De Acid Arab al ‘electrosabar’ senegalés

NICOLAS JOUBARD | El argelino Sofiane Saidi, cantando en el concierto de los Acid Arab en el Transmusicales de Rennes
NICOLAS JOUBARD | El argelino Sofiane Saidi, cantando en el concierto de los Acid Arab en el Transmusicales de Rennes

VICENÇ BATALA. Es inevitable que en el Transmusicales de Rennes las actuaciones más excitantes sean las provenientes de África y otros países lejanos a nivel de sonidos. O las colaboraciones mutuas entre músicos occidentales y los países de origen de esta sonoridades. En su edición cuadragésimo primera, el certamen que ya hace tiempo disolvió las fronteras y los cabezas de cartel volvió a tener en el descubrimiento de grupos africanos, orientales y latinos sus mayores sorpresas. Y también en la aparición de nuevas voces femeninas que enlazan tradición y música urbana: de la greco-sudanesa Marina Satti a la israelo-iraní Liraz, pasando por la somalilandesa Sahra Halgan o la sudafricana Sisanda Myataza (Songø). Sin olvidar a la coreana Kim Yulhee o la rapera ucraniana Alyona Alyona.

Pero para intentar encontrar un hilo conductor a una diversidad tan acentuada y provechosa, encabezamos el relato con lo que fue lo más parecido a un cabeza de cartel: el proyecto de los franceses Acid Arab, que trajeron en directo parte de los músicos magrebíes y asiáticos de su reciente disco Jdid. Y añadimos una entrevista a los Guiss Guiss Bou Bess, del percusionista, cantante y bailarín senegalés Mara Seck y el productor de ritmos digitales francés Stéphane Constantini. Con su primer álbum acabado de salir Set sela, inauguran lo que ellos denominan el electrosabar a partir de los tambores rituales de esta fructífera tierra de griots.

VICENÇ BATALLA | La intervención de Les Filles de l’Ilighadad con Acid Arab en Rennes
VICENÇ BATALLA | La intervención de Les Filles de l’Ilighadad con Acid Arab en Rennes

En el Transmusicales ya no hay cabezas de cartel, pero los grupos pueden actuar delante de 10.000 personas entusiasmadas en el más grande de los pabellones del Parque de Exposiciones de Rennes. Es lo que ocurrió con el trío Acid Arab el sábado por la madrugada, lo que obligó a impedir el acceso a más espectadores porque el aforo se había colapsado. Dentro, desde unas oportunas gradas para poder seguir el despliegue de música, luces y visuales, Guido Minisky, Hervé Carvalho y el teclista Kenzi Bourras, que formaba parte del grupo de Rachid Taha, pudieron contagiar su sonido digital con el más orgánico de los invitados como aun no había sido posible en el concierto de julio pasado en el Sónar. En exclusiva, antes de una gira con su flamante segundo larga duración Jdid, que quiere decir nuevo en árabe.

De esta manera, el procesamiento con máquinas de los ritmos arabizantes gana mucho más. No hay duda con el carisma de la nueva figura del rai Sofiane Saidi, que ya estaba presente en 2016 en el primer álbum Musique de France también publicado en el sello de referencia Crammed Discs. Su interpretación de La hafla (la fiesta) y Rimiti dor fue exultante, en un momento de nuevas reivindicaciones de la sociedad argelina. Primero, eso sí, aparecieron dos de las tres miembros de Les Filles de l’Ilighadad con su guitarrista tuareg procedentes de Níger. Una demostración de que el desierto también puede hacer bailar en la pista. Y, para culminarlo, el turco Cem Yildiz y su saz como laúd acabó de sellar la comunión de los presentes con esta versión transarábiga del siglo XXI inventada por un par de parisinos hace un lustro medio en broma, medio en serio en unas sesiones de club.

