¿Por el hecho de ser freelance?

«Sí, por supuesto. Pero somos muchos ‘freelances’, no estoy solo yo. De diez fotógrafos franceses de guerra que seguían trabajando hace diez años, hoy hay nueve que ya no lo hacen”.

¿Incluso usted con exposiciones como esta, que celebra sus cuarenta años de carrera?

«Pero tal vez se me considere como alguien del pasado, ¡eso es todo!”.

Pero aquí tiene fotos que son muy actuales, son totalmente contemporáneas…

«Sí, pero ese es su gusto, y quizá no sea el gusto de los editores de fotografía de los medios de comunicación”.

Es usted quien dice, y lo usé para terminar mi artículo general sobre el Visa pour l’Image de esta edición, que la fotografía detiene el tiempo, es su libertad y su restricción. Y, para ello, habla de la suerte de la imagen congelada (arrêt sur image) y de que la mejor foto aún no se ha hecho. Es un buen argumento para seguir proponiendo reportajes, ¿no?

«Sí, porque todo lo que he hecho está hecho, y ya no me interesa. Estoy feliz de tener una exposición aquí. Pero, en realidad, lo que me interesa es lo que voy a hacer mañana”.

¿Tiene un proyecto concreto?

«He estado trabajando, por ejemplo, durante un año en la montaña, con una cámara fotográfica de gran formato. Llevo bolsas de treinta kilos y subo a 3.000, 3.500 metros. ¡Y sólo hago una foto!”.

¿En los Alpes?

«Alrededor de Chamonix, alrededor del Mont Blanc… Tengo tres proyectos de libros. Y, después, ¡me iría con mucho gusto a Afganistán!”.

 

VIDEOTECA (REPORTAJES EN FRANCÉS)

Vivre en pays taliban (Vivir en el país talibán), de las francesas Margaux Benn y Solène Chalvon-Fiorit para France 24 y Arte, realizado en junio de 2021

Virus, regards de photographes (Virus, miradas de fotógrafos), de Anouk Burel, con Éric Bouvet, Corentin Fohlen, Laurence Geai, Antoine d’Agata y Peter Turnley, realizado en junio de 2021 para la cadena parlamentaria LCP

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