VICENÇ BATALLA. África no es solo el país invitado esta temporada cultural en Francia, bautizado como Africa2020, sino que también es el continente alrededor del cual gira el Festival Grec 2021 de Barcelona. De la Bienal de Danza de Lyon, que ha compartido algunos de sus espectáculos con Las Noches de Fourvière, provienen hasta cuatro piezas que se verán este verano en el anfiteatro de Montjuïc y el Mercat de les Flors: À un endroit du début, de Germaine Acogny; Re:Incarnation, de Qudus Onikeku; Wakatt, de Serge Aimé Coullibaly; y Transverse Orientation, del griego Dimitris Papaioannou; además del concierto de Fatoumata Diawara, que también estuvo presente en Lyon.
Uno de los mayores protagonistas del mes de julio en Barcelona será el nigeriano Onikeku, con talleres y encuentros y que nos maravilló con su Re:Incarnation y la energía que desprendían sus bailarines y bailarinas. Pero en la Bienal también vimos otros espectáculos con protagonistas africanos que nos hipnotizaron: Itmahrag, de Olivier Dubois; Mal-Embriaguez Divina, de Marlene Monteiro Freitas. Las fronteras siguen cerradas en buena parte del mundo y no solo a causa de la Covid, si de lo que se trata es de migrantes que se juegan la vida atravesando el Mediterráneo, y todas estas obras y otras occidentales también hacen referencia a ello desde diferentes ángulos. Crónica de estos espectáculos, a un lado y otro de la orilla.
Qudus Onikeku nació en Lagos hace 37 años, se fue a estudiar circo en Francia y volvió en 2014 para fundar el Qdance Center (actualmente The People Center) y compartir su experiencia con otros acróbatas, bailarines y artistas de todo tipo de disciplinas de su tierra. En 2107, ocupó el primer pabellón nigeriano de la historia en la Bienal de Venecia con su videoinstalación Right Here, Right Now. Y ahora ha creado Re:Incarnation (en el Mercat de les Flors el 6 y 7 de julio), con diez jóvenes bailarines y bailarinas de todo el país que no tienen formación clásica pero que, como dice él, “tienen la energía de la ciudad, el ‘groove’ de Lagos”. Es decir, una adictiva mezcla del afro-beat que Felia Kuti patentó en los años setenta y todos los ritmos actuales urbanos y mundializados.
Y no es solo una declaración de intenciones, sino que la fuerza, el espíritu y la gracia de estos diez intérpretes se contagia desde el escenario al público, como pudimos comprobar en el Radiant-Bellevue, de Caluire-et-Cuire, en la segunda semana de junio. Se trata de la epopeya bailada de los yorubas, el pueblo entre Nigeria y todo el delta del río Níger que la esclavitud también llevó al Caribe y al Brasil, y para quienes tenemos muchas vidas y nacemos, morimos y nos reencarnamos. Como la música y las danzas antiguas y modernas. Además, la coreografía se acompaña de la música en directo de Olatunde Obajeun, primero con instrumentos tradicionales y después con una guitarra eléctrica que progresa sobre bases ambientales digitales y entra en trance como bailarines y bailarinas.
Onikeku, que es artista asociado del departamento de Artes, Migraciones y Espíritu Emprendedor de la Universidad de Florida, ha organizado durante tres años el llamado danceGATHERINGlagos. Y, este año, con el nombre de Afropolis 2021, lo expande geográficamente más allá de Lagos a Barcelona y Chicago. En la capital catalana, se celebra del 10 al 18 de julio en el Graner Fábrica de Creación, donde el 6 y 7 de julio tiene lugar además el taller Meeting Grounds (una iniciativa que se inicio el año pasado en Sudáfrica), en que él es uno de los profesores invitados. Si alguien quiere saber qué está pasando en estos momentos en cuanto a danza afrofuturista, ya conoce cuál es la cita.
Más afrofuturismo coreográfico
El nigeriano también fue uno de los coreógrafos del tradicional desfile de la Bienal, con amateurs de la región, que este año a causa de las restricciones de la pandemia se realizó a puerta cerrada y solo con público de los participantes en el gran anfiteatro galo-romano de Lyon (epicentro de Las Noches de Fourvière). La televisión pública regional hizo un reportaje de más de una hora. Que acaba con un pequeño concierto de Faoumata Diawara, una de les madrinas del desfile conjuntamente con Germaine Acogny. Diawara (que actúa en el Teatre Grec el 5 de julio) interpretó allí con toda su furia el Sinnerman popularizado por Nina Simone.