Les percusiones y el baile de Guiss Guiss Bou Bess

VICENÇ BATALLA | Mara Seck al micro, con Stéphane Constatini a las máquinas en el concierto de Guiss Guiss Bou Bess
VICENÇ BATALLA | Mara Seck al micro, con Stéphane Constatini a las máquinas en el concierto de Guiss Guiss Bou Bess

En un escenario más pequeño, pero donde estamos acostumbrados a descubrir las propuestas más originales, actuaron el mismo día que estrenaban su álbum Set sela (Hélico-L’Autre Distribution) los Guiss Guiss Bou Bess. Set sela quiere decir en wólof ir de visita y Guiss Guiss Bou Bess es nueva visión en la misma lengua mayoritaria de Senegal. Mourtalla ‘Mara’ Seck, a sus 33 años, es ahora mismo el depositario de la tradición del sabar que es a la vez un tipo de tambor, un baile y un estilo de música que da pie al nombre más conocido de mbalax. Y que popularizó Youssou N’Dour a partir de los años ochenta reintroduciendo estos ritmos de la comunidad musulmana muridita que se consideraban “poco civilizados”, respecto a los aceptados de la salsa y el jazz.

De hecho, estos tambores de madera y membrana de piel de cabra invocan a los espíritus animistas de una comunidad que ha conservado sus ritos y los ha convertido en los más populares en las calles de Dakar. Por ello, los senegaleses son los abanderados de una polirritmia que sigue fascinando a los occidentales así como su baile sincopado. Mara Seck es hijo de Alla Seck, muerto prematuramente cuando él solo tenía un año y medio y que era parte fundamental de los Super Étoile de Dakar de Youssou N’Dour con este baile sobre escena y como voz acompañante. Además, Mara ha actuado con el legendario Doudou N’diaye Rose que dirigía una orquesta de hasta cincuenta tambores y que llegó a ser telonero de los Rolling Stones.

Con este bagaje, se produjo el encuentro en la capital senegalesa con el francés Stéphane Constantini que desde joven se ha interesado por las percusiones tribales y ha sido productor de grupos de reggae y hip hop. Al mismo tiempo, es doctor en ciencias de la comunicación sobre música y su transformación digital. De este encuentro, surgió en la primavera pasada un primer EP Heritage, que es una puesta al día de un anterior minidisco Hommage à Alla Seck que Mara había sacado en solitario en memoria de su padre y de este estilo musical que había caído un poco en el olvido.

Mara Seck, Stéphane Constatini y el electrosabar

JB JOIRE | Mara Seck exhibiendo uno de los saltos del sabar, con Stéphane Constantini poniéndole el grito
JB JOIRE | Mara Seck exhibiendo uno de los saltos del sabar, con Stéphane Constantini poniéndole el grito

Mara le pidió a Constantini hacer unas remezclas, pero dada la complejidad de los ritmos sabar este le propuso retrabajar los temas con la percusión, pero también la voz del senegalés. Inmediatamente después, ha llegado Set sela que son temas completamente nuevos con bases electrónicas. “Es un intercambio cultural, de entrada, entre Europa y África y, en general, con el mundo entero”, nos explica un Mara que al principio de la entrevista se siente más cómodo dejando la palabra a su compañero Constantini y tenemos que ir a buscarlo para que hable en primera persona de este proyecto. No es que no se implique en la conversación, sino que se ve claro que a él lo que le interesa es la música y el movimiento sobre el escenario. Con el transcurso de los minutos, sus intervenciones no obstante se hacen más continuadas.

“El sabar es una música de las artes de baile y, en la electrónica, hay mucha de esta energía; es un sonido para poder moverse”, nos define cuando le preguntamos qué entienden por electrosabar. “El nombre del grupo responde a esta idea de una nueva visión en wólof. Guiss Guiss quiere decir mirar bien con los ojos y Bou Bess una cosa que se ve de lejos”.

¿Y es una forma de reactualizar el mbalax? “Se habla de mbalax, pero este es solo uno de los nombres para designar el sonido que produce el sabar como tambor. Es el ritmo que se toca en las calles”. Y él mismo imita este sonido percusivo que ha generado la palabra. “Es como cuando a una parte de los sonidos latinos se decide llamarlos salsa”, precisa Constantini.

