VICENÇ BATALLA. Hay una historia y una memoria en el Rosellón y toda la actual región de Occitania que atormenta los espíritus, sea para los que lo han vivido y todavía están vivos, sea para sus descendientes. Es la llamada Retirada del medio millón de republicanos catalanes y españoles en 1939 y los campos de concentración donde fueron (mal) recibidos. La película de animación Josep, de Aurel, continúa este trabajo de memoria pero de una manera bastante original porque su personaje central es el pintor e ilustrador Josep Bartolí (Barcelona, 1910-Nueva York, 1995) de quien no se paran de desvelar sorpresas. El dibujante político Aurel (Le Monde, Politis, Le Canard enchaîné… ) extrae de él un retrato a su vez realista e impresionista como las caricaturas y croquis que Bartolí había realizado durante su paso por todos estos campos de internamiento. Cuando se exilie a México y Estados Unidos, y se cruce con Frida Kahlo, esta necesidad de reflejar la realidad inventando nuevas formas no lo abandonará nunca.
Y la película, en su forma y su relato, sigue esta existencia tan cambiante. Razón por la cual fue seleccionada por el Festival de Cannes 2020 que no se celebró pero de quien ha recibido el sello oficial. Con este salvoconducto, el largometraje llega a las salas en Francia el 30 de septiembre a la espera de su salida en España el 4 de diciembre. Con anterioridad se exhibió simbólicamente en Perpiñán a principios de septiembre con la acogida de todas las autoridades locales excepto el nuevo ayuntamiento (de extrema derecha), signo de que lo que explica el film sigue estando de actualidad. Nosotros pudimos conversar con Aurel sobre este su primer largometraje, que cuenta además con la voz de Sergi López y la música de Sílvia Pérez Cruz.
Aurel, Aurélien Froment (Ardeixa, 1980), ya ha tenido otros preestrenos en Francia de Josep, pero este en Perpiñán es especial porque es el epicentro de su film. En el cine Le Castillet incluso se organizó una segunda proyección seguida porque la primera estaba completa. Franceses de los Pirineos Orientales, estos catalanes del norte, estaban ansiosos por descubrir las imágenes de esta película dibujada, como prefiere llamarla Aurel, donde explica un pasado compartido entre las generaciones que ya estaban antes de 1939 y muchos descendientes de estos republicanos que huían de las tropas franquistas. Y que hacen rememorar estos campos de internamiento que acabaron en campos de concentración. Y de donde salen los dibujos de Josep Bartolí, que se intercalan entre las secuencias.
“Es complicado decir lo que me acerca a mí de Josep Bartolí a nivel de dibujo porque no puedo hablar de ello con él, pero pienso que es evidentemente una visión política de las cosas y también un acercamiento en el dibujo”, nos responde Aurel a una de nuestras preguntas al lado de otros compañeros de la prensa local. “Hice la apuesta, que me confirmó un poco más tarde Georges Bartolí su sobrino, de que Josep formaba parte de esos dibujantes que tienen necesidad de dibujar. No es solo un instrumento, también es una necesidad”.
Y Aurel lo encadena con su caso: “yo tampoco puedo evitarlo, incluso en las vacaciones. Dibujo todos los días. No es mi trabajo, es una necesidad. Y estoy convencido de que Josep Bartolí no dibujó en los campos para dar testimonio ni por no sé qué. Dibujó porque hacía falta que dibujara y era su manera de sobrevivir. Es esto lo que más nos acerca”.
En la misma sala para la entrevista está Serge Lalou, el productor de Les Films d’Ici Méditerranée de Montpellier, la estructura que ha hecho posible la película yendo a buscar otros socios para su fabricación y que el año pasado también estaba detrás de Josep Bartolí, el dibujo como memoria, un documental de France 3 Occitania que comenta estos dibujos a partir de la familia de Bartolí, historiadore·as y dibujantes o guionistas como Paco Roca y Antonio Altarriba. Entre ellos, está el sobrino Georges Bartolí, fotógrafo y que hace una decena de años daba vida al trabajo de su tío en La Retirada: éxodo y exilio de los republicanos de España (Actes Sud, 2009/El Mono Libre, 2020), entrevistado por Laurence Garcia (posteriormente, en septiembre de 2021, lo entrevistamos nosotros como comisario de la exposición Josep Bartolí. Los colores del exilio en el Memorial de Ribesaltes).
