VICENÇ BATALLA. Adaptándose de nuevo a las vicisitudes de la pandemia, el festival de cine francófono de Barcelona Ohlalà! se vuelve a celebrar en otoño (30 de septiembre-10 de octubre) ofreciendo, en todo caso, diez películas inéditas en las salas españolas y siete de ellas simultáneamente a través de la plataforma Filmin. Esta es una oportunidad para ver cintas que llevaban el sello Selección Oficial Cannes 2020, pero también de secciones paralelas del Festival de Cannes 2021 y otras cinematografías francófonas como Quebec o Senegal y que todavía no tienen fecha de estreno en la Península. El certamen, que se celebra físicamente en el Instituto Francés barcelonés, además cuenta como invitada de honor con la realizadora catalana Isabel Coixet, que ha escogido como proyección la película colectiva Paris, je t’aime, donde firmaba uno de los capítulos, ahora que se cumplen quince años de esta declaración de amor cinematográfica a la ciudad de las luces.
De estos diez largometrajes de la competición oficial, más la película seleccionada por Coixet, nosotros hemos podido ver ocho. Y encontramos a algunos de los directores y directoras de la nueva escena cinematográfica francesa y francófona, bastante diversa y global. Dos de ellos presentarán, por otro lado, sus películas personalmente en el Instituto Francés: Elie Wajeman, por Médecin de nuit (Médico de noche), el 1 de octubre; y Charlène Favier, por Slalom, el 3 de octubre. Las dos ya se han estrenado en Francia, con buena acogida de crítica y público, esquivando todos los inconvenientes de haber sido programadas para el año 2020 y que la Covid las obligara a irse aplazando hasta la primavera pasada.
Las notables ‘Gagarine’ y ‘Si le vent tombe’
De todos estos films que han arrastrado la incertidumbre de cuándo podrían llegar a las salas francesas y que nosotros hemos podido ver, destaca especialmente Gagarine, el primer largometraje de Fanny Liatard y Jérémy Trouilh. Es fruto de un cortometraje anterior en el polígono de pisos del mismo nombre de Ivry-sur-Seine, al sur de París, que consigue reflejar la realidad de los suburbios y su población joven desde un punto de vista poco explorado hasta ahora como es el de una realidad mágica que no tiene que ser necesariamente siempre de miseria y violencia. El nombre del polígono era en honor al primer cosmonauta de la historia Yuri Gagarin (y en la cinta se incluyen las imágenes de la visita que el ruso hizo en los años sesenta), y los directores conectan este pasado de sueño interestelar con los deseos de su personaje principal, un chico interpretado por Alséni Bathily, que también se imagina elevándose de este entorno al que parece que el determinismo social lo haya querido condenar. De hecho, la pareja de realizadores llevó a cabo el rodaje antes de que el polígono fuera demolido el año 2019 en la política de reforma urbanística del gobierno central de estos guetos. No es extraño que, en el Festival de Sevilla del año pasado, Bathily recibiera el premio al mejor actor.
El otro título que nos sorprendió fuertemente fue Si le vent tombe (Si el viento se detiene), debut también de Nora Martirosyan, francesa nacida en Armenia. La película se rodó en el Cáucaso entre los años 2018 y 2019, poco tiempo antes de que otra guerra entre Armenia y Azerbaiyán en otoño de 2020 hiciera perder una parte importante del territorio del Alto Karabaj al primero en beneficio del segundo en este conflicto que se enquista desde la época soviética. Evidentemente, Martirosyan no podía saber que se produciría esta escalada bélica un año después pero en su puesta en escena y sus imágenes se respira esta atmósfera de intranquilidad y provisionalidad. La película sigue el estudio que un ingeniero francés (el actor Grégoire Colin) efectúa en el aeropuerto de Stepanakert para que algún día puedan volver a aterrizar y despegar los aviones si la república autoproclamada de Artsaj es reconocida internacionalmente. La precariedad de la situación se resiente en la galería de personajes armenios, centrados en la figura de un niño, a partir de unos planos sobrios, pausados y a la vez poéticos que rezuman la angustia y la esperanza de este pueblo que, tras la nueva guerra, se ha quedado prácticamente aislado de la Armenia madre.
Las destacables ‘Médecin de nuit’ y ‘Slalom’
Por su parte, Médecin de nuit y Slalom son dos films destacables en el seguimiento del destino de sus dos personajes protagonistas aunque por motivos muy diferentes. En el primero, un menos histriónico que de costumbre Vincent Macaigne alterna su trabajo de médico ambulante nocturno con la ayuda a pacientes con el síndrome de la abstinencia y los líos en que lo mete su primo farmacéutico en un thriller al cual quizás le falta algo más de empujón. En el segundo, la prometedora Noée Abita (radiante hace cuatro años en Ava cuando todavía no tenía dieciocho años) se deja llevar como esquiadora en proyección por su entrenador (Jérémie Renier), que aprovecha su ascendente para abusar de ella. Una historia en el mundo del deporte que cada vez sale más a la luz pública, en un primer largometraje bien hecho, con buenas escenas de competición en la nieve, pero que condiciona sus personajes al mensaje que quiere hacer pasar la película.