El álbum se ha grabado en tres cuartas partes en la Maison de Culturas Urbanas de Dakar. Y el resto entre la actual residencia de Constantini en Lille y París. Y para la producción han contado con la colaboración, a distancia, del brasileño Chico Correa porque, entre los intereses del francés, hay todo tipo de percusiones del continente americano. Correa es un joven músico de vanguardia del noreste de Brasil.

“Ya había trabajado con orquestas de samba y percusionistas”, nos detalla Constantini. “No es que esté tan cerca de lo que hacemos nosotros, pero es alguien que trabaja muy bien esta mezcla entre sonidos orgánicos como el sabar y la electrónica. Pese a trabajar a distancia, comprobamos que había entendido nuestro delirio”.

La diáspora senegalesa sobre el escenario

JB JOIRE | Mara Seck, un tambor sabar y Stéphane Constantini
JB JOIRE | Mara Seck, un tambor sabar y Stéphane Constantini

La renovación del sabar lo es a todos los niveles, tanto interno como externo. Guiss Guiss Bou Bess ya lleva tres años confrontándose al público de Dakar, aunque al principio Mara reconoce que les resultaba extraño. Pero él proviene de una larga tradición de griots de la saga Seck, también por parte de madre porque es de la familia Sing Sing. “Son mis ancestros, son mis abuelos, mis padres. Jo nací ahí. Las familias de griots en Senegal están compuestas por mucha gente. Y es fácil que te salga de forma natural cantar o bailar. Todo el mundo conoce la familia Seck. Hay mucho talento”.

Y, cuando actúan fuera, es habitual que los vayan a ver los senegaleses de la diáspora. En Francia, aunque también en España o el norte de Europa. La forma de bailar, dicen, es totalmente diferente entre los occidentales o los originarios del país. “Las reacciones más fuertes las hemos tenido con la diáspora senegalesa, porque suben a la escena”, recuerda Mara de cuando no son ellos los que llevan bailarines. “No es el mismo el concepto de ritmo para las orejas en Europa que en África”, confirma Constantini. Así, en el Rototom Sunsplash de Benidorm (el festival de reggae más grande de Europa) en el mes de agosto pasado todos los senegaleses subieron efectivamente al escenario.

Uno de los conciertos más especiales del festival, por otra parte, fue el suyo en el Centro Penitenciario de Hombres Rennes-Vezin. La entrevista la hacíamos justo después. “No sabíamos con qué nos encontraríamos, y hemos estado agradablemente sorprendidos por la acogida porque algunos presos incluso han bailado y han venido a hablar con nosotros al final”, describe Constantini. Por la noche, el alto y espigado Mara y el más bajito Constantini iban acompañados de otro percusionista de sabar Babacar Diop y de un bailarín y una bailarina venidos expresamente también de Dakar. A las cuatro de la madrugada, los cuerpos de unos y otros se movían frenéticamente encima y bajo un escenario demasiado alto para poder subir a bailar.

Bantou Mentale, Songø y Art Melody

VICENÇ BATALLA | El congoleño Apocalypse, al lado del bajista Doctor L en el concierto de Bantou Mentale en el Ubu
VICENÇ BATALLA | El congoleño Apocalypse, al lado del bajista Doctor L en el concierto de Bantou Mentale en el Ubu

Otra de las citas importantes de esta edición en el Transmusicales era la nueva colaboración del franco-irlandés Doctor L (Les Rita Mitsouko, Tony Allen, Mgongwana Star… ), que ha vuelto al Congo para darle forma al proyecto Bantou Mentale del batería Cubain Kabeya con el guitarrista Chicco Katembo y el cantante Apocalypse. Otra descarga de furia afrofuturista como la que el bajista europeo inventaba en Mgongwana Star con los Staff Benda Bilili en silla de ruedas. En la histórica sala Ubu, estrecha y laberíntica, caían las gotas de sudor del techo pese al frío que hacía afuera.