El otro coreógrafo abanderado del afrofuturismo es el burkinés Serge Aimé Coullibaly. No pudimos ver Wakatt (que significa nuestra época y está en el Teatre Grec el 22 y 23 de julio), pero sí en 2017 Kalakuta Republik en el Festival de Aviñón, una recreación libre, política y musicalmente, de la sala donde Fela Kuti hacía sus célebres conciertos (con las sillas volando entre el público como en el espectáculo, aunque en este caso únicamente era entre los intérpretes).
Coullibaly, que vive entre Bruselas y Bobo-Diolasso donde como Onikeku ha creado su propio espacio Ankata como laboratorio de intercambio de experiencias, se acompaña en Wakatt del flautista francés Magic Malik y su grupo en directo para esta pieza sobre el miedo y las manipulaciones de nuestras sociedades, pero también sobre el deseo y la belleza, para seis bailarines y cuatro bailarinas.
La llamada madre de la danza contemporánea africana, la senegalesa nacida en Benín Germaine Acogny, expone en À un endroit du début (En un lugar del comienzo; el 28 y 29 de junio en el Mercat de les Flors) su identidad desdoblada entre África y Europa (posee la nacionalidad francesa), pero también familiar entre un padre ilustrado funcionario del Senegal colonial y una abuela sacerdotisa yoruba. La dirección y dramaturgia corresponde al franco-alemán Mikäel Serre, que a partir de una tradición atávica africana que tenía por descubrir se inspiró en el personaje griego de Medea para hacer de la historia íntima de Acogny una figura tanto trágica como de emancipación femenina del continente. El resultado de este solo, en que Acogny se aproxima al teatro con textos e imágenes de sus antepasados y que se creó en 2015, funciona a medias. Pero el placer de verla a sus 77 años, después de haber sido precursora con Maurice Béjart y haber abierto la vía a nuevas generaciones da artistas desde sus escuelas en Senegal, es un placer y un regalo.
Tragedias griegas y egipcias sobre el abismo
Las tragedias y los mitos griegos es consubstancial del trabajo de Dimitris Papaioannou, que en el Teatro Nacional Popular de Villeurbanne estrenó mundialmente Transverse orientation (en el Mercat de les Flors del 11 al 14 de julio). Continuando con su juego de cuerpos desnudos entrelazados y figuras oníricas de su anterior The Great Tammer visto en 2017 en Aviñón y programado en el Grec, aunque esta vez a plena luz y sin la oscuridad, su nuevo espectáculo juega con los ciclos históricos de creación y destrucción de las civilizaciones.
Los siete bailarines son intercambiables como un único personaje masculino y la bailarina es una mujer con las múltiples caras de las heroínas de esta odisea. En medio, aparece la figura del toro como arquetipo del poder masculino en la cultura mediterránea desde sus orígenes en Creta y que la figura femenina contrapone. Aunque quizás el momento más impactante es cuando al final los intérpretes desmontan todo el suelo del escenario invadido por el agua en una doble metáfora de una Grecia diseminada en multitud de islas y las crisis climática y de la inmigración al cual está sometido actualmente el Mare Nostrum.
De las convulsiones del arco mediterráneo da buena fe lo que ocurre en Egipto, con una población juvenil que hizo la revolución a principios de la década pasada para volverse a encontrar con una dictadura de generales, previo paso por un gobierno islamista. Pero las calles y en toda la vida social ha quedado el mahraganat, una música saturada mezcla de rap y electrónica a modo de hardcore del malestar y vitalidad de esta juventud. De esto va Itmahrag, un desenfreno con cuatro bailarines y tres raperos dirigido por el francés Olivier Dubois (excelente en intensidad ya en 2016 con Auguri) que se pasa la mitad del tiempo en El Cairo. En colaboración con el centro de artes B’sarya de Alejandría, Dubois ha sido capaz de trasladar este entorno sobre un escenario a medio camino de una performance y un concierto y un pasaje sideral de veinte minutos donde no hay tregua para el oído. Un verdadero golpe de puño sanador.
