VICENÇ BATALLA. La autobiografía, real o ficticia, es la base del trabajo del guionista español de cómic Antonio Altarriba. Su éxito de público y crítica con El arte de volar (De Ponent, 2009; Denoël Graphic, 2011), que explica la vida agitada y politizada de su padre antes de suicidarse a los noventa años, lo propulsó en la primera línea de la novela gráfica ibérica. Con el dibujante catalán Kim, ganó el Premio Nacional de Cómic en 2010. La continuación El ala rota (Denoël Graphic, 2016; Norma Editorial), sobre la historia opuesta pero como un espejo de su madre, incluso se publicó primero en francés. Ahora, la francesa Denoël Graphic edita las dos obras como el díptico L’Épopée espagnole (La epopeya española), del que se desprende un recorrido por el siglo XX español del lado de los anónimos. “Para abatir las paredes del olvido, ambos autores han edificado otra pared creativa, compuesta de pequeñas viñetas, de imágenes, como una especie de bocadillos de memoria que remontan a la superficie de nuestra actualidad”, acaba el prólogo en el díptico de la hispanista Viviane Alary.
Simultáneamente, Altarriba había comenzado su trilogía del yo donde debuta buscándose un alter ego en el personaje del Yo, asesino (Norma, 2014; Denoël Graphic) y los dibujos en blanco y negro del madrileño Keko. Se trata de una crítica furibunda del mercado del arte. La segunda entrega fue Yo, loco (Norma, 2018; Denoël Graphic), una acusación contra la industria farmacéutica muy de actualidad en estos momentos con la pandemia.
Y cierra la trilogía con Yo, mentiroso (Norma, 2020; Denoël Graphic, 2021). Con nombres ligeramente modificados, el guionista fustiga de manera frontal como nunca antes lo había hecho la actualidad política española y los spin doctors de la comunicación personificada en la figura de Iván Redondo, primer consejero del presidente de derechas Mariano Rajoy y ahora del presidente socialista Pedro Sánchez. Una política en el siglo XXI que cambia las guerras de trincheras por las guerras de un simulacro de comunicación. Respondiendo a nuestras preguntas por correo electrónico, el catedrático de literatura francesa de la Universidad del País Vasco-Vitoria, y nacido en Zaragoza en 1952, nos habla de estas cinco obras con sus ecos actuales.
Con Yo, mentiroso, acaba una trilogía empezada hace siete años. ¿Hay posibilidades de que aparezcan más yo, desdoblamiento de su personalidad en el futuro o los personajes ya han dado todo de sí?
“Podría decir, imitando a Rimbaud, «yo soy otro» y, siguiendo la dialéctica de los Dupon·d·t, «yo diría incluso más, yo son muchos otros». Efectivamente, la serie podría tener otros «yo», pero no. Nosotros nos paramos aquí. No me gustan las series interminables y creo que, pese a que todavía no hemos acabado de dar la vuelta y podríamos ilustrar la naturaleza humana con otros ejemplos, el recorrido es suficientemente representativo. Hemos escogido lo mejor de cada familia, el asesino, el loco y el mentiroso. La visión de una contemporaneidad tan despiadada en los hechos como correcta en las formas se completa bastante bien con los tres volúmenes. Este paseo por caminos tan oscuros pone de relevo la impostura, los mecanismos del poder, las dificultades de una comunicación plena… Son los ejes esenciales sobre los cuales descansa nuestra sociedad”.
Yo, mentiroso es la entrega más directamente conectada con la actualidad. Con personajes públicos y políticos españoles (la corrupción del PP, la nueva presidencia del socialista Pedro Sánchez… ), a los que se les cambia ligeramente el nombre. En primer lugar, ¿puede resultar más difícil de seguir por parte del lector francés o el relato se entiende como un fenómeno universal?
“La lectura del libro en España se hace de manera diferente a la de otros países. Un español identifica a los personajes, los asuntos de corrupción que se tratan y las estrategias políticas y de comunicación. Pero, según lo que he podido constatar, el libro se entiende muy bien en Francia. La desafección y la desconfianza respecto a la clase política se ha extendido un poco por todo el mundo. De hecho, leyendo las críticas que el libro ha recibido en Francia, constato que no se lee como acontecimientos raros o extranjeros. Se ve que la intriga pasa en España, pero el público también se siente interpelado. Saben que esto podría pasar en Francia. Otros asuntos parecidos han tenido lugar en Francia y en muchos otros países. Tengo una gran confianza en los comportamientos de los políticos de todo el mundo para que el libro tenga una buena recepción internacional”.
En segundo lugar, en este caso no hay ninguna ambigüedad sobre sus intenciones. ¿Es una visión muy pesimista sobre en lo que se ha convertido la política y el hecho público?