Todavía más en gestación, el proyecto Songø reúne a una a voz sudafricana privilegiada Sisanda Myataza, el batería bukinés Petit Piment y el grupo de Rennes City Kay (un guitarra/bajista y un teclista) para construir un afrosoul de altura. También de Burkina Faso, el más veterano Art Melody rapea con la rabia de un jamaicano y se hace producir por Redrum desde Burdeos y el sello Tentacule Records donde ya ha publicado seis álbumes. En concreto, contaba con un batería y una percusionista que le marcaban el ritmo para su inflamado recitado.

VICENÇ BATALLA | La sudafricana Sisanda Myataza del grupo Songø, y el batería burkinés Petit Piment de fondo
VICENÇ BATALLA | La sudafricana Sisanda Myataza del grupo Songø, y el batería burkinés Petit Piment de fondo

Mas melancólica era la propuesta de Continuadores de los multiinstrumentistas Ailton José Matavela y Tiago Correia-Paulo, que destaca por la estilizada voz del mozambiqueño Matavela. Mejor cuando cantaba en portugués que en inglés, en una especie de odisea con aromas de saudade. Por su parte, el proyecto Kador liderado por el guitarrista francés MCA y con el rapero malauí Edash Quata impresiona por su energía pero se parece demasiado a lo que ya han hecho los Rage Against the Machine.

Entre las voces rapeando con actitud al micro cabe destacar, no obstante, la del japonés Roy que tenía como base las percusiones de una figura de la tabla como U-zhaan quien ha colaborado ni más ni menos que con Ryuichi Sakamoto o los más experimentales Oren Ambarchi y Jim O’Rourke. Cuando U-zhaan se añadía además a la voz, las tonalidades creaban una atmósfera especialmente singular.

Y más clásicos, pero con todo el colorido del funk cósmico de los setenta, suenan los Gystère del francés Adrien Peskine con un montón de músicos y cantantes de todos los continentes.

Coreografía gnaua con hip hop

VICENÇ BATALLA | Lous & The Yakuza, el personaje y el símbolo de Marie-Pierra Kakoma, en L'Aire Libre
VICENÇ BATALLA | Lous & The Yakuza, el personaje y el símbolo de Marie-Pierra Kakoma, en L’Aire Libre

Como paréntesis coreográfico cabe destacar el espectáculo Näss (gente, en árabe) de la Compagnie Massala. El director marroquí residente en Francia Fouad Boussouf se inspira en el misticismo de las danzas gnaua para que los siete bailarines lo hagan convergir con las acrobacias hip hop para un resultado intenso y cautivante que habla de seguir confiando en el esfuerzo colectivo pese al individualismo reinante. También evocativo musicalmente fue el intimismo del tunecino, ahora en Bélgica, Jawhar que canta las desilusiones de la Primavera Árabe.

Menos sugerente fue la residencia este año en L’Aire Libre de Lous & The Yakuza, el personaje que se ha inventado la joven afro-belga Marie-Pierra Kakoma. Esto no quiere decir que su historia no sea de película, porque nació en el Congo, emigró a Bélgica, volvió a Ruanda al lado de su madre y actualmente tiene su base artística en Bruselas. Dispone de imagen, con su imponente figura, y seguridad en ella misma. Pero a la hora de parecerse a un Stromae en femenino le falta solidez musical. Concedámosle, sin embargo, el beneficio de la duda.

Ahora bien, de figuras femeninas con personalidad vimos unas cuantas que vale la pena subrayar. Es una oleada de nuevas voces femeninas globales que abrazan tanto las tradiciones como los sonidos urbanos con una exposición en público que lleva la iniciativa respecto a la idea que se había hecho el circuito masculino. Y en esto alguna cosa tiene que ver la catalana Rosalía, que ha marcado un modelo respecto a las fuentes, el uso de los nuevos canales de comunicación y su estética sobre el escenario. Lo pudimos comprobar la misma semana antes de que comenzara el festival en Rennes en una actuación en la Sala Pleyel de París donde el público era internacional, femenino y muy joven.