El deseo de hablar de Josep Bartolí
“Como dibujante, me quedé completamente maravillado y hechizado por la obra gráfica de Josep Bartolí”, se acuerda Aurel cuando descubrió el libro al tiempo que realizaba su cortometraje Octubre negro (2011), con Florence Corre, sobre las trágicas manifestaciones de los argelinos el 17 de octubre de 1961 en París. “Dado que yo estaba trabajando en la animación, algo nuevo para mí, de golpe intenté aliar las dos cosas diciéndome que quizás esta obra era el proyecto que me permitiría dar un paso más en el cine”.
En seguida se puso en contacto con Georges, que le contó una vida tan rica que no es tan simple de simplificar. “Estaba maravillado a su vez por la calidad gráfica y la potencia de lo que explicaba en sus dibujos. Y, además, por esta vida novelesca que atravesó el siglo: desde los bajos fondos en Barcelona en los años 1910 hasta Nueva York entre 1950 y 1995. ¡Y Frida Kahlo en medio de todo ello! Era enorme”.
Es aquí cuando surge el guionista Jean-Louis Milési, histórico acompañante del cineasta Robert Guédiguian. Con Milési, ambos desarrollaron un argumento de ficción que conserva los dibujos de Bartolí y su desenlace escapándose de los campos a partir del punto de vista de un gendarme imaginario que lo ayuda y que sitúan en la actualidad para confrontarlo a las nuevas generaciones. “Disponíamos de Georges que nos podía dar un montón de informaciones. Y también de la viuda de Josep que todavía está viva (Bernice Bromberg). Pero se tenía que hacer una selección y encontrar la buena historia para explicarlo en medio de todo esto. Milési permitió encontrar el ángulo de ficción que nos permitiría explicar la esencia de este personaje, sin estar obligados a ser exhaustivos”.
De hecho, la intriga intenta salir de una percepción monolítica de toda la población francesa hostil a los republicanos y engullidos como colaboracionistas por los nazis. “Era importante mostrar las dos partes. Queríamos denunciar, entre comillas porque esta no es una película para cargar ni de tesis, la mala acogida hecha a los exiliados en 1939. Pero tampoco queríamos hacer un film negro, fiscalizador que señalara con el dedo una falta gigantesca. Tenía que haber esperanza. Y, de todas maneras, era la realidad. La acogida no pudo ser más dura y más reprensible de Francia respecto a esta gente. Pero también había personas y gendarmes allí que ayudaban y eran mucho más humanos”.
Para hacerlo posible, de cara a los personajes y para los decorados, hurgaron entre las pocas imágenes fotográficas que existen de este periodo. “En los archivos no hay tanta documentación, pero utilizamos todo aquello que localizamos. Se llegan a hallar imágenes de gendarmes ofreciendo sus garitas o dando un biberón a un bebé”.
Personajes desarraigados como tema
El método de trabajo de Aurel no fue tan diferente de cuando trabaja, para la prensa diaria o haciendo reportajes gráficos, y busca en ellos lecturas contemporáneas. “Siempre hago esta aproximación periodística de las cosas. Y la película me permitía cubrir un tema histórico con resonancias en la actualidad; poco conocido por la parte de la Retirada, totalmente desconocido por la parte de Bartolí”.
Y, más concretamente, en torno a la cuestión de los refugiados que nunca han sido tan numerosos en el mundo y que vuelven a poner a Europa delante de su historia y su responsabilidad. Existe una curiosa comparación por parte de este dibujante de Montpellier: “siempre he estado muy interesado, apasionado por el tema del desarraigo. Por oposición a mi historia. Cuando en la adolescencia supe que mis raíces desde hacía siglos y siglos eran originarias de solo cuatro quilómetros lejos de donde crecí, me dije fuertemente sorprendido: ¡tengo cero exotismo a mi alrededor!”.
Por oposición, Aurel siempre ha estado interesado en las personas que se ven forzadas a marcharse de su territorio. En 2014, publicó Clandestino. Un reportaje de Hubert Paris, enviado especial (Glénat), una ficción en cómic a partir de diversos reportajes en Argelia y España sobre la emigración africana en Europa y toda la cadena sumergida u oficial que se aprovecha de estos individuos sin derechos. “Y, a su vez, también me sentía enriquecido de este arraigamiento. Siempre he querido saber cómo les iba a estas personas que tenían que alejarse, de una manera forzada, de sus raíces. Qué ocurría con este exilio. Lo que me atrae es el hecho de comprender qué les ocurre y tomar su defensa porque raramente lo hacen por placer”.