”Creo que es una visión bastante realista. Para empezar, los escándalos de corrupción y las estrategias políticas a las cuales me refiero no son inventados. El número de políticos acusados ante diferentes tribunales es real y las cifras de corrupción en España también. Diría incluso que me quedo un poco corto en mis ejemplos. Y esto denuncia, efectivamente, la degradación de la política en las últimas décadas, la falta de compromiso sincero con los ideales, la sustitución de las políticas de acción por las políticas de discurso (el relato y las estrategias de comunicación cuentan más que los hechos), el abandono del espíritu de servicio a los ciudadanos pensando solo en los intereses del partido o en la perpetuación en el poder, las dimensiones de un capitalismo salvaje que hace que los intereses de ciertas grandes corporaciones puedan imponerse a los gobiernos, las debilidades de una red mediática incapaz de denunciar los abusos y secuestrada por sus propias dependencias económicas… La deriva es preocupante y tiene el riesgo de llevarnos hacia tiranías « soft », con una conciencia ciudadana ablandada por una comunicación hábilmente dirigida”.
¿Han muerto las ideologías y todo es comunicación o simulacro de comunicación? ¿El personaje de Iván Cuadrado (Iván Redondo) es el malvado por excelencia de unas sociedades de la posverdad? Con el reciente resultado de las elecciones en la Comunidad de Madrid, ¿sería intercambiable con Miguel Ángel Rodríguez como spin doctor de Isabel Díaz Ayuso?
“Totalmente. Todos tuvimos la impresión de que la partida de ajedrez de las elecciones madrileñas se jugó entre Iván Redondo, jefe de gabinete de Pedro Sánchez, y Miguel Ángel Rodríguez, consejero de Díaz Ayuso. Lo demuestra hasta qué punto la comunicación estaba calculada en todos sus efectos. Y reflexionando, se entiende enseguida que, en un período tan difícil como el actual, no se trataran los problemas concretos de la gente. Me gusta la expresión que usted utiliza en la pregunta, «simulacro de comunicación». Porque es justo esto: no una verdadera comunicación, sino un simulacro”.
La medicina y el arte como negocio
En los dibujos en blanco y negro de Keko, se pasa de rastros de rojo en Yo, asesino a amarillo en Yo, loco y verde en Yo, mentiroso. ¿Es también una manera de ir dulcificando una realidad que no ha dejado de ser cruda, pero que ahora se vende como indolora?
“Es esto en cierta manera. Introdujimos un tercer color para endulzar la parte sombría de un blanco y negro sin matices y muy denso. En este sentido, partimos de una voluntad de «endulzar». Pero, más allá de este efecto estético, la utilización de los tres colores se distribuye siguiendo una lógica narrativa. Todo lo que está pintado en rojo, en amarillo o en verde representa una alarma, señala un objeto amenazante o refuerza lo simbólico de la escena. Y el rojo conviene al asesinato, el amarillo chillón a la locura y el verde a la mentida”.
¿Cómo ha influido el trabajo de ilustración de Keko desde que se inició la trilogía? El contraste entre el blanco y negro también es una manera de subrayar la parte más oscura de las reacciones humanas…
“Me puse en contacto con Keko desde el comienzo del proyecto. Para mí, era evidente que él (y solo él en España) podía dar la atmósfera que convenía a las historias. Es un gran maestro del blanco y negro, masivo y contrastado. Pienso que un dibujante menos contundente no hubiera otorgado este ambiente opresor que le va tan bien a la intriga”.
En Yo, loco había una crítica directa a las multinacionales farmacéuticas y su forma de ganar dinero con nuestros males y angustias. ¿La realidad ha hecho más pertinente esta crítica ahora que se multiplican las polémicas por las patentes, distribución y cláusulas de confidencialidad de las vacunas de la Covid?
“Pues, sí… Paradójicamente, la industria farmacéutica es una de las más opacas con un lobby muy potente. Y nuestra salud está entre sus manos. ¿Cómo podemos estar seguros de que en el dilema «bien público/beneficio privado» actuarán en el sentido correcto? Por otro lado, no se esconden. Numerosos directivos han declarado que es el marketing (y no la salud mundial) lo que marca la política de sus empresas. El comportamiento de los laboratorios en la pandemia actual prueba esta opacidad, la UE no ha podido dar una información transparente de los contratos firmados por la compra de las vacunas. La batalla por las patentes será muy dura pese a que se pueda desprender de ello una gran mortalidad. Y la aventura no se ha acabado. Esperemos a los plazos de inmunidad, a la vacunación mundial, a los efectos secundarios, a las mutaciones del virus… ¿El beneficio es incompatible con el beneficio?”.
En Yo, asesino se desdobla usted mismo como un profesor de arte barroco y pintura expresionista que consuma sus crímenes como otra obra de arte. ¿Ha perdido el circuito cultural del arte su capacidad de sorprender? ¿Se ha convertido únicamente en un valor de mercado?
“Las voces críticas sobre la dirección tomada por el arte en las últimas décadas no paran de aumentar. Un exceso de conceptualización en el discurso artístico permite que todo acto se convierta en performance y todo objeto en obra de arte. Somos numerosos en pensar que, en ciertas manifestaciones dichas «artísticas», el valor es dudoso hasta tener incluso la impresión de que se ríen de nosotros. Es por esto que asistimos atónitos a ciertas exposiciones, sin comprender, sin emocionarnos, sin que nos diga o nos llegue nada. Y el círculo de expertos y las maniobras financieras para apoyar estas cotas se encargan, con éxito, de mantener el mercado. Es la razón por la que el proceso del protagonista de ‘Yo, asesino’ se convierte en pertinente, incluso emocionante. De acuerdo, es un asesino, pero su proceso es sincero, radicalmente auténtico. Y despierta en nosotros sentimientos contradictorios, porque, en el fondo de la animadversión, no podemos evitar una cierta simpatía, casi piedad. Es un asesino, pero es sincero, condenado a morir por la subida irrefrenable de la mentida”.