El festival se inaugura con el interesante Indes galantes (Las Indias galantes), documental de Philippe Béziat sobre la ópera barroca de Jean-Philippe Rameau, que el director de escena Clément Cogitore, el director de orquesta Leonardo García Alarcón y la coreógrafa Bintou Dembélé adaptaron en la Ópera de la Bastilla con una treintena de bailarines de hip hop y danzas urbanas. Una revisión sobre la mirada exótica de los territorios colonizados que se tenía en el siglo XVIII y que, pese a la fuerza del conjunto y de los intérpretes, Béziat no acaba de transmitir suficientemente al no decidirse a escoger un punto de vista determinado.
Situado también en el mundo del deporte, 5ème set (5º set), de Quentin Reynaud, que cerrará el certamen, reproduce las tensiones y los celos entre los propios deportistas de élite, más aun si el conflicto se vive en el interior de la familia. En este caso, en torno al mundo del tenis, con una pareja de profesionales (Alex Lutz y Ana Girardot) y la madre castradora (Kristin Scott Thomas). Es un film desigual, pero que cuenta con la capacidad camaleónica de Alex Lutz para encarnar roles tan dispares. Más floja resulta Rouge (Rojo), del franco-argelino Farid Bentoumi, que plantea el conflicto generacional entre padre e hija en una fábrica química contaminante en la zona de los Alpes cuando ella (Zita Hanrot) quiere ir más lejos en este contencioso laboral y ecológico que él (Sami Bouajila), quien pese a ser responsable sindical mantiene un pacto de silencio con la dirección. Es una película de buenas intenciones, pero con unos personajes demasiado arquetípicos.
Desde Senegal i Quebec
Y todavía no hemos podido ver la cinta senegalesa Le Père de Nafi (El padre de Nafi), de Mamadou Día, que el año pasado ganó el premio a la mejor ópera prima del festival de Locarno, y que también retrata un conflicto generacional en el país subsahariano con sus derivas islamistas. Tampoco la quebequesa La Déesse des mouches à feu (La diosa de las luciérnagas), de Anaïs Barbeau-Lavalette, presentada en 2020 en la Berlinale, y que trata de un grupo de adolescentes en rebeldía en los años noventa, en plena oleada grunge. Y también nos falta Ouisthreham (que en España llegará como Un muelle en Normandía), del consagrado escritor Emmanuel Carrère. Es la adaptación del libro documental que sí que hemos leído de la periodista Florence Aubenas sobre la precarización laboral tras la crisis financiera de 2008 y que, curiosamente, Carrèrre (autor de literatura de no ficción) ha convertido en ficción con Juliette Binoche. Abrió la Quincena de Realizadores en el pasado Festival de Cannes y, en Francia, no se estrena hasta principios de año.
Sí que nos acordamos del film colectivo Paris, je t’aime, del año 2006. Sobre todo del sarcástico episodio de los hermanos Coen, donde un Steve Buscemi que espera encontrarse con un amor ideal en el París de postal se da de bruces contra la realidad más prosaica en una estación de metro de la capital. Hasta dieciocho realizadores y realizadoras estaban invitados al proyecto que, como en casos similares, es difícil que consiga la homogeneización necesaria. Pero Coixet lo ha escogido por la conexión con el espíritu del festival y, el 2 de octubre, con la presencia de la cineasta se podrá ver su capítulo Bastilla, con Javier Cámara.
Antes de cada una de las películas a competición, también se proyectará un cortometraje francófono incluido en el próximo FILMETS Badalona Film Festival. Y, aunque el festival Ohlalà! se acabe presencialmente el 6 de octubre, del 4 al 10 se podrá acceder en línea a casi toda la programación de competición (quedan fuera Gagarine, Ouistreham y Slalom) mediante la plataforma Filmin. Esta fue una solución para la edición especial híbrida del otoño del año pasado, tal como nos explicaban las codirectoras del certamen, Ana Belén Fernández y Mélody Brechet-Gleizes. Y la fórmula ya se ha quedado para esta cuarta edición. Otra cosa es saber si la próxima cita del cine francófono en Barcelona será durante la primavera del año que viene, época en que se habían celebrado las dos primeras ediciones, o si a partir de ahora se mantendrá en otoño. De momento, se han podido salvar las ediciones de 2020 y 2021.
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