RAFAEL VALLBONA. Mece el tiempo y el espacio entre los que escribo estas líneas una preciosa bulería de Mayte Martín llamada Zafiro y Luna, y pienso en cuántos años y cuántas preciosas canciones se han perdido hasta que los discos de flamenco empezaron a tener un lugar en la discoteca de un aficionado al jazz o al rock.
Hoy, treinta años después de la muerte de Camarón de la Isla, todos hemos crecido y las cosas del flamenco en Cataluña van ocupando su lugar natural. Algunos de los mejores artistas son de aquí y los escuchan en Andalucía, Tokyo o Madrid. Hay mucho trabajo de hormiguita del Taller de Músics, las peñas de barrio o las escuelas de baile, y si no hay más flamenco en directo es porque los programadores o las salas no creen lo suficiente en el público local y apuestan por el supuesto dinero guiri.
Tras morir Camarón, la Mina fue el primer lugar en inaugurar un busto del artista. La estrella impresionante del genio del flamenco en Sant Adrià del Besòs dejó un poso importante en los incipientes jóvenes aficionados del país, y al año siguiente nació el festival Ciutat Flamenco; después vino una larga y fecunda lista de artistas flamencos catalanes que no se agota.
El viernes, 20 de mayo, se inaugura la 29ª edición del festival, que rendirá recuerdo, homenaje y estudio al capital primer concurso de cante jondo de Granada, que se celebró ahora hace un siglo. Y esto pasará en Barcelona. Hoy las cosas se entienden así, con normalidad, sin más. La riqueza cultural de un lugar la hace la gente. Y el día a día nos acaba clavando en la tierra nuestro legado cultural. Y al final todos somos tierra de la cual emergen nuevas riquezas. Siempre es así. ¡Olé!
Ciencia y cante
Músico, compositor y musicólogo, David Leiva (Almería, 1977) es el director del festival que responde a su propio perfil. Con una mano en la guitarra y la otra en los libros, Leiva entiende Ciutat Flamenco como un punto de encuentro entre la investigación y el espectáculo y todo con cierta bis pedagógica. «El festival tiene dos patas, la programación musical y el congreso de flamencología. El congreso, diseñado por un potente comité científico, llega a la cuarta edición con más debates, con más doctores y doctorados, más universidades y escuelas», explica con el entusiasmo del erudito. «Del extranjero y de muchas músicas del mundo, cada día hay más gente interesada en conocer las posibilidades rítmicas del flamenco. Nosotros procuramos dar esta visión moderna y abierta a través de las ponencias presentadas en las mesas de pedagogía y las de investigación».
Consultad la web ciutatflamenco.com y os daréis cuenta del vivo carácter cosmopolita, diverso y universal del flamenco de hoy en día (que bebe del de toda la vida, está claro). Se ha acabado aquello de los puristas y los renovadores; ahora el flamenco es de todos y de todo el mundo. El mestizaje musical del que se apropian los ritmos latinos ya hace años que lo practica la música flamenca. Joe Beck, Miles Davis, Chick Corea, John Mclauhgin o Max Roach se contagiaron de Sabicas, de Lucía o Morente para inaugurar un nuevo lenguaje musical que hoy es tan global como el palo de un cantaor en una peña de Cornellà o del Puerto de Santa María.
Esta realidad se hace con músicos, productores y salas de conciertos, pero es el trabajo intelectual el que le da una dimensión irrefutablemente original y universal. Y todo esto es Ciutat Flamenco.
El vértice entre la ciencia y la música será el primer festival de cante Ciutat Flamenco, un certamen que recupera la memoria de aquel primer concurso de 1922 que organizaron Manuel de Falla, Joaquín Turina y García Lorca en Granada. Entonces, el ganador fue Diego Bermúdez Cala El Tenazas y recibió una mención especial un jovencísimo Manolo Caracol. Ahora este concurso se retoma dentro del Ciutat Flamenco con carácter bianual, alternándolo con el concurso de guitarra. La historia continúa en cualquier lugar, y una capital del flamenco como Barcelona le tiene que dar continuidad. “La gente de Granada nos felicitan por recuperar la memoria del concurso un siglo después”, asegura David Leiva. “Además, se cantarán todos los palos para hacerlo más atractivo al público y más intenso a los artistas». ¡Olé!
Un cartel diverso y próximo
La programación de espectáculos flamencos tiene en la Suite de la Isla (sábado 28, en el Auditori) su cénit. Se trata de un concierto de homenaje a Camarón en forma de recorrido musical y emocional por su obra dirigido por Joan Albert Amargós y el propio Leiva. Una big band formada por estudiantes del Taller de Músics y del ESMUC, con artistas invitados de la talla de Chano Domínguez o Pedro el Granaíno, llevará al espectador a paisajes sonoros que elevarán la música de Camarón; un poco lo que el año pasado se hizo con Paco de Lucía. “La ‘Suite de la Isla’ es una especie de continuidad de la ‘Suite de Lucía’ del año pasado, que este verano se podrá escuchar en el festival de Porta Ferrada”, dice orgulloso Leiva.
Naike Ponce abre el certamen el 20 en La Casa Seat, y Flamenkbeat, espectáculo cantado por Alba Morena acompañada de electrónica, lo cierra domingo 29 poniendo el acento de fusión entre el flamenco y la música urbana.
El guitarrista Chicuelo presenta su proyecto Caminos (viernes 27), con una formación insólita con violonchelo y batería. Los Aurora llevan el flamenco, jazz, rock del trabajo La balsa de la medusa al Luz de Gas (miércoles 25) y la compañía de Yolanda Cortés Colmao, un viaje retrospectivo en la España de los 40 en el Artesà, la sede del Tradicionàrius. “La idea es llevar el festival a varios escenarios, algunos ajenos al flamenco, y también hacer conciertos a mediodía para abrir el abanico de público e invitar a las familias para que lo descubran”, afirma Leiva. “Pero el resto del año los que tienen que hacer el trabajo son los tablaos. Poner entradas caras no ayuda, y hace que el flamenco se continúe viendo como un espectáculo para turistas”.
La chica que el día que inauguraron la estatua de Camarón en La Mina fumaba un Ducados mientras se miraba aquello con desprecio, pensando que el flamenco era cosa de viejos, ahora debe de tener unos 43 años. La cabellera rubia y enredada de aquella época hoy se la lava en una peluquería donde suena la Rosalía y quizás Queralt Lahoz y todo. Es su música y será también la de sus hijos, que hablan un catalán que parecen salido de TV3. Todo junto y mezclado es lo que le ha hecho ser tal como es. ¡Olé!
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