Revolución, guerra y campos de concentración
Conocer el pasado para comprender el presente. Se trata de una generación entre Josep Bartolí y Aurel representada por el sobrino del primero Georges Bartolí quien se encargó de mantener el legado después de su deceso en los años noventa. Georges también estaba presente en el preestreno en Perpiñán. Y en el último número de la revista Gibraltar, editada en Toulouse, se dedica una treintena de páginas a Josep Bartolí con un texto evocador redactado por Georges y fotos suyas tomadas en lugares por los cuales pasó su tío durante la Guerra Civil y su éxodo en los campos de internamiento, además de los dibujos de Josep. En el texto, Georges menciona el libro Campos de concentración 1939-194… que Josep Bartolí consiguió publicar conjuntamente con el periodista Narcís Molins i Fàbrega en México en 1944 y que en España no apareció hasta 2007 (La Vieja Factoría).
“Esta obra recopila los dibujos realizados en el transcurso de su periplo de dolor en los campos franceses”, escribe su sobrino. “Si Bartolí conoce la diferencia entre campo de concentración y campo de exterminación, también sabe que el segundo sigue siempre al primero. Sus croquis explican crudamente la realidad de un sistema injusto”. Georges sigue el recorrido de Josep desde sus aventuras con sus hermanos en Barcelona para ganarse el pan como ilustrador a su entrada durante la Segunda República en el Sindicato de Dibujantes Profesionales hasta la formación de un comité revolucionario en el seno de este sindicato para combatir a los franquistas con carteles de propaganda. También su marcha al Frente de Aragón en la columna comunista de Caridad Mercader (madre de Ramon Mercader, quien matará a Trotsky en México), más tarde su trabajo de comisario para los mismos trotskistas y, el 14 de febrero de 1939, su paso a Francia a través del puerto de La Menera, en Prats de Molló, después de haber dejado atrás a su compañera madrileña María Valdés que seguramente murió por un raid de la aviación de Mussolini contra el tren que había tomado en dirección a Figueres.
“Para llenar el enojo y la indignación, Bartolí dibuja con frenesí”, explica Georges sobre sus tres años de idas y vueltas en estos campos de los Pirineos Orientales y más allá. “La miseria de los suyos, la arrogancia de los carceleros sobre los vencidos, el dolor constante de la muerte, siempre. Campos de internamiento de Sant Cebrià, Ribesaltes, El Bacarès del que se evade, el hospital militar de Perpiñán donde por poco el tifus no se lo lleva, después Bram, terrible campo disciplinario en el que las vías ferroviarias reciben trenes vacíos que vuelven a marcharse cargados de prisioneros hacia Dachau, hacia la Alemania nazi”.
Y, si él salva su vida, es porque consigue saltar de uno de esos trenes en marcha mientras que uno de sus compañeros se mata en el mismo intento. Durante meses, vaga por Francia hasta que en 1942 logra subir a un barco en Marsella hacia el norte de África con la ayuda de Josep Tarradellas, futuro presidente de la Generalitat. Desde Casablanca, embarca en otro navío en dirección a Veracruz, en México. Y allí recupera su libertad para siempre, a menudo con viajes a Francia después de la Segunda Guerra Mundial pero nunca a España antes de la muerte de Franco.
De Frida Kahlo a la abstracción de Nueva York
La película Josep toma este periplo de tres años en Francia como eje central, pero también hace idas y vueltas entre la época actual y el pasado en Perpiñán y episodios de Bartolí en México y Nueva York. Con su historia amorosa con la artista Frida Kahlo entre 1946 y 1949, que se reveló en 2015 con la subasta en la galería neoyorquina Dolye de las cartas febriles enviadas por Frida (Mara) a Josep (Sonja) a escondidas de su marido Diego Rivera. Y por las cuales la galería obtuvo 137.000 dólares. Josep guardaba celosamente estas cartas, pero nunca se han encontrado las que él enviaba a Frida.
El itinerario de este personaje escurridizo continúa con su entrada en los años cincuenta como ilustrador de la revista Holiday, con la que se ganará muy bien su vida y que le servirá para conocer a las estrellas de Hollywood. Pero su compromiso artístico se mantendrá con su relación en Nueva York con el Grupo 10th Street, los pintores de la abstracción expresionista, y una amistad especial con Jackson Pollock y Franz Kline. Él mismo adoptará el color en sus cuadros al tiempo que prosigue con su denuncia social, que puede observarse en sus libros Black man in America y Machismo.
