Auge y caída de Maradona en Nápoles, según Asif Kapadia

ARCHIVO | Maradona, llegando en 1984 al estadio San Paolo de Nápoles procedente del Barça
ARCHIVO | Maradona, llegando en 1984 al estadio San Paolo de Nápoles procedente del Barça

VICENÇ BATALLA. El futbolista argentino Diego Maradona es una fuente inagotable de películas y documentales. El británico Asif Kapadia acaba de presentar en Cannes Diego Maradona, que aprovecha más de quinientas horas de imágenes personales que le ha cedido el mismo jugador. Y extrae otro de sus documentales-thriller a partir de esa realidad, centrado en su gloria y posterior descenso a los infiernos durante su estancia en Nápoles y su relación con la Camorra.

Existe la ficción de las películas de Coppola, Scorsese y De Palma sobre las mafias de ida y vuelta entre Italia y Estados Unidos y más allá. Y, por otra parte, la vía documental del británico de origen indio Asif Kapadia que aprovecha el material que le ha proporcionado el propio Maradona para construir una historia de sus siete años en Nápoles, que es también una odisea por las cotas más altas del fútbol y su bajada a los infiernos de la Camorra napolitana. Kapadia ha conseguido que el Pibe de Oro, a sus 58 años, le prestara buena parte de sus imágenes íntimas a modo de redención de este periodo de fama y autodestrucción en la segunda mitad de los ochenta que le marcaron para siempre. Un filme de elogio y de confesión.

El serbio Emir Kusturica ya presentó en Cannes en 2008 Maradona by Kusturica con entrevistas realizadas por él mismo y otros personajes del mundo de los altermundialistas. Era un filme militante, por las simpatías a los regímenes antiamericanos de ambos, pero que se perdía en las anécdotas y con un Maradona que si lo dejan hablar ante una cámara ocupa todo el espacio. En ese momento, el astro argentino estaba realmente saliendo de sus adicciones. Y Kusturica salvaba su documental con la animación reproduciendo el gol del siglo contra Inglaterra en el Mundial de México de 1986 con el God save the Queen de los Sex Pistols.

Kapadia, en cambio, esconde el rostro actual de Maradona aunque utiliza su voz en off y de otras personas que estuvieron cercanas a él como su ex esposa Claudia Villafañe, jugadores, entrenadores y periodistas. Y así se explican sus orígenes modestos en Villa Fiorito, al sur de Buenos Aires; el mal recuerdo de su paso por Barcelona; ​​la entronización durante los primeros seis años en Nápoles (dos scudettos y una Copa de la UEFA), un sur italiano despreciado por el norte; episodios de paternidad extra conyugal; y, sobre todo, su relación con el clan Giuliano en el barrio de Forcella, que lo introdujo en la cocaína y le compró la voluntad a cambio de rodearle de un mundo de lujo.

Cuando Argentina bate en los penales a Italia en las semifinales del Mundial de 1990, la presión mediática contra Maradona se volvió tan fuerte que el clan Giuliano se vio obligado a dejarlo caer. Las imágenes de este partido son el punto culminante del documental como cuando el héroe se transforma en villano. Al año siguiente sería condenado por la justicia italiana por consumo de droga y, poco después, suspendido un año como futbolista por un control antidopaje positivo.

El realizador Kapadia, como ya hizo con el accidente mortal del piloto brasileño de Fórmula 1 Ayrton Senna, se sirve de las imágenes reales para llegar a este clímax que combina hechos objetivos con una trama que mantiene viva la tensión. Y que con Amy (Winehouse) le llevó en 2015 a ganar un Óscar.

Maradona no estaba en la presentación en Cannes, como sí estuvo con Kusturica hace once años, cuando llegó incluso a subirse al escenario en una fiesta con la No Smoking Band del serbio, pero evidentemente este nuevo documental aporta mucho más para conocer todas las contradicciones y demonios de quien algunos consideran como el mejor futbolista de la historia, con toda la arbitrariedad que ello supone. Kusturica lo convertía en una especie de semi-dios, con iglesia propia en Argentina. Kapadia le pone los pies en el suelo, sin renunciar a sus increíbles jugadas desde su añorada época en el Boca Juniors. El documental se estrena en España el 19 de julio.

Feminismo histórico de Sciamma y grandilocuencia antinazi de Malick

En la competición del festival, se han visto dos películas de resultado bastante diferente que hacen ganar o perder confianza en sus directores. La francesa Céline Sciamma participa por primera vez en la sección de mayor importancia con Portrait d’une jeune fille en fleur (Retrato de una chica en flor). La autora de Tomboy o Bande des filles/Girlhood, feminista y LGBT, rescata de la historia olvidada a las pintoras del siglo XVIII que ya tenían una actividad destacable sobre todo haciendo retratos de mujeres. Situando el relato en un isla normanda entre una pintora (Noémie Merlant) y su modelo a la que debe dibujar a escondidas (Adèle Haenel), la relación que se establece entre ambas bajo el testimonio de la joven criada es tanto una reivindicación del valor artístico de estas pintoras como de la posibilidad de enamorarse en contra de las convenciones de la época. Con una mirada actual, a su vez, sobre el aborto.

Y no es tanto todo esto, sino la forma sensible y delicada como Sciamma filma estas escenas y la pureza de este amor que emociona. Una escena final con el rostro lloroso de Haenel escuchando el fragmento del verano de Las cuatro estaciones de Vivaldi es prueba de ello.

Al contrario, el estadounidense Terrence Malick abusa y fatiga con sus tres horas de A hidden life sobre la historia del campesino austríaco Franz Jägerstätter, que se opuso como objetor conciencia a servir en el ejército de Hitler y murió guillotinado en Brandenburg. Este himno antinazi y pacifista, loable en sus intenciones, se convierte en una carga cinematográfica por la forma tan artificiosa de utilizar la cámara y el montaje y su sermón místico.

Con el añadido de que estos personajes en medio de un pueblo montañoso hablan en inglés y sólo utilizan el alemán para gritos que no se traducen. Eso sí, el vencedor de una Palma de Oro en 2011 con El árbol de la vida ha dividido como nadie a la crítica entre partidarios y detractores suyos.

 

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