La otra bofetada a la audiencia fue Mal-Embriaguez divina, de la caboverdiana Marlène Montero Freitas, quien no tiene manías en utilizar aquellos recursos que pueden ser considerados de mal gusto según las convenciones pero que, de hecho, consiguen llevar un grado más allá el lenguaje corporal y expresivo. Establecida en Lisboa y con contactos con otras figuras heterodoxas francesas como François Chaignaud, Montero Freitas reflexiona sobre el mal en las sociedades contemporáneas que sacrifican libertad por seguridad ante el otro que asusta. Y lo hace con nueve intérpretes (una de ellas, una chica sin piernas que se desplaza con una agilidad asombrosa) que tanto en movimiento como en palabra (solo hay onomatopeyas) parecen estar presos de un estado catatónico. Sentados en una tribuna de tres niveles como jueces de un tribunal que castiga y condena todas las formas no regladas, por allí pasan todas las Inquisiciones de la historia e, incluso, una sarcástica audición del Lago de los cisnes que pervierte definitivamente el concepto clásico de la danza. Una verdadera sacudida a las buenas formas.
Circo, músicas urbanas y a capela
En Las Noches de Fourvière, hay otro espectáculo africano en julio que cruza danza y circo FIQ! (Despiértate), con el Grupo Acrobático de Tánger y dirección de la francesa Maroussa Diaz Verbèke, y que llega antes al Teatre Grec el 9 y 10 de julio. Una quincena de jóvenes de todo Marruecos construyen todo tipo de figuras acrobáticas recurriendo tanto a las pirámides tradicionales como a las nuevas herramientas de la cultura urbana, con la ayuda de Dj Key y del imaginario pop del fotógrafo Hassan Hajjaj.
Desde un punto de vista más clásico, el serbio-hungaro Josef Nadj que es un referente en Francia desde hace años de una danza contemporánea desnuda y sobria presentó en Fourvière Omma, con ocho bailarines de Mali, Senegal, Costa de Marfil, Burkina Faso, Congo-Brazzaville y la República Democrática del Congo. Como alter egos de Nadj, con su característica americana y pantalones negros, a medida que avanza la obra a base de ritmos jazzísticos y silencios cada uno de ellos va afirmando su propio protagonismo a la vez que mantiene la solidaridad con el grupo. Quizás no sorprende y, a veces los bailarines parecen demasiado contenidos, pero la pieza no está exenta de momentos de gran belleza.
Los que no pudieron venir fueron los miembros del coro sudafricano Phuphuma Love Minus, que preservan los cantos rurales de los zulús en su emigración a los suburbios, pero los pudimos ver y escuchar a través del vídeo grabado para acompañar el espectáculo de apertura en Fourvière y de la Bienal Alarm cloks, de la cantante Camille coreografiado por Robyn Orlin. La sudafricana le preparó a la artista francesa, en una versión en gran formato respecto al estreno en Ginebra en septiembre pasado, un elegante dispositivo con material reciclado como vestimenta y primeros planos proyectados sobre la pantalla a partir de diferentes cámaras para que Camille desplegara todo su encanto personal y vocal con canciones a capela. El uno de junio, fue el primer gran espectáculo en Francia tras casi siete meses con la cultura cerrada.
Otra de las veladas especiales en el anfiteatro galo-romano fue la intensa puesta en escena de la electrónica ambiental y frenética a la vez de Rone por parte del colectivo (LA)Horde en Room With A View, que había quedado interrumpida en París en marzo del año pasado. Los intérpretes del Ballet Nacional de Marsella se dejan ir hasta el clímax final poseídos por el directo de Rone, cosa que hizo que el público tuviera que reprimirse para no levantarse de su asiento y ponerse también a bailar.
En esta línea, emocionante fue el homenaje de las bailarinas del All 4 House para su director Ousmane Sy, fallecido repentinamente en diciembre pasado a los 45 años, en la representación de Queen Blood. Pensado como una oda a todas las feminidades, el parisino de origen malí Sy desarrollaba en la obra sus intereses por la música house y el baile freestyle tal com él lo había practicado en su juventud. El espectáculo tiene un momento de gran sensibilidad cuando se oye el canto de una voz, diríamos otra vez de Nina Simone, y que sirve de introspección para las bailarinas.
Sueños de futuro y sueños rotos
Rompiendo quizás con toda la negritud del artículo, e incluso con los referentes más clásicos de su compatriota Papaioannou, Euripides Laskaridis continúa adentrándose con Elenit en la vertiente más corrosiva y políticamente incorrecta del sueño europeo roto en Grecia. Ampliando de solos o duos a troupe sus performances en que él es el clown mayor con su personaje transgénero y una voz distorsionada, toda la ristra de otros personajes inverosímiles y lenguaje mímico que pululan por el escenario le sirven en este caso para denunciar el cemento Elenit que durante cuarenta años se utilizó para construir las casas en su país y que se ha revelado de alta toxicidad por su amianto.
