RAFAEL VALLBONA. Que Barcelona es una de las grandes capitales del flamenco es irrefutable. De Miguel Borrull y su hija, la bailaora Julia Borrull, a principios del siglo XX, a artistas que forman parte del imaginario flamenco contemporáneo como Miguel Poveda, Mayte Martín, Duquende o el guitarrista Juan Gómez Chicuelo, pasando por la eterna Carmen Amaya, Cataluña tiene una poderosa y reputada nómina de artistas flamencos que refuerzan el cosmopolitismo cultural y el protagonismo de este arte en la sociedad barcelonesa y catalana. El festival Ciutat Flamenco (del 24 al 31 de octubre si el estado de alarma lo permite), que organiza hace veintisiete años el Taller de Músics, ilustra esta viva realidad con un programa donde se puede escuchar el flamenco más innovador.
Cuando Lluís Cabrera (Jaén, 1954) fundó en 1979 el Taller de Músics ya era consciente de que “la evolución se consigue por contaminación», según me ha repetido más de una vez. Cuando los músicos de rock se mezclaron con los de jazz y, en aquellos angostos locales del Raval, todos juntos conocieron a cantaores y guitarristas, el fuego se encendió pronto, tal como asegura: «no es buscar por buscar. Si te juntas con otros músicos que te aportan cosas diferentes, de manera natural les llevas a la música que haces. Sin forzar porque forzar sería hacer una cosa que no te gusta y el resultado no sería bueno».
Pronto un nuevo estilo joven, fresco, diferente, diverso y que conectaba con un nuevo público, sacudió el tieso panorama del flamenco, donde parece que no tienes derecho a la vida si no obtienes el visto bueno del purismo oficialista sevillano. Así Mayte Martín, Duquende, Miguel Poveda, Santiago Cañizares, Ginesa Ortega o Alba Guerrero situaron a Barcelona en el mapa universal de las capitales de este arte, y el Olimpo del Festival del Cante de las Minas se rindió al genio de cantaores de Badalona o Poble Sec. El barcelonés Matías López Expósito El Mati ha sido el último descubrimiento, cuando ganó la prestigiosa Lámpara Minera en 2019.
A su lado, un elenco de lo mejor de la música local, encabezado por Carles Benavent y Joan Albert Amargós, levantaron un sólido intríngulis de composición, arreglos y producción que contribuyó decisivamente a consolidar el joven talento del nuevo y mestizo flamenco catalán; toda una etiqueta.
Lluís Cabrera, Morente y Max Roach
«Enrique Morente se atrevió a innovar y lo crucificaron, pero él ya era muy Morente y no le importaba», sostiene el guitarrista Juan Gómez Chicuelo. Precisamente ha sido un espectáculo a partir de Morente el que ha inaugurado el Ciutat Flamenco de este año, que tendrá su colofón el viernes que viene en un concierto con el sabadellense Duquende, la cantaora gaditana La Fabi y el guitarrista de Cornellà.
El espectáculo Morente & Roach in memoriam es un claro ejemplo de esta forma abierta y diversa de entender el flamenco. El año 1989, el Taller organizó un seminario en un hotel de Castelldefels. Allí coincidieron el batería de jazz Max Roach y el cantaor granadino, auténtico hermano de Lluís Cabrera. Fueron unos días de descubrimiento, locura y música las 24 horas, y Morente no se contuvo al cantar con los músicos de jazz. Unos años después, en 1992, los dos artistas y su gente se encerraron en una finca de Cazalla de la Sierra, cerca de Sevilla por encargo de la Bienal de Flamenco. De allí salió un espectáculo irrepetible, extraordinario y transgresor, que se estrenó en la Maestranza sevillana.
Ahora, los jóvenes músicos del Taller y del ESMUC han unido esfuerzos para reinterpretar, a su manera, aquel espíritu libre y mestizo que unió a los dos grandes genios de la música, ya fallecidos. El resultado ha sido una velada apasionante. Bajo la dirección y producción de David Leiva y David Albet, los nuevos talentos de la evolución musical del siglo XXI (entre los que ilumina con luz propia la cantaora de Santa Coloma de Gramenet Queralt Lahoz) han entendido, leído y reinterpretado el intercambio entre Morente y Roach de hace veintiocho años. «Morente siempre incorporaba cambios, pero la voz era siempre flamenca y el resultado también. Le costó mucho porque estaba solo, pero para las nuevas generaciones les es más fácil porque ya han crecido en el mestizaje cotidiano. Sobre todo en Barcelona, donde hay más posibilidades de contaminarse», dice Cabrera haciendo uno de sus provocativos juegos de palabras con la realidad sanitaria actual.
Los artistas que vienen
Al día siguiente de este aquelarre cultural, músicos, aficionados, críticos y curiosos se encontraron en las Jornadas de Flamencología, en que se habló de esto y hacia dónde va la música: «En Barcelona el ambiente flamenco no es tan cerrado. Cuando yo encaro un trabajo no me muevo solo por el flamenco, sino por la música. Me siento más músico que flamenco y la música es música, no tiene barreras», decía Chicuelo al diario El País.
Antes del espectáculo con Duquende y la Fabi, que culminará este Ciutat Flamenco, el programa tiene un atractivo cartel que combina el descubrimiento de nuevos valores com Marc Suárez, Las Noray, la perpiñanesa Mélodie Gimard o los jóvenes estudiantes de Tablao de Músics, con artistas consagrados en la fusión del flamenco con otras músicas, como el reciente Premio Nacional Chano Domínguez, en formación de trío con Carles Benavent de invitado; Alí Arango, que tocará la guitarra Invencible del lutier Antonio de Torres, el Stradivarius de las guitarras; o la institución del flamenco japonés, Kayoko Nakata, acompañada del cantaor Salao.
Y es que, en Barcelona, se hace el flamenco más desinhibido, aventurero, urbano y transgresor, y conecta con el público de hoy. Los espabilados y oportunistas productores que busquen nuevas Rosalías pronto caerán como moscas sobre la ciudad.
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