Mientras tanto, continuaba siendo casi desconocido e ignorado en España. Cuando murió Franco, sus amigos los escritores Anna Murià y Agustí Bartra con quien había compartido parte de su exilio en México intentan convencerlo de que vuelva a Cataluña. Un gran conocedor de su obra, Jaume Canyameres, consigue incluso empadronarlo en Terrassa, donde ya vivían Murià y Bartra. Pero Bartolí no se quedará nunca, pese a que expone en esa ciudad en 1984 por primera vez en Cataluña después de la dictadura. Una vez muerto en Nueva York en diciembre de 1995, el mes de abril siguiente sus cenizas se dispersarán en las aguas de Premià de Mar, al norte de Barcelona, según su voluntad.
El Memorial de Ribesaltes en el Perpiñán de hoy
El trabajo de reconstrucción del film de Aurel, en los primeros años más duros del éxodo, ha contado con el Memorial del Campo de Ribesaltes, diez quilómetros al norte de Perpiñán. Inaugurado en 2015 en una parte de un antiguo campo militar durante el siglo XX, este vio desfilar en las peores condiciones posibles a los republicanos españoles, judíos, gitanos, indeseables por el régimen de Vichy y, más adelante, prisioneros alemanes, tiradores guineanos, indochinos, argelinos del FLNA, harkis, todo tipo de inmigrantes en los últimos años…
El día de la presentación de Josep en el cine Le Castillet estaba la presidenta socialista del consejo general de los Pirineos Orientales y vicepresidenta del Memorial, Hermeline Malherbe, y también la vicepresidenta ecologista de la región Occitania/Pirineos Mediterráneo, Agnès Langevine, que han cofinanciado la película. Pero ningún representante de la nueva alcaldía de la Agrupación Nacional de Louis Aliot, que se impuso en las elecciones municipales de junio. Un evidente malestar recorría la sala cada vez que se evocaba indirectamente este nuevo alcalde de extrema derecha.
“Esto nos recuerda lo importante que es en el mundo de hoy enseñar estas imágenes, esta historia, aquí en Perpiñán y vuelvo a insistir de forma grave”, manifestaba Malherbe en su presentación. “Habéis visto que no hemos podido saludar al conjunto de las administraciones locales porque hay quien no ha venido, ¡y mejor!”, acababa la vicepresidenta del Memorial entre aplausos del público. “Josep es finalmente un hermano, un tío, un camarada… Aquí, en el País Catalán todos tenemos una historia, un vínculo, con este episodio trágico”, recordaba por su parte Langevine antes de añadir: “estos campos nos obligan a este trabajo de memoria, pero también a este trabajo de lucha y de resistencia”.
El acto había sido introducido por el productor Serge Lalou, que en 2016 ganó el Oso de Oro en la Berlinale por Fuocoammare, de Gianfranco Rosi, documental sobre la crisis migratoria en la isla siciliana de Lampedusa.
Trabajo en equipo y la música de Sílvia Pérez Cruz
El mismo Aurel reconoce que no sabía prácticamente nada de la Retirada hasta que hace una década la región conmemoró los 70 años con un CD de testimonios que aun estaban vivos. Para su largometraje, también ha contado con la coproducción de la empresa audiovisual barcelonesa Imagic TV de Jordi B. Oliva. Un equipo de alrededor sesenta personas durante cinco años, que él tenía que coordinar cuando habitualmente se halla solo ante la mesa para dibujar sus imágenes para la prensa. “Pero, a priori, disponía de la decisión final sobre todas las cuestiones artísticas”, se felicita el autor.
Todos estos contactos le permitieron contar con algunas voces célebres para sus personajes. Gérard Hernández, Bruno Solo o Valérie Lemercier, por la parte francesa, y Sergi López o Sílvia Pérez Cruz, por la parte catalana. La elección de Sergi López se acabó imponiendo como voz para Josep Bartolí, en catalán, castellano y francés. En el caso de Sílvia Pérez Cruz, en catalán pero asimismo en el rol de Frida Kahlo, el encuentro fue todavía más fructífero. “Conocía su música, y sabía que era muy conocida en España, más aun en Cataluña, y totalmente desconocida en Francia. Tenía muchas ganas de que fuera ella. Hice su retrato para el diario ‘Le Monde’ en reportaje gráfico. Le hablé del film, y le interesó”.
Inmediatamente después, también le propusieron hacer la banda sonora. “Y es una decisión de la que no me arrepiento para nada. Uno de los comentarios principales que he recibido como retorno de la película, es sobre su forma que resulta bastante original y le debe mucho a su banda sonora. Sílvia Pérez Cruz no se contenta únicamente de las canciones que se conocen de ella. Es un trabajo de orfebrería, a la vez creativo y de enlace entre el sonido y la imagen, hecho como un bordado”.