Marina Satti, Liraz, Alyona Alyona y Sahra Halgan

VICENÇ BATALLA | Rosalía y sus seis bailarinas en la Sala Pleyel de París, el 3 de diciembre
VICENÇ BATALLA | Rosalía y sus seis bailarinas en la Sala Pleyel de París, el 3 de diciembre
VICENÇ BATALLA | La greco-sudanesa Marina Satti con sus cuatro bailarinas en el Transmusicales, el 5 de diciembre
VICENÇ BATALLA | La greco-sudanesa Marina Satti con sus cuatro bailarinas en el Transmusicales, el 5 de diciembre

Quien se le parecía más en la ciudad bretona era la griega, de origen sudanés, Marina Satti. Con estudios en el prestigioso Berklee College of Music de Boston, su puesta en práctica en las deprimidas calles de Atenas a causa de la sangría de la Troika no es nada elitista sino reflejo de lo que sufren los jóvenes como herencia. Y sus canciones y vídeos se convierten en virales. Solo verla en Rennes con su ropa, su peinado, sus gestos y sus bailarinas la comparación con Rosalía era inevitable. Pero su desenvoltura en directo le aseguran un recorrido propio. Esperemos pronto un álbum para poderlo ratificar.

VICENÇ BATALLA | La israelo-iraní Liraz, levantando el puño en defensa de las mujeres de su país de origen en el Ubu
VICENÇ BATALLA | La israelo-iraní Liraz, levantando el puño en defensa de las mujeres de su país de origen en el Ubu

Quien dispone ya de hasta tres y quizás no nos hacía pensar que nos impresionaría en vivo es la israelí, de origen iraní, Liraz Charhi. Si en el disco a veces suena un poco domesticada, en directo exhibe todo su poder de antiguo icono del cine (ha trabajado en Hollywood) y portavoz de unas mujeres en Irán que no soportan más el patriarcado de los ayatolás aunque ella no pueda poner los pies en el país. Rodeada de una banda de guitarra, bajo, batería y de una violinista, Liraz canta en farsi, levanta el puño y no tiene ningún pudor en mostrar toda su capacidad de seducción.

En un registro diferente, pero igual de arriesgado, se encuentra la rapera ucraniana Alyona Alyona. Sin complejos por sus quilos de más y aunque no entendamos lo que nos está diciendo, su fraseado es de tal fluidez y contundencia que nos convence de la urgencia de sus letras. El de un país en guerra con Rusia y el de una causa feminista que se enrosca con el conflicto geopolítico. Y esto nos queda más claro viendo a su acompañante al micro con un chaleco amarillo de los que se utilizan ahora a las manifestaciones en Francia.

Una conexión con el público que también consiguieron las barcelonesas Tribade y su rap queer y anticapitalista, pero que merece un artículo aparte porque hablamos con ellas a les tres de la mañana después de su celebrada actuación.

No exhibe tanta provocación Sahra Halgan, aunque sí la defensa de un país no reconocido por la comunidad internacional que proclamó su independencia en 1991 como Somalilandia. Situado en el noreste de Somalia, en el Cuerno de África. Su voz, heredera del jazz etíope y las sonoridades tuareg, encanta a la vez que recuerda la cultura que representa. No en vano, no se desprendió en ningún momento de la bandera que llevaba en una mano precisando que en su casa las cosas iban mejor que en el resto de un territorio muy castigado por el yihadismo.

Reggae, dub y recitado oriental

VICENÇ BATALLA | La surcoreana Kim Yulhee, recitando el pansori con el reggae de los NTS & The Soul Sauce
VICENÇ BATALLA | La surcoreana Kim Yulhee, recitando el pansori con el reggae de los NTS & The Soul Sauce

En este recorrido planetario por nuevas voces femeninas y comprometidas, la más curiosa de todas fue la de la coreana Kim Yulhee que adapta el recitado tradicional del pansori a la banda de compatriotas suyos de reggae NTS & The Soul Sauce. Lo que podría ser indigesto, se revela de un atractivo inesperado porque la banda es buena y tiene recursos y sobre todo la voz de Yulhee posee unas variaciones y entonaciones bellísimas. Su ademán es el de una verdadera diva.

