VICENÇ BATALLA. Era una cuestión de tiempo. En 2014, el ex secretario general y vicepresidente del Frente Nacional, Louis Aliot, ya había obtenido el 34% de los votos en la primera vuelta de las municipales en Perpiñán. En la segunda vuelta, una coalición republicana encabezada por el alcalde de derechas saliente, Jean-Marc Pujol, lo había batido con el 55%. Pero, en esta ocasión y después de una segunda vuelta insólita al cabo de quince semanas a causa del coronavirus y partiendo de cerca del 36%, se ha hecho con el ayuntamiento con el 53% de los sufragios y ante un frente republicano que no ha llegado al 47%. Más de 1.800 votos de diferencia en esta ciudad de 120.000 habitantes de la Cataluña del Norte que representa la más grande a partir de ahora en manos de la extrema derecha en Francia.
La verdad es que Aliot, nacido en Toulouse hace cincuenta años y actual diputado en París, ha tenido todas las condiciones objetivas de su parte. Pese a la retirada de la candidata socio-ecologista Agnès Langevine (14,5% en la primera vuelta) y el centrista Romain Grau del partido del presidente Emmanuel Macron (13,2%) en favor de Pujol (que partía con un exiguo 18,4%), el porcentaje tan bajo del alcalde se ha demostrado un abismo insalvable esta vez. Y una mayor participación del 47% respecto al 35% de la primera vuelta (en unas elecciones que revelen desde luego un déficit democrático importante), no ha servido únicamente para hacer subir los votos republicanos sino también los de la lista de Alliot para un partido que ha mutado de Frente a Agrupación Nacional.
En realidad, alrededor de 3.000 de los 12.000 electores que no le votaron ni a él ni a Pujol el pasado 15 de marzo no han seguido esta consigna republicana. Quedándose en casa o votando en blanco o nulo o, incluso, por el candidato ultraderechista. A su vez, Aliot ha recibido 6.500 papeletas más en este aumento de participación. Y deja a Pujol a más del 6% de distancia con un total que se acerca a los 16.000 sufragios. Una bofetada suficientemente fuerte como para cuestionarse la gestión de un alcalde continuista en las políticas en Perpiñán durante más de medio siglo y que tiene mucho que ver con el grado de pobreza que vive el municipio y la región.
El clientelismo histórico de la derecha
Las condiciones objetivas que favorecían Aliot son un 23% de paro, que en barrios como el de Sant Jaume donde se concentra la mayor parte de la comunidad gitana de la ciudad llega al 55%. Durante medio siglo -concretamente desde que la saga Alduy, primero el padre Paul desde 1959 y, luego, el hijo Jean-Paul desde 1993 hasta la llegada en 2009 de Pujol, gobernaran el municipio- se estableció una red clientelista con esta comunidad gitana que ahora ha saltado por los aires. En el momento en que Pujol ha querido emprender un plan de urbanismo para rehacer este barrio en pleno centro de la ciudad que es a su vez patrimonio histórico pero se encuentra en un estado de degradación alarmante ha chocado con todas estas inercias y múltiples conflictos entre las diferentes poblaciones. Por una parte, una comunidad gitana que no quiere ser expulsada de su hábitat más que centenario y de la otra una sociedad que desearía convertir aquellas calles en un atractivo itinerario turístico y que también supone una suculenta operación inmobiliaria.
Todas estas contradicciones han sido excesivas para un alcalde que se presentaba a un tercer mandato y contaba ya con 71 años. De forma estratégica, Aliot ha escondido intencionadamente las siglas de la Agrupación Nacional y ha hecho una campaña donde no hablaba de inmigración como sí que él mismo había hecho como consejero en las presidenciales de Marine Le Pen y de quien ha sido su compañero sentimental durante diez años hasta septiembre pasado. Su programa se centraba sobre todo en la economía y la inseguridad. Y aprovechaba este nivel tan alto de pobreza, que viene envuelto de conflictos sociales entre las comunidades. Buena parte de sus rivales han participado en el gobierno municipal, mientras que él ha podido situarse en una cómoda situación crítica.
Una campaña invirtiendo las siglas
De hecho, para ampliar su base electoral que en principio constituyen los pied noirs (los franceses que tuvieron que marcharse de Argelia después de la independencia), ha procedido a una adaptación populista de su discurso que puede atraer a votantes de otras ideologías. En la sede de campaña y en la declaración de su victoria el domingo por la noche, lo que había era su lema Perpignan, l’avenir en grand (Perpiñán, un futuro en grande) con sendas banderas francesa y catalana. Resulta curioso proviniendo del partido más nacionalista francés, pero responde a la lógica de la regionalización de los populismos.
Y no es extraño, por eso, que parte de los comentarios en la web del diario local L’Indépendant, se alegraran de su victoria e, incluso, alguien pensara que esto favorecía al independentismo catalán. Todo un espejismo sabiendo la estigmatización que a partir de ahora arrastrará Perpiñán a nivel europeo. Y no será el vídeo de unos gitanos yendo a felicitar a Alliot en catalán, en su lógica de enfrentamiento con la comunidad magrebí, lo que ayude.
Porque entre los amigos regionales de Aliot está por ejemplo Robert Ménard, el ex secretario general de Reporteros Sin Fronteras y a quien los periodistas entrevistábamos cuando había reporteros secuestrados en Irak, y que ha hecho una injustificable conversión a la extrema derecha hasta convertirse en alcalde en la vecina Béziers y a menudo aun más a la extrema derecha que Marine Le Pen. Durante el confinamiento, no se le ocurrió otra cosa que ordenar a la brigada de obras que retirara todos los bancos públicos para que no se pudieran sentar en ellos los sin techo. Simultáneamente, Ménard fue reelegido en la primera vuelta con el 69% de los votos. Posteriormente, fue a dar personalmente su apoyo a Aliot mientras Le Pen no pisaba Perpiñán.
Los interrogantes de Visa pour l’Image
Cuando se hace el trayecto por autopista desde Lyon o se toma el tren hacia Barcelona, llegados a la Provenza no se para de atravesar municipios que ya hace tiempo que están en manos de la ultraderecha, sea Beaucaire o Orange (en manos de la Liga del Sur de Jacques Bompard). En esta ruta por la Francia más arcaica, si no se continúa hacia la Costa Azul hacia Fréjus, ahora también se podrá añadir además de Perpiñán (y el municipio de su área urbana de Pià) otro pequeño pueblo al norte de Toulouse como Moissac. Aparte de otras poblaciones desindustrializadas del norte y este del país.
La derrota es clara de la derecha republicana y del gobierno de centro-derecha de Macron, pero asimismo de una izquierda incapaz de responder a estas necesidades sociales. El claro avance de los ecologistas en las grandes ciudades no se refleja en municipios como Perpiñán. Y no es por casualidad que el movimiento de los gilets jaunes (chalecos amarillos) tuviera en esta región una incidencia tan grande, tal como explicábamos en un reportaje el año pasado en el festival Visa pour l’Image. Se tendrá que ver como encaja un acontecimiento de fotoperiodismo que cuestiona todas las fronteras y sirve de denuncia de los populismos cada mes de septiembre (y se mantiene este año adaptándose a las medidas sanitarias necesarias) con un alcalde que se presenta con todo otro tipo de valores.
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