Una combinación que Aurel aprecia mucho porque él también ha realizado portadas para Jazz Magazine y cómics sobre figuras del género para las cajas de la discográfica Nocturne, además de trabajar para artistas como Massilia Sound System o Natacha Atlas. “El cine me permite responder a algo que siempre me ha obsesionado que es poner sonido a mis dibujos. De hecho cuando estaba en el estudio con la gente que hacía el sonido, fuera la música de Sílvia, los mezcladores, los de los efectos, me sentía casi tanto en mi elemento como cuando hablaba con las personas que se cuidaban de la imagen”.
El premio de figurar en la Selección Oficial de Canes
Y para redondearlo, la película fue seleccionada en Cannes aunque el festival de cine no se celebró a causa de la pandemia. “Cuando supimos que nos habían seleccionado en Cannes, me pregunté cuál es el porcentaje de posibilidades en tu vida de realizar un film. Cuál es el porcentaje de posibilidades en tu vida de que se llegue a ver. Cuál es el porcentaje de posibilidades de que este film sea seleccionado en Cannes. Y cuál es el porcentaje de posibilidades de que, el año en que eres seleccionado en Cannes, sea el año en que no se celebra porque hay un virus mundial… Me lo tomo así, riendo, porque no hay otra forma de tomárselo”. Tanto da, la película llega a las salas con el sello Selección Oficial Cannes 2020 y así será presentada a finales de octubre en España en el festival de Valladolid, la Seminci (premio ex aequo a la mejor dirección).
Es una oportunidad para recordar las palabras que escribió Anna Murià en el prólogo del libro de entrevistas de Jaume Canyameres Conversación con Bartolí (Publicacions de l’Abadia de Montserrat, 1990): “Quien contempla la obra de Bartolí, recibe muchas sugerencias, hace muchas suposiciones. A mí, todas me conducen a ver en él al prototípico hombre del Siglo Veinte. Quizás porque yo soy una mujer del Siglo Veinte. Yo sé qué quiere decir ser del Siglo Veinte. Quiere decir estar hecho de todo lo que he insinuado en las páginas precedentes, quiere decir llevar en el espíritu y los nervios, en la historia personal, todo lo que contiene de amor y odio, de bien y de mal, la obra de Bartolí”.
Guerra
Todas las madres del mundo,
ocultan el vientre, tiemblan,
y quisieran retirarse,
a virginidades ciegas,
el origen solitario
y el pasado sin herencia.
Pálida, sobrecogida
la fecundidad se queda.
El mar tiene sed y tiene
sed de ser agua la tierra.
Alarga la llama el odio
y el amor cierra las puertas.
Voces como lanzas vibran,
voces como bayonetas.
Bocas como puños vienen,
puños como cascos llegan.
Pechos como muros roncos,
piernas como patas recias.
El corazón se revuelve,
se atorbellina, revienta.
Arroja contra los ojos
súbitas espumas negras.
La sangre enarbola el cuerpo,
precipita la cabeza
y busca un hueco, una herida
por donde lanzarse afuera.
La sangre recorre el mundo
enjaulada, insatisfecha.
Las flores se desvanecen
devoradas por la hierba.
Ansias de matar invaden
el fondo de la azucena.
Acoplarse con metales
todos los cuerpos anhelan:
desposarse, poseerse
de una terrible manera.
Desaparecer: el ansia
general, creciente, reina.
Un fantasma de estandartes,
una bandera quimérica,
un mito de patrias: una
grave ficción de fronteras.
Músicas exasperadas,
duras como botas, huellan
la faz de las esperanzas
y de las entrañas tiernas.
Crepita el alma, la ira.
El llanto relampaguea.
¿Para qué quiero la luz
si tropiezo con tinieblas?
Pasiones como clarines,
coplas, trompas que aconsejan
devorarse ser a ser,
destruirse, piedra a piedra.
Relinchos. Retumbos. Truenos.
Salivazos. Besos. Ruedas.
Espuelas. Espadas locas
abren una herida inmensa.
Después, el silencio, mudo
de algodón, blanco de vendas,
cárdeno de cirugía,
mutilado de tristeza.
El silencio. Y el laurel
en un rincón de osamentas.
Y un tambor enamorado,
como un vientre tenso, suena
detrás del innumerable
muerto que jamás se aleja.
Miguel Hernández
Cancionero y romancero de ausencias (1938–1941)
Poema de donde Sílvia Pérez Cruz ha extraído la canción Todas las madres del mundo, que se escucha en los títulos finales de la película
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