VICENÇ BATALLA. Para este Sant Jordi 2020, Balzac Éditeur había previsto publicar las traducciones al francés de las novelas en catalán La casa de la frontera, de Rafael Vallbona, y Carta a la reina de Inglaterra, de Vicenç Pagès Jordà. Pero su aparición se retarda al otoño, aunque contara ya con el manuscrito a punto. Otra novela, Aprender a hablar con las plantas de Marta Orriols, que Seuil había previsto que saliera en mayo, se ha pospuesto a octubre. Síntoma de la sacudida que ha provocado la pandemia del coronavirus en el mundo editorial, de los libreros y de la cultura en general a un lado y otro de los Pirineos. No todas estas estructuras cuentan con la posibilidad de ofrecer las obras en digital ni la situación permite ahora improvisarlo. Se multiplican las iniciativas para mantener la fidelidad de los lectores, pero las comparaciones también son odiosas entre las medidas que rápidamente se pusieron en marcha en Francia para evitar el apagón literario y las respuestas lentas y desordenadas en Cataluña y España.
De entrada en Francia, existen regímenes especiales de cobertura social para periodistas y trabajadores culturales. En el primer caso se les llama pigistes, y en el segundo intermitentes del espectáculo. Los pigistes cotizan siempre cuando efectúan colaboraciones para los medios de comunicación y, por tanto, ahora tienen derecho a desempleo si sus medios les dejan de encargar artículos o piezas. Los intermitentes del espectáculo disponen de una caja de seguridad social propia porque, pese a que no puedan trabajar todo el año, reciban indemnizaciones cuando están parados. El gobierno francés acaba de aligerar el número de días mínimos para cobrar. De esta manera, miles de técnicos, actores y actrices, creadore·a·s podrán afrontar la anulación de todos los festivales de primavera y verano tal com está ocurriendo, empezando por el Festival de Aviñón que dura todo el mes de julio.
Es más, el mismo 19 de marzo el ministro de Cultura Franck Riester anunció una primera ayuda directa de 22 millones de euros para todo el sector cultural, con una partida específica de cinco millones para el circuito del libro. No se trataba de créditos. El Centro Nacional del Libro decidió destinar inmediatamente medio millón de euros a las editoriales independientes, otro medio millón a las librerías francófonas en el mundo y un millón a los autore·a·s. Esto·a·s podrán cobrar bolsas de hasta 1.500 euros. A esto, se añade la suspensión del retorno de los préstamos por parte de las editoriales. Evidentemente, el Sindicato de Librerías Francesas pide más ayudas y un protocolo de desconfinamiento a partir del 11 de mayo porque, en estos momentos, la gente sí que puede comprar libros en las grandes superficies comerciales. Una más de las contradicciones de este operativo donde toda la clase política luce por su improvisación. Aparte del monopolio que puede ejercer en estos instantes por los envíos a domicilio una multinacional como Amazon.
La precarización de la profesión
Esta movilización gubernamental del norte aunque sea insuficiente es casi un desierto en el sur. Cabe recordar la desafortunada justificación del desconocido ministro de Cultura español José Manuel Rodríguez Uribes diciendo que no habría ayudas específicas en el sector porque estas se entendían como transversales para todas las empresas y autónomos. Y añadiendo aquello de que, según dijo Orson Welles, primero es la vida antes que el cine. ¿La cultura es un lujo? El cincuenta por ciento de los trabajadores culturales españoles son precarios: un 30% no son asalariados; y otro 19% son temporales. Si no hay película, obra de teatro, concierto, exposición o salón literario, no hay ningún tipo de ingresos. Porque no existe este régimen de intermitentes del espectáculo. La mitad de los trabajadores de la cultura no pueden ser autónomos porque no pueden pagarse las cotizaciones cuando no trabajan. Y en estos momentos se pasarán meses así. Ya se sabe que no están curando enfermos ni limpiando hospitales, pero tampoco especulan con el dinero de los otros ni esperan hacerse ricos. Buscan hacernos un poco más felices.
Ahora se ha conseguido rebajar el precio de las ventas digitales de libros y diarios de un 21% a un 4%. Pero siguen habiendo tasas e impuestos incomprensibles en el mundo cultural. La Generalitat de Cataluña ha anunciado 31 millones de euros para el sector (cuatro millones son para comprar libros para las bibliotecas), pero la mayoría son préstamos o subvenciones a determinar y no ayudas directas y van a parar a las empresas sin que la mitad de estos trabajadores precarios sepan si les llegará algo.
El proyecto de Llibreries Obertes, como otros ya existentes del tipo Libelista, surgen para tapar la emergencia de un Sant Jordi y un confinamiento sin libros. Aunque sea con efecto diferido, al 23 de julio. Otra cosa son las dudas que genera que sean las propias editoriales quienes gestionen estas iniciativas. En el caso de Planeta o Penguin Random House, existe la tentación después de continuar haciendo una venta directa prescindiendo de los libreros. Como el hecho de que en los envíos actuales se está exponiendo a un riesgo a los mensajeros que, a su vez, son los que sufren las peores condiciones laborales.