Del extremo asiático, los japoneses Minyo Crusaders también eran capaces de sonar como una orquesta caribeña de son y salsa con la única diferencia de que sus letras están hechas en su propio idioma. La orquesta la montó el guitarrista Katsumi Tanaka como revulsivo al accidente nuclear de Fukushima en 2011.

Más cerebrales y por ello un poco más distantes, resultaron los taiwaneses Go Go Machine Orchestra en su intento de emular el minimalismo de Steve Reich. Mientras que el hispano Gilberto Rodríguez con Los Intocables parecía un cruce entre Raimundo Amador y Kiko Veneno. No daba la impresión de que fuera de San Francisco. El premio vintage se lo llevaron, por eso, los chicanos Joey Quiñones & The Sinseers que calcan el ambiente rhythm & blues fronterizo de los años sesenta. Hay que reconocer que la voz de Joey Quiñones es notable.

Espiritualidad amerindia y denuncia amazónica

VICENÇ BATALLA | El saxofonista de origen amerindio Cochemea Gastelum, liderando su propia banda
VICENÇ BATALLA | El saxofonista de origen amerindio Cochemea Gastelum, liderando su propia banda

Más original y auténtico, de todas formas, fue el saxofonista Cochemea. Después de haber trabajado, atención, con Quincy Jones, Archie Shepp, Sharon Jones, Public Enemy, The Roots, Amy Winehouse o David Byrne, ha decidido liderar su propia banda y beber de sus raíces amerindias de los yaquis y mezcaleros apaches. Una espiritualidad que se vale de unas cuidadas percusiones y se materializa en un recomendable segundo álbum All my relations (Datpone Records, 2019).

Más experimental y bruto es el encuentro entre las voces y tambores haitianos de Chouk Bwa Libète y el dúo de Bruselas de sintetizadores modulares The Angströmers. A la búsqueda de un vudú digital.

VICENÇ BATALLA | El cantante quebequés de Megative acercándose al público y, detrás, el MC jamaicano Screechy Dan disfrazado de juez
VICENÇ BATALLA | El cantante quebequés de Megative acercándose al público y, detrás, el MC jamaicano Screechy Dan disfrazado de juez

El complemento a estas actuaciones más reposadas fueron los colombianos Ácido Pantera. En sus manos y máquinas, la cumbia se acelera con una batería añadida para que nadie se quede quieto. Aunque el concierto más festivo constituyó el de los norteamericanos Megative. Una banda formada a partir del grupo de rock quebequés The Stills, con los productores neoyorquinos Like Minds y el cantante y poeta jamaicano Screechy Dan. Agradables y divertidos.

Y antes de abandonar el continente americano, otro de los momentos álgidos fue el del brasileño Edgar que utiliza la electrónica y el rap para denunciar los atentados medioambientales. Con bases elaboradas por Pupillo y percusiones en directo, Edgar utiliza el humor, los disfraces y los vídeos con un objetivo político claro sin perder la musicalidad. Como cuando se encierra dentro de una bolsa de basura para seguir rapeando mientras en la pantalla se lee “Bolsorano es un residuo radioactivo”.

Tensión post-soviética y misticismo irlandés

VICENÇ BATALLA | El cantante de los rusos Shortparis, en una inmersión completamente en rojo
VICENÇ BATALLA | El cantante de los rusos Shortparis, en una inmersión completamente en rojo

Una manera de denuncia más tensa e indirecta es la de los rusos Shortparis, que desde San Petersburgo usan una estética de rock y electrónica fría como si la Unión Soviética existiera todavía. Su cerebro es Nikolai Komyagin, originario de Siberia, y su cantante declama como si se acabara el mundo para después moverse con espasmos. Los Front 242 cuentan con unos seguidores un paso más allá.

Otras bandas europeas destacadas fueron los TAU, liderados por el místico irlandés Shaun Mulrooney que practica una música psicodélica y orientalista; los londinenses Stats que navegan entre el funk y el pop oscuro con un guitarrista y dos teclistas femeninas; y los suizos L’Éclair que se dejan llevar por un groove progresivo que rememora la música disco de los setenta.