¿Se pueden consagrar todas las energías al mundo del arte hasta abandonar y perder a los seres más queridos?
“El arte puede ser vivido como una pasión, redentora o destructora. Últimamente (efecto de la posmodernidad quizás) la relación del creador con su obra se ha enfriado y se vive ahora como un divertimento, prestigio o empresa económica. Pero me gustan estas relaciones fuertes que hacen que el artista se agarre a la obra de forma desesperada, a vida o muerte, jugándose la salud o como la única manera de ser, o al menos de sobrevivir. Es una concepción esencialmente romántica de la creación artística, pero transcendente y garantía, como mínimo, de la importancia del desafío creativo”.
La dicotomía del padre y la madre del autor
El arte de volar y La ala rota se acaban de editar en un solo volumen en Francia como el díptico que es sobre la historia de su padre y su madre. ¿Cree que ahora los dos libros ganan en perspectiva, tal como explica Viviane Alary en el prólogo?
“Ganan en perspectiva temporal de entrada. ‘El arte de volar’ apareció en Francia hace diez años y en España doce. ‘El ala rota’ es más reciente (2016) y se mantiene bien vivo en ventas y, sobre todo, en los enunciados que ilustra sobre toda una generación de mujeres. Pero la perspectiva se establece sobre todo a través del juego de correspondencias trenzando entre los dos volúmenes. Por una parte tenemos una visión del siglo XX español del lado republicano y progresista (mi padre) y por otra del lado conservador y franquista (mi madre), pero también y sobre todo la experiencia de hechos muy parecidos, a veces idénticos, vividos por un hombre en un volumen y por una mujer en el otro. La figura de mi padre, protagonista indiscutible de ‘El arte de volar’ se encuentra fuertemente matizada en ‘El ala rota’. Y, al revés, la figura de mi madre, protagonista de ‘El ala rota’, puesta en cuestión en ‘El arte de volar”.
Consiguió entender y entenderse usted mejor en su relación con sus padres? ¿Ha logrado mantener su herencia en su práctica tanto académica como de compromiso público y personal?
“Sí. Sobre todo en lo que concierne a mi madre. Confieso una cierta distancia respecto a ella, consecuencia de su fe religiosa, diría incluso de su mojigatería. Con la escritura de este guión, comprendí que para una mujer en su posición social, económica, familiar la religión católica, tal como ella la vivió, era una consolación, casi una boya de salvamento para poder sobrevivir”.
¿Tiene nuevos proyectos con el dibujante Kim?
“No, no tengo nuevos proyectos con Kim por ahora”.
Ya sabe que la revista Rockdelux ahora en línea ha situado a El arte de volar como el segundo mejor cómic de la historia en España, en una amplia votación de periodistas, especialistas y también compañeros de profesión. ¿Qué significa esto para usted?
“Es muy importante para mí. España tiene una larga, abundante y muy rica tradición en la creación de cómic. Aparecer en segundo lugar en una producción de decenas de miles de títulos y que cuenta con ciento cincuenta años de historia no puede dejar indiferente. Dicho esto, soy consciente del carácter arbitrario de este tipo de listas y de la falta de perspectiva histórica para situar una obra muy reciente como la mía. En todo caso, me sentí muy emocionado. No hay que olvidar que se trata de la vida de mi padre y esto le añade un componente emocional muy fuerte”.
Entre Vitoria, su lugar de trabajo profesional, y Zaragoza, su lugar de nacimiento y educación, ¿cuál es la diferencia a la hora de imaginar historias?
“Zaragoza es la referencia geográfica esencial del díptico que resigue la vida de mis padres. Vitoria es la referencia geográfica esencial de «la trilogía del Yo». El díptico es muy emocional y evoca momentos marcados por el infortunio, pero sobre todo por el amor. La trilogía es implacable en su visión del mundo. Reflexiono sobre la marcha a su pregunta y me doy cuenta de que esto parece señalar una relación personal muy diferente con Zaragoza y Vitoria. También hay que decir que Zaragoza es el mundo de mi infancia y adolescencia, y Vitoria de mi período adulto y de mi actividad profesional. Supongo que ello juega en la visión diferente de las dos ciudades”.
¿Cuáles son sus próximos proyectos?
“Trabajo en un nuevo guión para Sergio García (con quien en 2017 publicó Cuerpos del delito sobre el sitio de Sarajevo en los años noventa), un gran dibujante, más conocido como ilustrador. Rastreo la gran odisea de nuestro tiempo, incierta, llena de peligros, pero escondida. Es la odisea de los migrantes y refugiados que atraviesan África para alcanzar este paraíso-espejismo que es para ellos Europa”.
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