Miquel De Palol, Sergi Pàmies, Jaume Cabré y Alicia Korpf
Dicho esto, volvamos al objetivo inicial de comentar las virtuales novedades editoriales de libros en catalán traducidos al francés. Los que sí ya estaban en las estanterías eran una decena de títulos publicados desde agosto pasado. Es el caso de la ambiciosa novela de Miquel de Palol El testament d’Alcestis (Empúries, 2009; no traducida al castellano), convertida en Le testament d’Alceste por la editorial Zulma y traducida por François-Michel Durazzo, y de la colección de cuentos autobiográficos de Sergi Pàmies El arte de llevar gabardina (2018; Anagrama, 2018), transformada en L’art de porter l’imperméable por Jacqueline Chambon y la intermediación de Edmond Raillard.
La casa madre de Jacqueline Chambon, Actes Sud, también ha sido la encargada de llevar al francés la última colección de cuentos de Jaume Cabré Cuando llega la penumbra (2017; Destino, 2017), gracias igualmente a Edmond Raillard como Quand arrive la pénombre. Además, este libro se puede adquirir en versión digital. Ocurre lo mismo con la traducción de la experimental Hermano de hielo (2016; Alpha Decay, 2016) de Alicia Kopf, a cargo de Marie Vila Casas cono Frère de glace en Robert Laffont.
Teresa Colom, Alex Nogués/Sonia Pulido y Lluïsa Cunillé
A su vez, Jacqueline Chambon ha editado y complementado en versión digital la colección de cuentos interconectados La señorita Keaton y otras bestias (2015; La Huerta Grande, 2018) de Teresa Colom como Mademoiselle Keaton et d’autres créatures y trabajo de Claude Bleton. Marianne Millon ha sido la responsable de traducir los textos de Alex Nogués por el libro infantil Una morsa en mi jardín (2019; Ekare, 2019), con ilustraciones de Sonia Pulido, como Une morse dans mon jardin para Cambourakis.
En el ámbito teatral, Les Solitaires Intempestifs ha convertido las piezas Occisió (2001) e Islandia (2013) de Lluïsa Cunillé en Massacre e Islande después de que la primera de ellas entrara a principios de año en el repertorio de La Comédie Française parisiense con traducciones de Laurent Gallardo. Por otra parte, Islande ha pasado a formar parte del temario para el acceso como profesorado de castellano en las universidades francesas.
Rafael Vallbona, Vicenç Pagès y Marta Orriols
A la editorial Balzac de Perpiñán sí que le dio tiempo de poner en circulación hace meses Pau Casals: dades biogràfiques inèdites, cartes íntimes, i records viscuts (Pòrtic, 1979; no traducido al castellano), del hermano del compositor Enric Casals. Lo llevó a cabo Marie-Noëlle Costa como Pau Casals. Données biographiques inédites, cartes intimes et souvenirs vécus.
La misma Costa ha traducido para Balzac La casa de la frontera (2017; Milenio, 2019) de Rafael Vallbona, colaborador de parisBCN, como La maison sur la frontière y Carta a la reina de Inglaterra (2010; Algar, 2017) de Vicenç Pagès Jordà como Lettre à la reine d’Anglaterre. La novela familiar desde el siglo XIX situada en la Cerdaña de Vallbona y el cuento juvenil durante diez siglos de Pagès tenían que aparecer el 8 de abril, pero no han llegado a salir de la imprenta.
Una cosa parecida le ha pasado a la novela Aprender a hablar con las plantas (2018; Lumen, 2018) de Marta Orriols, que Seuil había programado para el 14 de mayo como Apprendre à parler avec les plantes y que ha pospuesto al uno de octubre. No hay noticias del poemario de la mallorquina Antònia Vicens Lovely (2009; Saltadera, 2017), que Lanskine había previsto también para mayo.
De Salvador Espriu a Ramon Llull
Y esperemos que no se vean afectadas las salidas en verano del poemario de Salvador Espriu Final del laberinto (1955), a cargo de la editorial quebequesa Éditions du Noroit, la primera novela de Eva Baltasar Permafrost (2018; Penguin Random House, 2018), por parte de Verdier, y la obra poética medieval valenciana Ajedrez de amor, por las Éditions de la Merci.
Para otoño, con el riesgo de que haya de golpe una saturación de la oferta, se habían anunciado las traducciones de las novelas Canto yo y la montaña baila (Anagrama, 2019/Seuil) de Irene Solà, Madre de leche y miel (Destino, 2018/Verdier) de Najat El Hachmi, los poemarios El tren de Bagdad (Proa, 2004/La Rumeur Libre) de Manuel Forcano y Càntic d’ombres (Renga, 2017/Étoile de Limites) de Jaume Pont, la biografía De la Catalunya Nord a la Catalunya Sud. Història d’una família transfronterera (Pagès, 2015/Balzac) de Ignasi Fortuny y la selección de la obra de Ramon Llull Contes i exemples (Edicions 62, 2013/Éditions de la Merci).
O sea, más de una veintena de traducciones a lo largo de un año y pico que denota el interés por la literatura catalana actual e histórica más arriba de los Pirineos pero que topa con la situación caótica que ha creado el coronavirus y una cuarentena de la cual todavía no se sabe muy bien cómo se saldrá. Los libros y las diferentes lenguas tendrían que continuar circulando como garantía de salud pública.
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