VICENÇ BATALLA. Ha entrado con buen pie en el circuito cinematográfico francés porque, de hecho, hace años que vive en Francia. Y, aparte de trabajar su proyecto en la residencia Cinéfondation de Cannes, cuenta en esta ocasión con la ayuda en el guión del crítico Philippe Azoury, que también aparece en pantalla. La alicantina de Orihuela Elena López Riera ha obtenido con su primer largometraje de ficción El agua en su misma comarca de origen, y dentro de la sección paralela de la Quincena de Realizadores, una muy buena acogida en el Festival de Cannes. Las críticas, en general, han sido buenas.
Su paso, a los cuarenta años, del documental a la ficción se salda pues con buena nota. Aunque, desde el 2015, ya había realizado tres cortos: Pueblo, que estuvo en la Quincena de ese año; Las vísceras, que se presentó en el Festival de Locarno de 2016; y Los que desean, que acabó llevándose en 2018 el Pardino de Oro en ese mismo festival. El agua tampoco está exento de extractos documentales, sobre la última riada de 1987 y con testimonios femeninos que explican esa leyenda de que el torrente se lleva a una mujer en cada ocasión y sobre la que López Riera construye su ficción con un grupo de adolescentes del lugar y, entre los cuales, sobresale Ana, de diecisiete años (Luna Pamies), que también será llamada por el caudal del río. Fuimos los últimos en la ronda de entrevistas y ya solo quedaban diez minutos, pero los consumimos enteros al borde del mar.
Debes estar satisfecha de poder presentar aquí El agua, en la Quincena de Realizadores, después de todo este proceso de cinco años.
“Estoy contenta de estar aquí sobre todo por el equipo. Porque la película se hizo de forma muy artesanal, con un grupo muy reducido en el pueblo, y, de repente, estamos aquí en Cannes. Es muy bonito que alguien lo pueda apreciar desde otro país. Satisfecha es una palabra muy grande. Yo soy muy autocrítica, nunca estoy satisfecha. Solo veo los errores. Pero también está bien que las películas tengan su vida y que ya no nos pertenezcan”.
Y también debe ayudar haber correalizado el guión con Philippe Azoury y haber estado antes aquí en la residencia de la Cinéfondation…
“Llevo muchos años medio viviendo en París y mi relación con Francia es importante. También ha sido importante la colaboración con Philippe Azoury y poder mirar tu pueblo desde fuera. Te da una distancia interesante. Porque si cuentas las cosas solo desde dentro, no dispones de esa distancia necesaria”.
¿Quieres decir de forma más objetiva, si es que esta palabra se puede utilizar?
“Cuando hago documentales o mis cortos, en lo que insisto es que esa es mi visión sobre la realidad, ¡y no la realidad! Porque tampoco creo que haya una visión objetiva. Lo que sí que lleva estar fuera es formular la subjetividad un poco en una dirección”.
¿Para que sea más universal?
“No depende solo de mi mirada. Hay mecanismos, hay cosas que te lo hacen ver de otra manera. Lo sé porque, cuando el público ve las películas y viene a hablarte, te cuentan que en su pueblo pasa igual: ‘¡Hostia, pero si eres noruego!’. Debe haber algo en la manera como se organiza la sociedad, los sentimientos, las emociones, que se nos escapan y que van mucho más allá de lo que vivimos cada uno en su casa”.
El casting en la Vega Baja del Segura
El problema de la riadas, por ejemplo, se puede trasladar a otras zonas de la costa mediterránea, como en Cataluña. En todo caso, tú te has apoyado, evidentemente, en la gente de los pueblos de la Vega Baja del Segura. ¿Cómo fue encontrar a estos actores y actrices amateurs?
“Fue un casting bastante largo, pero tenía muy claro que iba a trabajar con gente del lugar. Fue muy bonito ir al encuentro de esas personas que viven allí. Fue un proceso largo, pero interesante de documentación humana de esa región”.
Y los testimonios que salen explicando la leyenda del agua que se lleva cada vez una mujer, ¿lo habías preparado antes?
“Lo hice después, de hecho. Pero una de ellas es mi madre y lo conozco muy bien, porque así es como me ha sido transmitida la historia. Fue mi pequeño homenaje a esas mujeres”.
¿Te costó mucho encontrar a Luna Pamies para el personaje protagonista?
“No, la encontré la primera semana. Solo que desapareció. Y, luego, tardé un año en volver a recuperarla”.
¡Desapareció como el agua!
“Sí, desapareció como el agua porque ella es así, como el personaje, un poco fantasmagórica. Pero fue un amor a primera vista”.
Supongo que cuando la volviste a encontrar, dijiste: ¡ahora ya se puede hacer la película!
“¡Y ahora no te suelto!”. (risas)
¿Qué tenía ella que no tuvieran la otras?
“Bueno, eso es como explicarte por qué te enamoras de una persona y no de otra. Qué tiene ella, que no tenga yo. No lo sé. Debe ser una química entre ella y yo”.