Una cierta decepción representaron el combo femenino Los Bitchos, con una alineación internacional que incluye a una australiana, dos uruguayas, una inglesa y una sueca. Su apadrinamiento por parte de Alex Kapranos, de Franz Ferdinand, y el hecho de que interpreten una cumbia rock instrumental en principio agradable a las orejas levantó unas expectativas que en vivo no se cumplieron. Los temas no evolucionan ni comunican lo suficiente.

Joyas de pop francés, ruido de guitarras y groove de la casa

En el apartado francés hay que señalar el proyecto Jaune de Jean Thevenin, batería de los más conocidos Frànçois & The Atlas Mountains parte de cuyos miembros también le acompañan en directo. Y que está en sintonía con el pop delicado del grupo madre. En otro polo se hallan los tolosanos Slift, una especie de reencarnación de los ruidosos MC5 detroitinos. Un ruido que también produce Mezerg, pero a través de un piano preparado y las máquinas en la senda de Francesco Tristano. Y los Tekemat, con subasofón (como una tuba) y batería que un dj en la sombra convierte en un concierto techno.

VICENÇ BATALLA | La dj keniana Coco EM, en su sesión de madrugada
VICENÇ BATALLA | La dj keniana Coco EM, en su sesión de madrugada

Mientras que la fiesta corrió a cargo del colectivo Groove Control y su sound system formado por una decena de djs, raperos y bailarines de la región. También de Rennes apuntan formas los jóvenes Meloman & Máni. Y peculiar resultó el trío de Bensançon Grand Singe, que se esconden detrás de unas máscaras de simios y unas túnicas negras para lanzar un rapeado onírico y de la vieja escuela.   

De la selección de djs, con bastante morralla que sigue yendo a piñón fijo, sobresalió la keniana Coco EM, el ruso Pletnev, el colectivo suizo con MC Ozadya y los franceses Djedjotronic (minimalismo electro), Druide (industrialismo) y Billx (final apocalíptico, entre hardcore y reguetón). También las sesiones de continuidad de los entrañables y panorámicos Kosmo Pilot, Jean-Louis Presque y el chileno Medline.

Étienne Daho como apertura y Velvet Negroni como adiós

Nos perdimos el concierto de celebración de uno de los álbumes míticos del renés de adopción Étienne Daho Eden en el Teatro Nacional de Bretaña, justo encima de la sala Ubu. Daho ha reeditado ampliándolo este disco Eden que grabó en Londres en 1996 y que, en su momento, no fue bien recibido porque añadía los nuevos sonidos de la electrónica inglesa al de un pop más canónico. Por ello, ha decidido ahora hacer una gira por Francia reinterpretándolo. Como telonero en Rennes, tenía al joven Rouge Roge que ha editado el magnífico y sofisticado René (Dokidoki-Poussière d’Époque).

VICENÇ BATALLA | El norteamericano Velvet Negroni, en el concierto de cierre del Transmusicales en el Ubu
VICENÇ BATALLA | El norteamericano Velvet Negroni, en el concierto de cierre del Transmusicales en el Ubu

Pero en el Ubu el domingo, e indirectamente a causa de la huelga de trenes que nos mantuvo hasta el último día del festival en la ciudad bretona, pudimos asistir al concierto de una de las perlas norteamericanas del momento Velvet Negroni. Actuaba entremedio de su compatriota Claude Fontaine, hechizada por las melodías tropicales pero aun por rodar, y la belga y modelo Sylvie Krusch, a quien no le falta presencia escénica pero sí mayor originalidad musical.

Todo lo contrario que Jeremy Nutzman aka Velvet Negroni, hijo de Minneapolis, que hasta ahora trabajaba en la sombra de gente como Bon Iver y ha publicado este año su segundo álbum Neon brown (4AD) que es una pieza de orfebrería. Al igual que su directo, bañado por aquella calidez del soul procesada con sonidos actuales. Una delicia para despedir un Transmusicales que congregó durante cinco días y noches a 56.000 espectadores.

 

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