La Bienal también vivió una repleta programación en la bautizada como Experiencia Fagor, en las antiguas y enormes naves de esta fábrica, donde se podían encontrar instalaciones de testimonios de la juventud de la región sobre lo que esperan de su futuro o directamente una pieza Entropic Now, de Christophe Haleb, creada especialmente para un grupo de estudiantes de instituto que se mezclaban desinhibidos entre los asistentes.
Y en el centro artístico de Les Subs se celebró una nueva edición profesional del Focus Danse a nivel europeo. Allí pudimos ver el solo nada ortodoxo de la catalana Núria Guiu Spiritual Boy Friends. Nos anunciaban una evocación sobre el yoga en la época de las redes sociales y hay alusiones irónicas sobre los beneficios de esta práctica a distancia, pero sobre todo lo que destaca de su performance es el uso de imágenes de actualidad de todo tipo (incluido Carles Puigdemont) y el baile a ritmo de reguetón que exhibe Guiu normalizando un nuevo estilo en la danza contemporánea sin quitarle toda su carga erótica.
En el Subs, se exhibieron asimismo los cinco solos de Danse encore, con miembros del Ballet de la Ópera de Lyon. Entre ellos, el también sorprendente Love del valenciano Marcos Morau (La Veronal), con Paul Vezin. Un solo que se convierte en dúo con una enigmática caja de cartón. Pero reservamos para otro artículo próximamente sobre el Festival de Aviñón lo que nos dijo aquel día Morau, que cerrará el certamen de teatro de la Provenza con Sonoma. Y donde la madrileña Angélica Liddell estrenará Liebestod (en el Teatre Lliure, dentro del Grec, del 23 al 25 de julio).
Poesía de los arrabales y la negritud
Para cerrar todas estas citas lionesas, y dentro de Las Noches de Fourvière con un espectáculo en que se mezcla asimismo la danza y el circo, es encomiable el esfuerzo que hacen todas las partes para llevar a cabo la ópera María de Buenos Aires, la única que compuso Astor Piazzola y la única que se ha hecho hasta ahora en el tango. La lleva a escena la compañía australiana Circa de Yaron Lifschitz (que ya está acostumbrando a coreografiar Shostakóvich o Stravinsky), la interpreta la Orquesta Nacional de Auvernia, dirigida por el valenciano Roberto Forés Veses, le acompaña el lionés Ensemble Negracha, con el bandoneonista William Sabatier, y la cantan la canadiense Wallis Giunta y el barítono tejano Luis Alejandro Orozco. La historia con libreto de Horacio Ferrer es muy espesa, con las idas y vueltas de la sombra de María por los arrabales de Buenos Aires (los subtítulos para el público francés parecían más bien un trabajo iconográfico que efectivo para comprender la trama), pero los acróbatas de Circa y dos bailarinas de la Ópera de Lyon lo sitúan en una estética contemporánea y vertiginosa, mientras que la voz en lunfardo de Orozco es de las que se disfrutan.
Si nuestro punto final es el Festival Grec, este se abrió con la obra Carrer Robadors (27-29 de junio), versión en catalán de la novela Rue de voleurs del francés de adopción barcelonesa Mathias Enard. Toda una declaración de principios con esta epopeya de un marroquí de Tánger decepcionado por el rumbo de las primaveras árabes y que acaba aterrizando en Barcelona en medio del movimiento de los indignados. La dirige Julio Manrique y, de momento, ya tiene continuidad del 1 al 7 de septiembre en la misma ciudad en el teatro Romea.
Este viaje africano del Grec pasa por Tánger, Dakar, Lagos, Kinsasa, Luanda, Windhoek y Ciudad del Cabo. Con espectáculos y conciertos que hemos comentado y otros como Trio da Kali, Dear Winnie (Jr.cE.sA.r, KVS & NNT), Samsó (Brett Bailey), Annobón (Andrea Bel & Recaredo Silebo Boturu), 2 de noviembre, el quitador de miedos (Cía. Aïda Colmenero Dïaz), Broken Chord (Cor Jove de l’Orfeó Català & Gregory Maqoma) o Parole Due (Odile Sankara).
Y quizás la mejor forma de acabar es recoger los versos que se incluyen en el catálogo este año del Grec, un fragmento de Noche de Siné del poeta y ex presidente senegalés Léopold Sedar Senghor (publicado originalmente en 1945 en la colección Chants d’ombre): “Como alcanza a mecernos, el silencio rítmico. Escuchemos el canto, escuchemos como palpita nuestra sangre oscura, escuchemos como palpita el pulso profundo de África en la niebla de las aldeas perdidas”.
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