La leyenda de la riada que se llevaba las mujeres, ¿la conocías desde hace muchos años?
“Desde pequeña, porque mi abuela me la contaba siempre”.
¿Por qué la culpa siempre lo tienen los cuerpos de las mujeres?
Lo que tiene esta película de carácter propio es que se cuenta un tema que viene de siglos, pero desde el punto de vista femenino. Y, con esta leyenda, se pueden evocar todas las metáforas posibles: las mujeres son protagonistas para lo bueno y para lo malo; el río no se enamora de los hombres…
“¿Por qué será? ¿Por qué será que toda la culpa siempre lo tienen los cuerpos de las mujeres y lo que hay que controlar es el deseo de la mujer, su libertad, su capacidad para salir, para enfrentarse a las cosas? La responsabilidad que tienen sobre todo lo que sucede, ¿por qué será?”.
Y eso da mucha envidia por parte de los hombres, ¿da celos?
“Bueno, también las libra de bastantes problemas”. (más risas)
Eso quiere decir que, pese a todo, la mujer puede escoger. Es un poco el final de la película…
“Yo quiero, al menos, que mi heroína escoja. Que mi heroína escoja reescribir la historia”.
No va a ser ahora que me digas qué pondrías y quitarías de la película. Yo digo que no es perfecta, pero es emocionante. Abre muchas puertas que, quizás, podrías desarrollar más adelante.
“Es que tampoco me interesa mucho cerrar puertas (continúa riendo). La película espero que sea imperfecta, porque a mí las cosas perfectas me dan mal rollo. Desconfío bastante. Me interesaba abrir puertas y tener muchas capas porque la vida tiene muchas capas. Es lo que a mí me hace avanzar, y lo que hace interesarme por hacer cine”.
Por ejemplo, ¿con los personajes masculinos te planteaste que podrías desarrollar otra historia?
“Yo quería centrarlo más en las mujeres. Siempre hay muchas películas posibles, pero esta es la que he elegido hacer”.
Imágenes reales y de ficción
Alguien que la ha visto me ha dicho que era un poco raro que apareciera Bárbara Lennie como madre porque no tiene el acento de Orihuela, ni tampoco la abuela Nieve de Medina. ¿Eso sería una imperfección?
“Hombre, si nos ponemos a buscar imperfecciones, hay mil. Y no me voy a poner ahora yo misma a buscarlas. Las personas que hacen esa crítica quizás no tienen la sensibilidad para escuchar los otros acentos. Pero, dentro de un mismo lugar, también hay muchos matices. Y, dentro de las niñas que aparecen, igual. Yo creo que ese tipo de críticas un poco perniciosas vienen por acusar que sean profesionales”.
El hecho de que sea una película en que todos son de allí y amateurs, y a su vez aparezcan estas dos actrices conocidas es un poco un contrate…
(se ríe de nuevo) “Está bien que las películas tengan su vida, y que haya gente que le guste y gente que no. Para eso están, para que ya no me pertenezcan. No tengo porque defenderla más allá de que la propia película se defienda sola. Y hay que asumirlo, porque ese es el juego. Yo creo que todo lo que tenía que decir, lo he dicho en la película”.
¿En qué medida te ha servido haber hecho documentales antes para este primer largometraje de ficción?
“Me ha formado. Sí, yo vengo de allí y lo reivindico. Es una práctica que me interesa mucho, y que espero seguiré haciendo”.
En ningún momento, tuviste miedo de insertar imágenes reales, testimonios en la ficción…
“Miedo, no. Una nunca sabe si van a funcionar. Y la prueba es que una película que a una persona le gusta mucho, otra la detesta. Y es la misma. Eso demuestra que no hay una solución única para todo. Tienes que hacer lo que, en ese momento, tú creas que es lo mejor para tu proyecto. Y, luego, habrá que convivir con los que les guste y los que no”.
¿Cuándo crees que la van a poder ver en el lugar donde se hizo?
“Espero que muy pronto, cuando acabe el Festival de Cannes”.
La música, por ejemplo de Bad Gyal, ¿la escogieron las mismas actrices y actores?
“Yo soy bastante fan de Bad Gyal, también. Pero era un gusto compartido”. (risa cómplice)
En la primera presentación, tu hablaste de La Zowi, Albany…
“Sí, de Albany yo soy super fan”.
Y, en este sentido, ¿qué parte de improvisación hubo por parte de ellos mismos?
“Hubo mucha improvisación durante la preparación, porque el guión estaba en ‘work in progress’. Se iba nutriendo de sus propias conversaciones, de sus anhelos, miedos. Creo que hubo un margen bastante equilibrado de escritura e improvisación”.
Y os lo pasasteis muy bien…
“No los pasamos bastante bien, ¡o sea que si hay gente que dice que no le gusta la película que nos quiten lo bailao! (risas finales)
* Todas las crónicas del Festival de Cannes 2022
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